El vicedirector de la Real Academia Española, físico e historiador de la ciencia, José Manuel Sánchez Ron escribió en 2021 el libro ‘Blas Cabrera, científico español y universal’. En él nos habla de la correspondencia que mantenía Blas Cabrera con Ortega y Gasset, o de cómo Ramón Menéndez Pidal lo recomendó al Ministro de Instrucción Pública para que Blas Cabrera realizara estudios sobre la aplicación de rayos X en 1928. Tal es, incluso hoy en día, la importancia de la figura de Blas Cabrera.
En la primera entrega de este díptico sobre el físico canario vimos que venía de una familia conejera, con cierta importancia en la sociedad de La Laguna. Que, tras mostrar su interés científico en el IES Cabrera Pinto (entonces Instituto Canarias), se licenció en Ciencias Físicas y Matemáticas con 20 años, y a los 27 ya era Catedrático de Electricidad y Magnetismo. Que es admitido en la Real Academia de Ciencias, y que fundó el Laboratorio de Investigaciones Científicas, junto al premio Nobel Santiago Ramón y Cajal, centro del cual era director. Y, en 1910, consigue una beca de postdoctorado para trabajar con el eminente físico francés Pier Weiss en Suiza. Blas Cabrera se va al Instituto Politécnico de Zurich con su esposa, la pianista María Sánchez Real, y sus hijos Blas y Luis (su tercer hijo, Nicolás, nacerá en Madrid unos años después). Fue durante esa estancia en Zurich cuando conoció a Albert Einstein, que había estudiado allí su licenciatura.
Movimientos telúricos
Albert Einstein, el personaje del siglo según la revista Time, nació en Ulm, Alemania, en 1879 (10 meses después que Blas Cabrera), y estudió física en Zurich, que por aquel entonces era una ciudad vibrante. Irónicamente, fue el único estudiante de su promoción que no consiguió el título de maestro al graduarse. Al parecer, fue porque a sus profesores no les gustaba su comportamiento. Por eso, al contrario que Cabrera, durante los primeros años del siglo XX estuvo como cualquier estudiante al salir de la universidad hoy en día, deambulando sin rumbo y a la espera de que le llegase un trabajo.
El famoso periodo de la Oficina de Patentes de Berna, que se suele ver como que Einstein quería un trabajo insulso para poder avanzar en sus investigaciones científicas, no fue tal. Einstein llevó a cabo sus descubrimientos a pesar de echar horas en su trabajo en la Oficina de Patentes, que le había conseguido su padre a través de un amigo en 1902. Albert y su esposa Mileva Maric ya habían tenido una malograda hija, fuera del matrimonio, Lieserl, que mantuvieron en secreto y que falleció con apenas un año. En 1904 nació su segundo hijo, Hans Albert. Necesitaban pagar las facturas.
Cualquier físico conoce bien, como mínimo, dos fechas: 1666, el año en que Newton descubrió, entre otras cosas, la gravitación universal; y 1905, el “año milagroso” de Einstein, en que escribió cuatro papers científicos importantísimos, cada uno merecedor de un Nobel. Destacan dos: la explicación teórica del Efecto Fotoeléctrico, que ayudó a entender la naturaleza de la luz (por el que, efectivamente, ganaría el Premio Nobel); y la Teoría Relatividad Especial, digamos una versión de la teoría que sólo funcionaba en condiciones ideales. Gracias a esto, consigue una plaza de profesor en la Universidad de Berna, en 1908, y pronto se traslada a la Universidad Alemana de Praga. Cuando conoce en Zurich a su colega Blas Cabrera, en el periodo entre 1910 y 1912, Albert Einstein ya era alguien. Ya se comenzaban a divulgar sus teorías. Si el siglo XX lo conocemos como el siglo en que cambió la historia de la física, equiparable a descubrir la esfericidad de la Tierra, el periodo en que se encuentran Albert y Blas sería la fase de gestación de las dos grandes teorías que provocarían el cataclismo: la Teoría de La Relatividad (compendio de la Especial y la General, publicada en 1915) y la Mecánica Cuántica.
Son los años de los grandes nombres: Marie Curie, Max Plank, Schrödinger, Heisenberg… Y hay un nombre, Ernest Solvay, menos conocido, pero asimismo enormemente importante. Fue quien sufragó los conocidos Congresos Solvay, unas conferencias iniciadas en 1911 que reunían cada tres años a las más grandes personalidades de la ciencia en Europa. Eran como los festivales de cine para la ciencia, donde se compartían las principales teorías y los más modernos avances en el mundo de la física, y se daban a conocer y se discutían los nuevos descubrimientos. La conocida como ‘La fotografía más importante de la historia de la ciencia’, que cuelga en casi cualquier escuela de física, corresponde al grupo que conformó el quinto congreso Solvay en 1927. Blas Cabrera no se encuentra en esa fotografía por muy poco.
¡Newton ha muerto!
Así eran los titulares en 1923, año en que Einstein hace su primera y única visita a Madrid, en la que Blas Cabrera fue su anfitrión. Para entender lo que significaba traer a Albert Einstein en aquel momento, tenemos que entender qué hizo. Como hemos dicho, publica la Relatividad General en 1915. Einstein, entonces, nos dice que el espacio y el tiempo están relacionados a través de una nueva concepción, en la que ninguno de los dos es absoluto, se dilatan y se contraen de manera recíproca. El tiempo es, entonces, una dimensión física más, la cuarta, y se relaciona con el espacio en lo que se llama espacio-tiempo, que es todo lo que nos rodea, el medio en el que existe todo lo que existe. La gravedad es, entonces, una contracción del espacio-tiempo causada por los objetos con masa, en la cual un objeto con mayor masa doblegará el espacio-tiempo de todo lo que le rodea. Por tanto, los objetos con menor masa que estén cerca, se verán afectados por ese pliego espaciotemporal. El sol, por ejemplo, pliega el espacio-tiempo de su entorno, como una bola de bolos caída sobre la lona que cubre una piscina, y el resto de planetas caen en esa lona, moviéndose por ella. Eso es lo que llamamos orbitar.
Lo más salvaje de todo es que pudo demostrarse de forma empírica. El 19 de mayo de 1919 tuvo lugar tal vez el eclipse de sol más famoso de la historia. Sirvió para comprobar que la luz de las estrellas que se situaban cercanas al contorno del sol, al pasar junto al astro y llegar hacia nosotros, había cambiado su trayectoria. Es decir, había sido afectada por la curvatura espaciotemporal del sol. Newton había dicho que todos los cuerpos con masa se atraían entre sí de forma instantánea, pero no sabía por qué. Einstein lo contradijo: no se atraen los cuerpos, es el espacio lo que se curva entre ellos. Newton había muerto. Einstein era la nueva estrella del momento.
Durante los primeros años de los Solvay, Cabrera estará desvinculado de ellos. Vuelve a Madrid a hacer física y a divulgar las teorías más punteras. Entre ellas, la Teoría de La Relatividad de su amigo alemán. Blas nunca se olvidó de su tierra, volvió a Canarias en varias ocasiones, entre las que destaca la de diciembre de 1920, en la que dio una serie de conferencias titulada: ‘Transformaciones que han sufrido los principios fundamentales de la ciencia en los últimos tiempos’, o ‘Estructura de la materia’. Sencillito. La cuestión es que, sólo un año después de que se confirmara la Relatividad, Blas Cabrera estaba divulgando esta teoría a sus paisanos en Tenerife. Poco después, sería el propio físico canario el primero en traducir al español la gran teoría: Principio de Relatividad (1923). Podemos aventurarnos a decir, por tanto, que Canarias fue realmente uno de los primeros lugares del mundo en que se transmitió la Teoría de La Relatividad.
Blas Cabrera, científico universal
Y llegamos así al Madrid de 1923, a la visita de Einstein en la que Blas Cabrera fue su anfitrión, en la que conoció al rey Alfonso XII, y en la que dio el discurso con que comenzamos esta serie de dos artículos: “(…) el pueblo español se encamina hacia el trabajo científico después de haber producido para la humanidad cosas tan grandes en la esfera del arte” (4 de marzo de 1923). Para más inri, Einstein ya había ganado el Premio Nobel, en 1919, no por la Relatividad, sino por el Efecto Fotoeléctrico. Se cuenta que, caminando por las calles madrileñas, el científico alemán fue reconocido por un transeúnte, que le gritó: “¡Viva el inventor del automóvil!”.
Esta visita marca el comienzo de la era más gloriosa de Blas Cabrera, volviendo al punto de partida del bucle extraño que comenzó en Zurich. La creciente fama del profesor de magnetismo y divulgador canario le lleva a ser seleccionado para entrar en la Academia de Ciencias de Francia, mundialmente importante, en 1928. Se había quedado una vacante, y para admitir a nuevos miembros los académicos tenían que votar. Los candidatos eran Blas Cabrera, y nada más y nada menos que Neils Bohr, uno de los padres de la física cuántica. Éste último había ganado el Premio Nobel seis años antes. La votación quedó 42 a 2. Ganó Cabrera.
Volvamos a los Congresos Solvay. Se estaba organizando la sexta conferencia, la de 1930. El veterano físico Hendrik Lorentz, padre del electromagnetismo, se acababa de jubilar y había hueco para uno más. Entonces, la dos veces ganadora del Premio Nobel (única persona en la historia que lo ha conseguido) Marie Curie, y la estrella del momento Albert Einstein propusieron a Blas Cabrera para que formase parte del congreso. Hay quien reivindica a Cabrera como uno de los padres fundadores de la Mecánica Cuántica. Ésta teoría acababa de nacer. Fue en 1927 cuando Borh, Heisenberg y Max Born escribieron la que se conoce como Interpretación de Copenhague, la concepción clásica de la teoría. Y los experimentos de Blas Cabrera ayudaron a confirmar esta interpretación de la cuántica en el campo del electromagnetismo. La foto del Solvay de 1930 bien podría estar colgada en todos los institutos de Canarias. Cada congreso versaba sobre un tema concreto. Y, ¿sobre qué discurrió el sexto congreso Solvay? Cómo no, sobre magnetismo. La ponencia de Cabrera, en francés, titulada ‘Le Magnèton’ (El Magnetón), fue la más larga e importante según las actas del congreso. Pareciera que aquel Solvay estuviera hecho para Blas Cabrera.
Ese mismo año, 1930, le nombran rector de la Universidad Central de Madrid (hoy Universidad Complutense de Madrid). Poco después, 1932, por mediación de Einstein, la Fundación Rockefeller financia un nuevo laboratorio, moderno y adecuado a la importancia de lo que se estaba haciendo en la ciencia española: el Instituto Nacional de Física y Química. Hoy en día es sede del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
En aquellos años, entra en el Comité Internacional de Pesos y Medidas (BIMP, fundado el día del cumpleaños de Blas Cabrera, 20 de mayo, unos años antes de su nacimiento). En aquel momento era una suerte de Biblioteca de Alejandría, más por la salvaguarda del conocimiento que por la cantidad. Las medidas como el metro son convencionales, en el sentido de que se tomó una unidad de distancia que fuera funcional para el ser humano (en el caso del metro estaba definido como la diezmillonésima parte de la distancia que separa el polo norte de la línea del ecuador), se guardó físicamente en la Academia de Francia. Era una barra de platino. Pero ya habían pasado una guerra mundial, y el ambiente en Europa no parecía augurar un porvenir pacífico, así que tuvieron que tuvieron que definir las medidas en virtud de cosas que no hubiera que atesorar físicamente. Por ejemplo, un segundo hoy en día está definido como: el tiempo que tarda un átomo de cesio 133 en hacer 9.192.631.770 oscilaciones. Pues Blas Cabrera fue nombrado secretario del BIMP. Pero llegamos al año que lo cambia todo. 1936 comienza con el nombramiento de Blas Cabrera como académico de la RAE, y también rector de la Universidad Internacional de Santander.
El colapso de la hipótesis de Blas Cabrera
Blas Cabrera estaba en su momento más dulce. Pero la Guerra Civil, como hizo con tantas y tantas personas, cercenó de golpe el futuro profesional del canario, y con ello la posibilidad de una España creadora de ciencia. El alzamiento golpista del 18 de julio de 1936 coge al científico dando un curso de verano en Santander para alumnos de otras zonas del país. Aquí tiene lugar una anécdota que ejemplifica lo amante del saber que era Blas Cabrera, así como el absurdo juicio ideológico por el que se simplificaba a los seres humanos durante el conflicto, sobre todo si atendemos a cómo acabó Cabrera sus días en el destierro. Aquel día, cinco alumnos fascistas de Blas Cabrera se levantan, con el brazo en alto, proclamando por la grandeza de España, una, grande y libre… Blas Cabrera, creyendo que podría salvar a esos jóvenes a través de la educación de morir por una causa sin sentido, consiguió que las autoridades no entraran en la universidad hasta que el curso de verano hubiera terminado, como Unamuno evocando lo sacro del templo de la inteligencia.
La universidad continuó hasta agosto, y en ese momento entraron las autoridades en tropel y apresaron a alumnos filofascistas. Fueron llevados a un barco-prisión en la costa santanderina. Franco estaba a las puertas, entrando por San Sebastián. El bando republicano estaba evacuando la ciudad. Entonces Blas Cabrera comprendió que los 200 alumnos de la escuela de veranos eran su responsabilidad, tenía que devolverles sanos y salvos a Madrid. Quiso interceder ante las autoridades republicanas por los cinco fascistas, porque antes que eso eran sus alumnos. Pero no pudo hacer nada por ellos. El 27 de diciembre, Franco bombardea Santander. Los republicanos, furiosos, hacen volar el barco-prisión lleno de fascistas.
El 4 de septiembre, Blas Cabrera se marcha con sus alumnos a Francia, por San Juan de Luz, y de ahí consigue llegar a Madrid con sus 200 alumnos. En su esperanza de que el conflicto no fuese fructífero, siguió con sus trabajos. Tenía una reunión en París por el BIMP. Se marcha de Madrid a principios de octubre, haciendo caso omiso a la llamada a filas de los republicanos. Aquella sería la última vez que pisase territorio español en su vida. Cabrera se exilia en México. Al acabar la guerra, en 1939, se crea un organismo llamado Comisión Para la Depuración del Personal Universitario, un nombre muy elocuente. Un científico lo preside, Antonio Rocasolano (recuerden ese nombre), que le quita todos sus títulos, el de académico de la RAE, el de Rector, o el del Instituto Nacional de Física y Química, le acusa de haber prestado servicio al Bando Republicano y haber “laborado contra el prestigio español”. La dictadura se encargó de pulverizar la vida y obra de Blas Cabrera. Con el estallido de la II Guerra Mundial, muchos científicos, como Einstein, corren la misma suerte. Neils Bohr le propone a Blas Cabrera, en una carta manuscrita en castellano, crear una escuela de ciencia alejada de los conflictos europeos, en Chile. Pero pocos años más tarde, en 1945, aquejado de una severa enfermedad de Parkinson, Blas Cabrera muere en Ciudad de México. No llegó a ver terminar la II Guerra Mundial.
Blas Cabrera ha estado oficialmente suspendido de la historia de la ciencia española hasta nuestros días. Exactamente hasta 2019, que, a petición del entonces Ministro de Ciencia, Pedro Duque, se le restituyeron todos sus cargos y fue reconocida la ilegitimidad con la que Franco represalió a Blas Cabrera y a otros seis importantes científicos españoles. El 12 de octubre de 2022, sus restos mortales llegaron a La Laguna desde México, en un acto presidido por el alcalde, y fue enterrado en el cementerio de San Luis. Sin embargo, todavía queda una dolorosa injusticia que las autoridades deberían subsanar. El Instituto Nacional de Física y Química, el sufragado por la Fundación Rockefeller para las investigaciones de Blas Cabrera, hoy sede del CSIC, se llama en la actualidad Instituto de Química-Física Rocasolano. Cruel ironía.
Bibliografía
- Méndez Ramos, Jorge. Blas Cabrera Felipe, científico canario, uno de los «padres fundadores» de la Mecánica Cuántica. Seminario doctoral ULL.
- Méndez Ramos, Jorge. LUZ 2. Albert Einstein, Blas Cabrera y las «tierras raras». Seminario doctoral ULL.
- Sacristán, Enrique. Blas Cabrera, el gran físico español amigo de Einstein. SINC
- Trujillo Casañas, Leandro. BLAS CABRERA FELIPE Y CANARIAS. Instituto E.S. «Cabrera Pinto».
- Hace 125 años se apagaron las velas en Santa Cruz de La Palma y la electricidad iluminó la ciudad. La Palma Ahora
- Ansede, Manuel. Las dos semanas surrealistas que Einstein pasó en España. El País