Si hablamos de la sexualización de las mujeres canarias quizás sería interesante preguntarnos: ¿qué ocurre con este fenómeno en particular? ¿De qué manera nos interpela? ¿Es posible rentabilizarlo? Y en ese caso, ¿lo rentabilizamos sin ser conscientes para nuestro propio beneficio? Somos víctimas de la sexualización, ¿pero en qué parte somos cómplices también de este fenómeno? ¿Es un debate a leer en blanco o negro o por el contrario alberga una infinidad de grises a tener en cuenta en la reflexión?
La intención con este artículo es abordar la sexualización de las corporalidades canarias como un fenómeno colonial que se cuela hasta nuestra actualidad, el cual nos interpela directa o indirectamente. Este concepto se encuentra en muchas ocasiones camuflado en nuestra estructura cognitiva como parte de nuestra propia identidad y autoconcepción. Por ello, resulta interesante debatir en profundidad sobre el peso que tiene la sexualización en las corporalidades y de qué manera influye en las mentalidades. Sin duda, quizás se deba plantear como un fenómeno a revisar, criticar y sobre el que hacer un ejercicio de introspección.
La sexualización de las mujeres y corporalidades canarias
El sexo se descorporiza en tanto que se convierte en consumo, dominación y relaciones de poder. El sexo es un mecanismo más de control y está legitimado como herramienta de las estructuras de poder. A través del sexo se domina, se coloniza, y se conquista. Se conquistan cuerpos y se conquistas tierras.
Los cuerpos -en su mayoría el de las mujeres – en períodos de colonización y conquista, así como de guerra, se convierten en campo de batalla. Esto se extiende a cualquier territorio donde ha tenido lugar un período de colonización, de hecho “el contacto sexual entre los españoles y los distintos pueblos indígenas del Nuevo Mundo marcó una conexión íntima y vulnerable, caracterizada por la dominación y la explotación” (Clark, 2010, p. 226). Esta vulnerabilización de los cuerpos se puede traducir en una consecuente sexualización, algo que puede ser extensible al caso concreto de Canarias.
Los cuerpos y las sexualidades de las mujeres canarias están sujetas a la sexualización y a la fetichización bajo parámetros masculinizados y androcéntricos como potencialmente más calientes en la cama, más ardientes, fogosas, sexys, salvajes o dulces. Un hecho compartido con otros cuerpos racializados dónde opera la categoría colonial de por medio. Esto pone sobre la mesa la imposibilidad de separar la sexualización de fenómenos como la colonialidad, la cual atraviesa la historia de nuestro Archipiélago.
Los cuerpos y las sexualidades de las mujeres canarias están sujetas a la sexualización y a la fetichización bajo parámetros masculinizados y androcéntricos como potencialmente más calientes en la cama, más ardientes, fogosas, sexys, salvajes o dulces.
Ahora bien, el género opera dentro de estos fenómenos como algo inherente al propio proceso colonial. Con ello, se puede observar cómo la cosificación sexual responde también a los parámetros del heteropatriarcado. De hecho, aunque ciertamente el peso de la sexualización cae sobre cualquier género e identidad, por la propia naturaleza heteropatriarcal hace que recaiga de una manera más agresiva y masiva sobre las mujeres, así como sobre las identidades disidentes fuera de la normativa cis. En este sentido, y pese a que la respuesta a la sexualización de los y las canarias reside en la exotización y el componente racializador de nuestro acento y procedencia, el género opera como un componente ineludible.
La pornografía como un ejemplo práctico de la rentabilización del paraíso
La marca Made in Canarias dentro de la pornografía es bastante ilustrativo para representar cómo la exotización/sexualización que problematizamos se puede llegar a rentabilizar. Un ejemplo práctico puede ser el caso de una pareja tinerfeña que, debido a su precariedad laboral, decidieron embarcarse hace cuatro años en el porno, iniciando un canal pornográfico utilizando la procedencia “canaria” como enganche. Según cuenta un artículo para la cadena Sexta, en 2019 el canal había acumulado un total de 273.000 seguidores en la plataforma y sus videos habían sido visualizados hasta 206 millones de veces a lo largo y ancho del planeta.
El tirón que tiene la canariedad ante los ojos de unos espectadores foráneos y alejados de nuestras realidades reside, en parte, en que se dejan engatusar por la fantasía onírica del paraíso terrenal, carnal y tropical.
Ahora bien, no es descabellado plantear que el tirón que tiene la canariedad ante los ojos de unos espectadores foráneos y alejados de nuestras realidades reside, en parte, en que se dejan engatusar por la fantasía onírica del paraíso terrenal, carnal y tropical. De hecho, se podría cuestionar que tuviese el mismo tirón utilizar Made in si versara sobre otra ubicación geográfica peninsular, como por ejemplo, Made in Salamanca.
Por tanto, que aparezca la referencia a Canarias en sus vídeos puede estar ligada a su éxito mediático. Y es que, desde la antigüedad hasta la actualidad, las Islas se han relacionado con el paraíso, y el paraíso siempre ha sido un reclamo a la hora de poder dar rienda suelta a las pasiones y los deseos. Es por ello que la dicotomía paraíso-sexo se hace una vez más eco sobre el propio Archipiélago. Por ende, el engagement, que supone Canarias en esta marca pornográfica, es bastante probable que esté asociado a la idea inserta de las Islas como el paraíso terrenal de la desinhibición sexual.
Esto no es un hecho aislado. Desde los propios medios de comunicación se nos ha retratado bajo titulares vergonzosos como “Las canarias, entre las españolas que más sexo practican” (Diario de Avisos, 2017), “Los canarios, medalla de plata en la cama” (La provincia, 2018) o “La belleza de las mujeres canarias, un atractivo para invertir en las Islas” (2018). Por ello y en definitiva, es imposible dar por hecho que sea pura casualidad el alcance que ha tenido su canal. Al igual que también es imposible asumir que sea coincidencia que Canarias vaya camino de ser el prostíbulo de Europa (Torrado, 2016) o que nuestras propias corporalidades sean usadas como reclamo exótico explotable por el turismo europeo. En este sentido, sería recomendable que pudieses leer también El turismo y la exotización de los cuerpos y territorios canarios, un artículo donde profundizamos en este tema.
Ciertamente, la sexualización lleva aparejada una rentabilidad al nivel que sea. En la mayoría de las ocasiones, la cosificación sexual se encuentra dentro de un entramado tejido por violencias físicas y simbólicas hacia nuestros cuerpos, en particular el de las mujeres. Sin embargo, en otras ocasiones también se da una rentabilización personal a beneficio propio de manera consciente; un ejercicio del que hemos llegado a poder ser cómplices y partícipes en varias ocasiones, partiendo desde nuestro propio consentimiento.
La cosificación sexual se encuentra dentro de un entramado tejido por violencias físicas y simbólicas hacia nuestros cuerpos, en particular el de las mujeres. Sin embargo, en otras ocasiones también se da una rentabilización personal a beneficio propio de manera consciente.
¿Víctimas o cómplices de la sexualización de las corporalidades canarias?
Es incongruente responsabilizarse directamente de una imagen que nos ha sido impuesta por un discurso colonial y del peso de nuestro pasado, del que hemos sido víctimas y que ha quedado insertado a la fuerza de los siglos en nuestra propia estructura cognitiva e identitaria tal y como hemos identificado a partir de los estudios decoloniales. Si te interesa leer más sobre estos estudios aplicados a Canarias puedes leer también Repensar Canarias desde la decolonialidad, Desmontando la idea de raza y el racismo: una visión decolonial, Lectura decolonial de Las espiritistas de Telde de Luis León Barreto y Una lectura decolonial de la novela canaria Faycán.
No obstante, y pese a lo anterior, también sería irresponsable no comprender los grises que nos definen, así como el doble rasero que habitamos ya que en muchas ocasiones los privilegios eclipsan en número a nuestras opresiones, las cuales suelen presentarse maquilladas y edulcoradas. En este sentido, y aunque no sea plato de buen gusto encontrarte en situaciones en las que tus rasgos, tu acento y tu procedencia condicionen la visión que se tiene de ti, en parte a veces lo asumimos como propio; rentabilizando la idea de “somos del paraíso” y utilizando el “soy canaria”. En infinidad de ocasiones, estas frases suponen un buen pasaporte de entrada para algunos encuentros sociales fuera de las Islas, entre ellos, destacable los encuentros sexuales consentidos.
Esto es algo en lo que me identifico, asumiendo el doble rasero del habitar en una otredad exótica y alejándome por tanto de cometer el error de mitificar e idealizar una problemática en tercera persona sin asumir mi papel cómplice dentro de esta. El ser canaria puede cerrar muchas puertas, pero ciertamente puede abrir muchas piernas también. Y siendo consciente de lo fuerte que puede resultar una declaración como esta, es algo de lo que muchos y muchas somos conscientes en el extranjero o fuera del territorio insular, lo cual hemos aprovechado, bien con vergüenza, bien con orgullo. Y esto, sin duda, puede causar malestares a nivel personal o incluso levantar ampollas a nivel colectivo.
Para tratar esta dicotomía o este duelo interno, resulta interesante presentar la neurosis colonial y la problemática en torno a la construcción identitaria descolonizada. Sobre ella reflexiona Larisa Pérez (2018) en el artículo De Fanon a la interseccionalidad: Neurosis, sexo y descolonización, diciendo lo siguiente: “Ciertamente creo oportuno presentar cómo la identidad de una persona colonizada se convierte en una amalgama entre lo impuesto desde los procesos de colonización y lo propio, que no siempre es tan fácil de discernir, lo cual acaba acarreando una neurosis que se presenta como “una máscara que le impide conocer su verdadera piel” (p.110)
Por tanto, es fácil comprender cómo el malestar cultural que nos suponen estos grises que habitamos bebe directamente de lo colonial, ya que esta percepción sexualizada y cosificada sobre nosotras mismas se ha acabado por instaurar en nuestras cabezas como una dicotomía o lucha constante de la que queremos desprendernos. Una lucha que resulta imposible comprender si no lo analizamos desde una visión descolonial.
En definitiva, este malestar se puede traducir en ese doble rasero de la sexualización, que va desde la pura problematización de este fenómeno como un lastre cultural que nos acompaña a la rentabilización de este a nuestro “favor”.
Ni reproches ni culpas, autocrítica
Se deben asumir los grises para dotar de realidad al discurso y escapar de los esencialismos vacíos y de la trampa que entraña la hiper conceptualización de los hechos. Es complicado querer abarcar una realidad que nos atañe como Islas -y como consecuencia viviente de una colonización- sin tener en cuenta también los matices.
Para escapar de esencialismos que infectan las bases de los discursos -los cuales defienden nuestra historia, procedencia y porvenir- la autocrítica será de vital importancia. La autocrítica no es más que un arma necesaria para conseguir que el discurso se convierta en una herramienta performativa y no en un lastre esencialista que contamine una lucha legítima; una lucha que hunde sus raíces en la decolonialidad por bandera, en la introspección de nuestro pasado y en aclarar el porqué de nuestro presente político, social y económico.
Se deben asumir los grises para dotar de realidad al discurso y escapar de los esencialismos vacíos y de la trampa que entraña la hiper conceptualización de los hechos.
De hecho, esto no consiste en negar una problemática de la cual somos víctimas y que nos azota desde hace siglos. Consiste más bien en asumir grises para seguir transformando y no permitir que una lucha tan legítima como la descolonización del pensamiento y las corporalidades canarias se estanque. Con ello, aclaro que no se busca en ninguno de los casos culpabilizar estas actitudes, ya que todos y todas en ciertas ocasiones hemos sido tanto víctimas de esta sexualización como cómplices de ella. Por el contrario, con este artículo más bien se busca poner sobre la mesa cómo este fenómeno no solo atraviesa las tierras y las corporalidades, sino cómo se incrusta en nuestra estructura social y cognitiva.
Para cerrar unas preguntas para la reflexión: ¿acaso es posible desligarnos del todo de estos estereotipos que asumimos como propios?, ¿es siquiera factible conseguir pensarnos y representarnos sin dejar que nos atraviesen categorías coloniales como estas o ya forma parte irreversible de nuestro inconsciente? De momento, quizás la alternativa sea seguir analizando este malestar desde la descolonialidad y seguir deconstruyéndonos para construirnos en el proceso, siempre lejos de la culpabilización que nos ha perseguido de una manera u otra y en la que, las mujeres en particular, nos sentimos tan familiarizadas.
Conclusiones
En suma, la colonialidad opera en nuestras realidades de manera tan integrada que a veces resulta complicado ser consciente de los grises y matices que albergan ciertas problemáticas. No consiste en negar la problematización de un fenómeno como lo es la sexualización de nuestros cuerpos, sino más bien abrir un debate sobre en qué medida podemos llegar a ser cómplices de esta sin siquiera querer a veces. Debatir es, en definitiva, la única forma de progresar en la propia lucha sin caer en esencialismos vacíos. Con ello, en última instancia, podemos dejar de perpetuar discursos que a fin de cuentas -y beneficios egoístas aparte- nos hacen más daño que bien.
Agradecimientos
Agradecemos enormemente a Ana Roca por dejarnos usar su fotografía en este artículo como imagen de portada. Para conocer más su trabajo te invitamos a que visites sus redes:
Referencias
- Clark, Anna. (2010) Deseo. Una historia de la sexualidad en Europa. Cátedra.
- Pérez, Larisa. (2019) Hacia un feminismo decolonial canario. Reflexiones fanonianas. Tamaimos.
- Sergio C. Fanjul (12 de febrero de 2019) Made in Canarias: “Nos metimos a hacer porno porque estábamos quemados de nuestros trabajos”. La Sexta Noticias.
- Torrado, Esther (et. al) (2016). Diagnóstico de la prostitución de mujeres en Canarias. Narrativas de las opresiones y vulnerabilidades múltiples de género. Gobierno de Canarias. Universidad de La Laguna.