'; ; Modorra Guanche ✅ La Epidemia que Mató a Miles de Canarios
la modorra guanche

La modorra guanche: el primer caso de guerra bacteriológica

14 de diciembre de 1494. Tenerife. Las tropas castellanas, unas 2.000 unidades, se organizan en torno al barranco de Acentejo dispuestos a sufrir una dura resistencia. Es el último bastión que queda sin conquistar en todo el Archipiélago. Se acuerdan de la matanza que se desplomó sobre ellos unos meses antes, muy cerca de allí. Sin embargo, la batalla dura poco. Los 6.000 guanches apenas oponen resistencia. Algo les ocurre. Se les percibe débiles, cansados, amodorrados… En el siglo XV comenzó un tipo de ataque mucho más devastador que cualquier otro, porque era involuntario e inesperado. Las poblaciones indígenas de América fueron diezmadas por culpa de epidemias traídas por los conquistadores. Cólera, viruela, gripe, etcétera. Y en Canarias, los guanches sufrieron lo que se dio en llamar la modorra guanche o el moquillo.

Un poco de contexto antes de la llegada de la modorra guache

conquista de tenerife
Escultura de Mencey Bencomo en la Plaza de La Patrona de Canarias. Candelaria, Tenerife. Escultor: José Abad. Fuente: José Mesa
En 1494, Gran Canaria ya era parte de la Corona de Castilla (1483). Tenerife, no. Un general, que había participado en la conquista de Gran Canaria, vio su oportunidad en 1492 y solicitó a los Reyes Católicos el Derecho de Conquista de La Palma. Su nombre era Alonso Fernández de Lugo. Lo de de Lugo no se lo tomen al pie de la letra, era de Cádiz. Aunque ya lo había intentado y fracasado el comandante Guillén de Peraza en 1447, entonces herido de muerte por impacto de piedra, la conquista palmera fue relativamente fácil para Fernández de Lugo. Sobre todo porque, tras ser rechazado una y otra y otra vez por el mencey Tanausú, último defensor de la Isla, le solicitó parlamento pacífico para llegar a acuerdos por la vía diplomática. El gaditano, ni corto ni perezoso, se hizo un sombrero con la diplomacia en una treta que consistía en aprovechar la buena fe del benahoarita y apresarlo, meterlo en un barco y mandarlo a la Península. Durante el viaje, Tanausú hizo huelga de hambre en protesta por la traición, y murió.

La conquista de La Palma, en 1493, espoleó a Fernández de Lugo para pedir también el Derecho de Conquista de la isla de Tenerife. Hay que aclarar que, por lo general, las conquistas en las distintas islas se desarrollaron de forma parecida: primero se daba la rendición y asimilación de gran parte de los menceyatos, que aceptaban ser evangelizados en la fe cristiana si los invasores les dejaban más o menos en paz. Luego habían de enfrentarse a la otra parte de los menceyatos, los opositores, dispuestos a defenderse con todo lo que tuvieran. Los castellanos solían contar con la ayuda, muy poco voluntaria, de los menceyatos ya conquistados, en los enfrentamientos frente a los que decidían resistir. El caso de la conquista tinerfeña no es diferente al resto. Pero, en este caso, tal vez la vanidad fue la mayor enemiga del conquistador.

En la primavera de 1494 fue cuando Fernández de Lugo intentó dominar a los indígenas más rebeldes de la Isla, sobreestimando su superioridad hasta la insensatez. Ya había llegado a acuerdos con los menceyatos de Güímar, Icod, Adeje o Abona, pero los huesos más duros de roer eran los del norte: Taoro, Tacoronte y Anaga. En mayo, tropas castellanas, y también guarniciones guanches integradas se adentraron en el reino de Taoro, creyendo ingenuamente que estaban pasando desapercibidos, con la intención de ocupar el sitio y debilitar a su rival: les robaron el ganado. Lejos de impedirlo, el mencey Bencomo fue paciente. Esperó a que se internasen en el barranco empinado y escarpado, repleto de vegetación y de elementos naturales que tan bien conocían, y una vez allí comenzó la tormenta de silbos llamando a los animales, que se revolucionaron en estampida. Aprovechando la confusión, los guanches atacaron ferozmente con su rudimentario armamento. El resultado fue una masacre. O más bien una matanza: la Matanza de Acentejo.

Las tropas castellanas tuvieron que replegarse y volver a Gran Canaria, aprovisionarse, replantear la estrategia, acumular mayores apoyos… Ya en noviembre, los castellanos obtienen una importante victoria en la batalla de Aguere, o batalla de La Laguna, donde consiguen acabar con la vida de Bencomo. Y el 14 de diciembre, 6.000 guanches esperaron en el mismo lugar donde meses atrás habían vencido, una nueva arremetida de los castellanos. Sin embargo, los indígenas estaban sentenciados por un aliado castellano con el que nadie contaba: la modorra. El resto, es historia. Se completaba así la conquista de Canarias.

La modorra guanche: ¿qué fue en realidad?

Tenido fue por cosa de milagro, que aunque tantos morían sin remedio, en todo el tiempo que duró la guerra no se halló jamás ningún soldado de los de España del contagio herido, aunque andaban entre ellos de ordinario”. Así escribió el ilustre historiador Antonio de Viana a comienzos del siglo XVII. Los conquistadores castellanos consideraron que era fruto de la intervención divina, por la principal razón de que los guanches perecían sin remedio, uno a uno, de forma devastadora, pero no afectó ni a un solo soldado cristiano. También esa fue la intuición de los guanches. Los cronistas e historiadores de la época y posteriores, en especial Viera y Clavijo, refieren los síntomas de la modorra de la siguiente forma: “Sueño veternoso (aletargado), calenturas malignas y punta (dolor) de costado”.

Hablamos de una enfermedad extremadamente contagiosa, extremadamente mortífera y que solo afectaba a los guanches.

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La matanza de Acentejo, Gumersindo Robayna. Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife
Traducido a un cuadro clínico moderno, sería fiebre muy alta entre los 38’5º y los 39º, un profundo sopor y debilidad, en ocasiones incluso coma, y ese dolor de costado correspondería con neumonía. Además, los datos hablan de rinorrea abundante y estornudos frecuentes, de ahí lo de “moquillo”, tos, y dificultad respiratoria. El doctor Conrado Rodríguez-Maffiotte, director del Instituto Canario de Bioantropología y Museo Arqueológico de Tenerife (coautor del libro El enigma de la modorra: la epidemia de los guanches), y la Técnico Superior del Instituto Canario de Bioantropología, Mercedes Martín, han llevado a cabo una exhaustiva investigación de la sintomatología, elevando la modorra guanche al nivel de epidemia. Según sus aportaciones, se extendió desde el invierno de 1494 a la primavera de 1495. Afectaba masivamente a todos los grupos etarios por igual. La tasa de morbilidad (contagios en un periodo de tiempo determinado y en relación con el total de la población) se situaba entre el 30% y el 50%. El cuadro clínico duraba muy poco, entre unas horas y tres días como máximo, y tenía una tasa de mortalidad del 50%. Es decir, hablamos de una enfermedad extremadamente contagiosa, extremadamente mortífera y que solo afectaba a los guanches.

Los diferentes estudios e investigaciones proponen un amplio abanico de posibles enfermedades, desde poliomielitis o la enfermedad del sueño (tripanosomiasis africana, la de la mosca Tse-Tse), peste, fiebre tifoidea, sarampión, tifus… Viera y Clavijo situó la explicación de la modorra en la inhalación de gases pestíferos que emanaban de los cadáveres insepultos de los guanches, pero a día de hoy ha sido ampliamente desmentida. Existe también un sector, tal vez algo más conspiranoico, que habla de un envenenamiento de las nacientes de ríos y riachuelos por los que discurría el agua para abrevar. Esta teoría se basa, entre otros indicios, en el hecho de que los guanches no vivían en asentamientos sino en pequeños clanes familiares muy desperdigados entre ellos, demasiado alejados como para que se diera el contagio de un agente infeccioso. Por su lado, Martín y Rodríguez-Maffiotte sostienen una conclusión mucho más simple. Atendiendo al cuadro clínico de la enfermedad, así como a su ratio de contagio y su acción fulminante, cierran el caso de forma tajante: gripe. Y ni intervención divina ni Cristo que lo fundó, la modorra no afectó a los castellanos porque estaban ya inmunizados frente al patógeno. En ese sentido, la modorra supone lo que técnicamente se conoce como una epidemia en suelo virgen.

Las consecuencias fueron catastróficas para la población guanche. Murieron entre 5.000 y 8.000 guanches, en una población de menos de 25.000, es decir murió entre el 25% y el 30% de los indígenas tinerfeños. Esto acrecentó uno de los problemas clásicos de cualquier guerra, el abandono de las labores de subsistencia, agrícolas, ganaderas, económicas, que sostenían a los clanes. En conclusión, la modorra mató a tantos guanches, o quizá más, que la propia guerra contra los castellanos, que ni siquiera sabían que portaban el patógeno. Es uno de los primeros casos en la historia de guerra bacteriológica.

La guerra química y bacteriológica

En el año 257 d.C. tuvo lugar el primer ataque con arma química confirmado de la historia. Sucedió en la antigua ciudad de Dura Europos, fundada por Grecia, conquistada por Roma, y asediada por Persia. Corresponde a la actual Siria, a orillas del Éufrates, y a medio camino entre Alepo y Bagdad. En la batalla por la ciudad, los persas construyeron una serie de túneles para atacar los cimientos de la muralla. Cuando fueron descubiertos por los romanos, éstos cavaron también túneles para evitar que alcanzaran sus objetivos. Y fue ahí abajo, sin posibilidad de huir, que los persas quemaron una especie de bombas fétidas hechas con cristales de azufre pringados con betún, que desprendían un gas venenoso.

Desde entonces, la guerra química y bacteriológica se ha venido practicando de forma constante. Uno de los ataques químicos importantes más recientes es el de Guta, en Damasco, Siria. Ironías de la historia. Fue en agosto de 2013 y murieron más de mil personas, civiles y niños inclusive, a causa de varias bombas con gas sarín, que provoca la parálisis de los músculos en el tracto respiratorio y la consiguiente asfixia. En tan solo dos años, entre 1519 y 1521, el imperio azteca fue prácticamente barrido por la introducción de enfermedades como la viruela o el sarampión, que tenían unas tasas de mortalidad que llegaban al 90%, en un proceso que encuentra su precedente absoluto en la modorra guanche. Durante la Segunda Guerra Mundial, los aliados fabricaron suficientes dosis de ántrax para aniquilar a toda la población del planeta varias veces, en lo que se llamó ‘Proyecto N’.

En 1997 se creó la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2013 por conseguir que Siria, tradicional opositora, firmara el acuerdo de una vez por todas. Fue un mes después del ataque de Guta.

Recursos Bibliográficos

1 Comentario

  1. Interesante intentar caracterizar clinicamente la modorra, pero hablar de guerra bacteriologica me parece UN POCO DESACERTADO.Hablar encima de que es el «Primer caso» es completamente falso.

    Guerra bacteriologica implica CONOCIMIENTO DE CAUSALIDAD, Y NADA PARECE INDICAR QUE LOS CASTELLANOS LO HICIERAN SIENDO CONSCIENTES (NO CONOZCO DATOS DONDE HUBIERAN USADO ANTES ESTAS TACTICAS, Y VENIAN DE UN PERIODO EXTENSO DE ASEDIOS Y CAMPAñas  que luego llamaron «Reconquista» donde se podrian haber beneficiado enormemente de tacticas asi).

    PARECE MAS BIEN QUE ESTAMOS ANTE UN horrible EFECTO SECUNDARIO DE LA BARBARIE Y FALTA DE ASEPSIA DE LOS INVASORES, EN LUGAR DE UN ACTO DE GUERRA DELIBERADO.

    Y, sobre todo, DECIR QUE ES EL «PRIMER CASO dE GUERRA BACTERIOLOGICA» ES ESPANTOSAMENTE EQUIVOCADO. LOS HITITAS YA UTILIZARON AUTENTICAS TACTICAS DELIBERADAS PARA EXTENDER UNA PLAGA CONTRA SUS ENEMIGOS (https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_biol%C3%B3gica, https://bellumartishistoriamilitar.blogspot.com/2012/02/la-guerra-biologica-de-los-hititas.html) y los mongoles tambien eran celebres por envenar fuentes de agua y arrojar cadaveres infectados durante los asedios.

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