
La importancia del corto de Miguel G. Morales se debe a la labor archivista del autor, exponiéndose una gran cantidad de documentos gráficos como postales y archivos audiovisuales históricos que no dejan lugar a duda sobre el motivo representado en dicha escultura.
Polémica de El Ángel Caído
El Gobierno de Canarias a través de Patrimonio Cultural ha catalogado hasta 79 vestigios franquistas dentro de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife. Esto, que podría pasar como un simple dato desapercibido, ha reactivado una polémica que desde hace bastantes años se ha venido desarrollando en torno a la isla de Tenerife, donde dos posturas chocan en lo referente a la Ley de Memoria Histórica.
Ante todo esto, hay un caso particular que ha levantado el debate un sinfín de ocasiones: el Monumento a la Victoria, también conocido como Monumento a su Excelencia el Jefe de Estado, Monumento del Ángel, Ángel Caído o, simplemente, Monumento a Franco.
A lo largo de los años, la escultura dedicada al dictador ha recibido múltiples nombres como una solución propuesta para cambiar la simbología de la misma. Una solución un tanto extraña que no ha aminorado la polémica. Los expertos, principalmente historiadores, han atribuido sus motivos formales –además de su simbología, su contexto, la obra anterior de su realizador (Juan de Ávalos) y las propias crónicas históricas– con una representación del Caudillo.
Desde sectores políticos, como partidos y politólogos, han achacado este cambio de nombre como una respuesta para evitar la Ley de Memoria Histórica. El caso más paradigmático se dio en 2010, cuando el Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife decidió renombrar la escultura a “Monumento al Ángel Caído”. Asimismo, la Fundación Juan de Ávalos menciona esta obra como “Monumento Conmemorativo a la Paz”. Sin embargo, se reconoce mayoritariamente como el “Monumento a Franco” y, por la documentación histórica del momento, este parece ser el mejor seudónimo para la escultura.
Los defensores del Ángel Caído
Una de las grandes defensas del monumento viene desde la Asociación para la Investigación y Protección del Patrimonio Histórico San Miguel Arcángel, quien ha usado su financiación como uno de los motivos a conservar la escultura, destacando en varias vallas publicitarias a lo largo de Santa Cruz de Tenerife que hasta 80 mil vecinos de la provincia occidental habían donado dinero para la realización de la escultura.
Las donaciones de carácter “voluntario” durante esta época dejan muchas dudas, al igual que, por ejemplo, la “validez democrática” que tuvo la votación a la Ley de Sucesión en 1947 o la Ley Orgánica del Estado en 1966, donde la machacona publicidad y la dictadura no propiciaron una libre elección.
Dicho esto, la asociación también se ha amparado en la Fundación Juan de Ávalos y, más concretamente, en la figura de su hijo, el arquitecto Juan de Ávalos, quien ha intentado exponer en reiteradas ocasiones que su padre “era rojillo”, aunque también dijo en una entrevista a Jorge Dávila para El Día (Marzo de 2021) que “mi padre no era franquista. En casa nunca existió esa tradición pero, quizás, por todo lo que he vivido esté yo mucho más cerca de esos pensamientos de lo que lo estaba mi padre”, reconociendo que prefiere “una democracia controlada por unos tecnócratas que por unos vividores de la política” y que “el Ángel que está en Santa Cruz pueda ser interpretado como un símbolo de la victoria es una cuestión de sensibilidades”.
Además, desde la Fundación se defiende que la escultura tiene un valor artístico y económico importante ya que la han tasado en 45 millones de euros. También se señala como un importante enclave de mirada turística dentro de la ciudad.
Aparte de la Asociación, la Real Academia Canaria de Bellas Artes de San Miguel Arcángel solicitó al Cabildo en 2019 que fuera declarado como BIC. Esta solicitud fue rechazada porque había un procedimiento judicial en marcha relacionado con la Ley de Memoria Histórica. De paso, habría que reseñar que la Real Academia omite la Ley de Memoria Histórica amparándose en apartado 15.2 de la misma que viene a decir “que la ley no es aplicable cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artísticas religiosas protegidas” (Nuria Casas, ElNacional.cat).
Al igual que la Real Academia Canaria, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, la Real Academia de Extremadura o la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica y la Fundación CICOP siguen el mismo principio que esta en relación a la aplicabilidad de dicha ley. En referencia a esto, los entes que dictaminan que el monumento no tiene relación con el franquismo son los mismos a los que, como bien señala la Asociación para la Investigación y Protección del Patrimonio Histórico San Miguel Arcángel, pertenecía el escultor Juan de Ávalos: “poseer una obra de la categoría artística de la de Juan de Ávalos, académico de Número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid (1974) y de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes (1880) y Gran Cruz de la Orden de Isabel La Católica, honra sin duda el patrimonio artístico de Santa Cruz de Tenerife” (Andrés Bartolomé, La Razón).
El punto culmen de la defensa del monumento fue, como hemos reseñado al principio del apartado, la puesta en marcha de diferentes vallas publicitarias que fueron denunciadas por la Junta Republicana de Canarias. Dichas vallas aparecieron un día después de la celebración de un pleno municipal donde se debatió la retirada del monumento como propuesta de Unidas Podemos y con el rechazo de CC, PP y Ciudadanos a la misma. Además, la Justicia avaló la legalidad de las vallas publicitarias, no así de la escultura.
Miguel G. Morales y su cortometraje Ángel Caído
Muchos han sido los defensores que han expuesto a lo largo de los años motivos para la retirada del Monumento a Franco de las calles de Santa Cruz de Tenerife, última ciudad donde queda una escultura en la vía pública dedicada al Dictador, después de que a principios del 2021 la ciudad de Melilla retirase la que se encontraba en la Muralla Florentina.
Su cortometraje Ángel Caído (2018) fue un duro trabajo de dos años en diferentes archivos que dio como resultado una pieza de diez minutos cargada de dura objetividad.
Sin embargo, encontramos en la figura de Miguel G. Morales uno de los alegatos más cargados de crítica y de cierta poesía irónica. Su cortometraje Ángel Caído (2018) fue un duro trabajo de dos años en diferentes archivos que dio como resultado una pieza de diez minutos cargada de dura objetividad. En ella encontramos únicamente imágenes de archivo, postales y piezas audiovisuales; ningún contenido creado exprofeso por el autor salvo las palabras iniciales “El Golpe de Estado y la Represión Franquista dejaron entre 1.500 y 3.000 muertos o desaparecidos en Canarias”.
Miguel G. Morales –para el que no lo conozca– es un cineasta independiente nacido en Tenerife que ha abordado a lo largo de su carrera diferentes perspectivas, pero caracterizándose en sus últimos años por realizar documentales de corte archivístico y eclécticos donde la investigación y la experimentación juegan un papel fundamental. Curtido en la reputada Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, el cineasta tinerfeño apostó durante sus primeros años por la ficción con Cicatrices. Al poco tiempo realizó su primera pieza documental, El Viejo y el Lago (2001), donde aborda el tema de la soledad que se convertiría a partir de entonces en una de las señas de identidad de su filmografía.
Su mirada siempre ha ido cargada de un profundo sentido crítico y en sus trabajos ha desarrollado temas que abordan importantes temas de la cultura canaria como los referidos a la Segunda República o al Surrealismo en Canarias. Un ejemplo perfecto de esto es su último filme estrenado, De los nombres de las cabras (Silvia Navarro Martín & Miguel G. Morales, 2019), donde recoge el material sonoro legado por Luis Diego Cuscoy (arqueólogo e historiador cuyas investigaciones han sido trascendentales en la Historia de Canarias) para analizar junto a Silvia Navarro –en forma de ensayo documental– como hay un relato de ficción que ha sido impuesto al pueblo canario en lo referido a nuestros antepasados indígenas.
El legado que nos ha dejado Miguel G. Morales en más de 20 años de profesión está muy relacionado con la narrativa archivística, siendo su trabajo el mayor ejemplo que tenemos en Canarias de este tipo de documentales. Su último trabajo, Ekaterina (2021), se ha intentado alejar de esta perspectiva en una vuelta a la ficción y este año se encuentra preparando el largometraje de ficción Salvaje es el viento.
Filmografía completa del autor:
El Viejo y el Lago (2001)
Aislados, la esencia de un espíritu (2003)
Maud: Las dos que se cruzan (2004)
Al Silencio (2005)
Monsieur Domínguez (2007)
Iter in semet ipsum (2009)
Los mares petrificados (2010)
Una luz en la isla (2011)
Aldecoa, la huida al paraíso (2011)
Taro. El eco de Manrique (2012)
Maestro de obra (2014)
Retina (2014)
Las Manos (2015)
Hombre que hace que duerme (2015)
Juana (2016)
Pozo negro (2017)
Ángel Caído (2018)
De los nombres de las cabras (2019)
Ekaterina (2021)
Las pruebas fehacientes del cortometraje Ángel Caído
En plena disputa ideológica por los catalogados restos franquistas de Santa Cruz de Tenerife, hemos querido rescatar una pequeña pieza documental de corte experimental sobre el más icónico monumento fascista de Canarias.

En palabras del cineasta, el cortometraje trata de denunciar la “estructura social que pervive en la ciudad de Santa Cruz de una forma latente”, considerando que “el franquismo no se ha ido y nunca terminó del todo, por lo menos es lo que se puede sentir en ciudades como Santa Cruz de Tenerife”. Además, recalca que “hay muchas personas que siguen siendo franquistas en su forma de ser y actuar” y que este pensamiento “sigue muy enraizado en lugares como Tenerife” debido a que cierta población muestra “añoranzas de la dictadura” y que están “presentes en algunos estratos del poder económico, turístico y social”. Por lo que a fin de cuentas el cineasta cree que esto mismo es lo que hace que nos intenten perpetuar ese monumento al Golpe de Estado de 1936 “como un reclamo turístico” con el objetivo de “llevarlo al imaginario del pueblo para que se desvanezca en la desmemoria”.

La validez del cortometraje se encuentra en su objetividad. Al usar únicamente fondos de archivo nos permite acercarnos a la historia de una forma más veraz y próxima. Nos muestra piezas fotográficas del lugar donde se gestó el Golpe de Estado, también de las obras de realización de la Cruz de los Caídos y del Monumento a Franco, de la inauguración de los mismos, de celebraciones conmemorativas, y, por si no fuera poco, añade postales que muestran el sentido turístico y folclórico que se le ha dado desde las instituciones a estos monumentos. Además, incluye piezas de documentales y narraciones tanto en español como en inglés que describen el lugar como un claro vestigio franquista.
A todo esto, el cineasta le da un contrapunto sonoro a la pieza con canciones de carácter folclórico, odas a Tenerife y Santa Cruz que contrastan con la perpetuidad anquilosada de la imagen y que subrayan –más si cabe– el sentido crítico de Ángel Caído, aportando cierta ironía a las imágenes a través de la música.
Conclusiones
Si algo podemos extraer de todo esto es que, para empezar, la polémica está más que servida y que esta parece no tener un final próximo.
Ángel Caído es una pieza que no entra en polémica porque simplemente acaba con ella. Su contenido no deja lugar a dudas y lo que en un principio podríamos considerar un ensayo crítico, luego nos sirve para reflexionar y darnos cuenta de que su contenido no es más que la traslación de la realidad de los días del franquismo a nuestros días, sin filtros ni obsesiones por ocultar una simbología imperante.
Miguel G. Morales ha apostado durante muchos años por la narrativa documental a través del archivo, pero siempre con un gran sentido crítico y personal con una mirada de las que hacen extrema falta en cualquier sociedad. Y Ángel Caído es un gran ejemplo de la capacidad de un cineasta a reivindicar.
Por último, queremos agradecer a Miguel G. Morales por atendernos y concedernos los materiales necesarios para la publicación del artículo.
Audiovisuales
Miguel G. Morales. Ángel Caído (2018).
Inauguración al monumento al dictador en Santa Cruz de Tenerife (1966).
Webgrafía
Andrés Bartolomé (La Razón, 24 de mayo de 2021). La Justicia ampara las vallas en apoyo al monumento a Franco en Tenerife.
Andrés Bartolomé (La Razón, 4 de marzo de 2021). El Ángel de la Victoria, (pen)último asalto en Tenerife por eliminar a Franco del espacio público.
Aurelio Ruiz Enebral (El Confidencial, 25 de febrero de 2021). Un informe reclama proteger la última estatua de Franco en Santa Cruz de Tenerife.
Europapress. Tenerife alberga «la mayor escultura dedicada al demonio» tras cambio de denominación del monumento a Franco (22 de agosto de 2010).
Gobierno de Canarias. Patrimonio Cultural concluye el catálogo de vestigios franquistas (8 de febrero de 2022).
Jennifer Jiménez (El Diario.es, 13 de febrero de 2022). De cómo Santa Cruz de Tenerife se convirtió en ciudad de propaganda y exaltación del franquismo.
Jorge Dávila (El Día, 29 de marzo de 2021). “Franco sabía que mi padre era un rojillo, pero también sabía que era el mejor cuando lo contrató”
Nuria Casas (ElNacional.cat, 26 de febrero de 2021). Asociaciones culturales luchan para preservar la última estatua de Franco.