Los estudios decoloniales representan un conjunto de investigaciones transdisciplinares que comienzan a realizarse a partir de los años 90 en diferentes universidades de EE UU y América Latina. Estos estudios parten de la re-ubicación de la modernidad en la conquista de América y de la existencia de la colonialidad como un patrón de poder que surge tras la colonización y que pervive hasta nuestros días, a la que consideran la cara oculta de la modernidad. Tras repasar la principal bibliografía de estos estudios y buscar sin éxito menciones a las Islas Canarias, me di cuenta de que esta corriente de pensamiento está invisibilizando la historia colonial del archipiélago tras la fecha de 1492 como año cero de la modernidad/colonialidad. Por ello, en este artículo vengo a hablar sobre la presencia de la colonialidad en la historia de Canarias y su papel geo-político en la conquista y colonización de América con el fin de reivindicar la atención que merecen. No obstante, para aquellos que no estén familiarizados con los estudios decoloniales, antes de entrar en materia haré una breve mención a algunas de sus principales ideas.
Los Estudios Decoloniales y la reubicación histórica de la modernidad
Los Estudios Decoloniales se fundamentan en la re-ubicación del origen histórico de la «modernidad», que pasaría a situarse en la conquista de América en vez de en la Ilustración o en la Revolución Industrial. En este sentido, como afirma el teórico decolonial Castro-Gómez «la modernidad no es un fenómeno europeo sino mundial que posee una fecha exacta de nacimiento: 12 de octubre de 1492». Así, Europa se auto-proclamó «centro» del sistema-mundo cuando constituyó a sus colonias de ultramar como sus «periferias».
De esta manera, los Estudios Decoloniales cuestionan los discursos euro-centrados que conciben la «modernidad» como un proyecto de emancipación intra-europeo que se exportó o se difundió con mayor o menor éxito a otras partes del mundo, donde el colonialismo es percibido como una “desviación” o una “etapa superada” de la modernidad. Para ello, van a argumentar la tesis de que la modernidad está intrínsecamente vinculada a la experiencia del colonialismo y a la colonialidad. Así, otro teórico decolonial, Walter Mignolo, afirmará que «la “modernidad” es una narrativa europea que tiene una cara oculta y más oscura, la colonialidad. En otras palabras, la colonialidad es constitutiva de la modernidad: sin colonialidad no hay modernidad».
La modernidad está intrínsecamente vinculada a la experiencia del colonialismo y a la colonialidad
La diferencia entre Colonialismo y Colonialidad
El concepto de «colonialidad» no debe ser confundido con el de «colonialismo». Aunque ambos están estrechamente vinculados, no describen el mismo fenómeno.
Por un lado, el «colonialismo» refiere al proceso político-militar de dominación y explotación donde el control de la autoridad política, de los recursos de producción y del trabajo de una población determinada [colonias] lo detenta otra de diferente identidad [metrópolis] en beneficio propio, y cuyas sedes administrativas centrales están en otra jurisdicción territorial.
Por su parte, la «colonialidad» se define como un patrón de poder que emergió como resultado del colonialismo moderno, y refiere a la forma como el trabajo, el género, el conocimiento, la autoridad y las relaciones intersubjetivas se articulan entre sí, a través de las demandas del mercado capitalista mundial [explotación] y de la naturalización de jerarquías raciales [dominación]. Así, la «colonialidad» se articula mediante la idea de raza para justificar el colonialismo, es decir, la dominación de los sujetos colonizados, los cuales son organizados en función del mercado capitalista mundial a través del control del trabajo y sus recursos [vinculado a su vez a la naturaleza y sus bienes] mediante formas de explotación que permitieron, a los imperios europeos, extraer beneficios de la colonización. No obstante, la colonialidad es un proceso más complejo que alude también a la inferiorización y expropiación de conocimientos y formas de vida de los pueblos colonizados.
La «colonialidad» no debe ser confundido con el de «colonialismo»
¿Hay algo antes de 1492 para los Estudios Decoloniales? Considerando el legado colonial de las Islas Canarias
A la luz de estas premisas, el archipiélago canario entra en la Historia en los inicios de la empresa global de la «modernidad». La conquista de las Islas Canarias (1402-1496), de origen señorial normando y devenir realenga castellana, se inserta en una cronología más amplia que se remonta al proyecto expansionista europeo hacia el Océano Atlántico a principio del siglo XIV y que alcanza su cenit con la empresa colonial de las Américas a principios del siglo XVI. Desde la expedición italo-portuguesa de 1341, que dio testimonio de unas Islas percibidas como codiciados enclaves, se incrementarán progresivamente a Canarias los viajes mercantiles y evangelizadores de los catalano-mallorquines bajo la Corona de Aragón, así como de andaluces, que dinamizarán el comercio de esclavos negros e indígenas y participarán en las razzias africanas previas a la conquista.
Estas coordenadas históricas permiten insertar la creación del concepto «colonialidad» en un ámbito historiográfico compartido con Canarias, ya que estas islas sirvieron como un espontáneo laboratorio de ensayo para evaluar la efectividad de las técnicas de dominación sobre la población indígena, así como el sistema de economía colonial de monocultivo, que luego se implementarían a gran escala en el contexto de la colonización de América. O de manera más exacta, el Imperio español se valió de su experiencia militar y comercial durante la conquista de las Islas Canarias (1402-1496) para desarrollar sus técnicas de sometimiento y explotación en la inesperada Conquista de América (1492), donde las prácticas militares, comerciales y evangelizadoras se re-significan en función de las especificidades de cada contexto colonial. Tal como afirma el historiador Manuel Hernández González, «Canarias será desde entonces el primer espacio de Indias, o las Américas una Isla Canaria por ganar». En este sentido, se pretende visibilizar la existencia de una Historia colonial de Canarias que debe estar presente en el contexto global de las investigaciones decoloniales.
Las Islas Canarias sirvieron como un espontáneo laboratorio de ensayo para evaluar la efectividad de las técnicas de dominación sobre la población indígena y el sistema de economía colonial de monocultivo, que luego se implementarían a gran escala en el contexto de la colonización de América.
La conquista y colonización de las Islas Canarias
Si leemos las crónicas de Le Canarien que se remontan al inicio de la conquista de las Islas Canarias, el retrato de los indígenas es reiterativo tanto en la sintaxis como en la semántica: «gentes infieles de diferentes religiones (leyes) y diferentes idiomas (lenguas)». La construcción del Otro se apoya así en la religión, en el ordenamiento político-social y en la lengua. La palabra «raza» no aparece en el texto, lo cual no es sorprendente, pues la categoría de «raza» no existía a comienzos del siglo XV. Aunque la raza es una invención decimonónica, para los Estudios Decoloniales el origen de la naturalización de esta idea se sitúa en el famoso encuentro de Valladolid entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, donde se discute sobre si los “indios” tienen alma o no.
No obstante, tal como afirma Walter Mignolo, en el siglo XVI las personas se clasificaban de acuerdo con su religión, aunque dicha clasificación se sustentaba en el principio racial de la “limpieza de sangre”, lo cual concuerda con la re-presentación de los indígenas canarios recogida en Le Canarien. Esta marcación diferencial respecto al grupo colonizador opera, ante la mirada imperial, como justificación de la inferioridad ontológica de los indígenas canarios. Así, en las crónicas de Gadifer de la Salle, la descripción del genocidio y de la esclavitud de la población indígena se realiza a través de un florido repertorio de sangrientas “añadiduras” que cumplen la función de remarcar el próspero rumbo que estaba tomando la conquista. Entre estas “añadiduras” se encuentran violaciones, trato desigual, evangelizaciones masivas, tortura, sometimiento, condiciones de privación en cárceles, secuestro de mujeres y niños, esclavizaciones masivas, destrucción de bosques, pillajes y saqueos, traiciones, suicidios, etc.
Sin embargo, el proceso colonizador de las islas, que abarcó todo el siglo XV, no supuso la definitiva erradicación de los indígenas, ya que como afirma el catedrático en arqueología Antonio Tejera Gaspar «sabemos por la documentación contenida en las Actas de los Cabildos, las Datas de Repartimiento de las islas, los Protocolos notariales y otra documentación de carácter etnohistórico, que a pesar de la catástrofe demográfica, a la que se ha aludido, no hubo en Canarias una destrucción total de la población». Aunque no se puede afirmar la erradicación total de los pueblos indígenas canarios en términos biológicos, sí es verdad que hubo un etnocidio, es decir, que los indígenas terminan por desaparecer como grupos étnicos diferenciados en el seno de la nueva sociedad de las islas.
No obstante, hay que matizar que la manera en que el indígena canario se integra a la nueva sociedad estará marcada por la posición social que ocupaba en la estructura pre-colonial, pues se integra en algunos casos de manera libre y en otros como esclavo. Y en el caso de la integración libre, ésta se efectúa muchas veces de forma jerárquica. Los indígenas pertenecientes a las estirpes nobles se unen con la nobleza castellana y el resto lo hace con los estratos inferiores y preferentemente entre ellos mismos. Así, las desigualdades sociales derivadas de la nueva estructura socio-económica impuesta por el colonizador no afectarán a todos los indígenas por igual.
La clasificación social del sujeto de-signado como “canario”
Tras la conquista, en el paisaje historiográfico del comercio de la caña de azúcar del siglo XVI, la confluencia multiétnica de europeos, africanos e indígenas irá traduciendo la nueva identidad cultural canaria en una aglutinación jerarquizada de andaluces, gallegos, castellanos, extremeños, portugueses, genoveses, flamencos, ingleses, holandeses, irlandeses, judíos, berberiscos, moriscos, etnias negras como los fulo de Senegal, los berebezis de Guinea o los mandingas de Sudán, y por supuesto los pueblos indígenas canarios (bimbaches, beneaoritas, gomera, guanches, canarii y mahos). Dentro de esta diversidad de grupos humanos, por lo general los europeos fueron los dueños de las tierras y las aguas por derecho de conquista, y de la producción, venta y préstamo en torno a la caña de azúcar, mientras que los berberiscos, los moriscos, los negros y los indígenas fueron fiscalizados por la Santa Inquisición y destinados a labores de esclavitud y servidumbre, o convertidos en mano de obra barata al servicio de la economía colonial.
Los factores asociados a esta nueva estructura socio-económico precipitaron, en el caso de los pueblos indígenas de las Islas Canarias, el final de su cosmogonía y de su historia como etnias diferenciadas. Así, la mezcla a lo largo de la historia de este jerarquizado crisol de grupos humanos diferenciados fue generando una identidad ambivalente sin referentes étnicos estables. En este sentido, la clasificación social del sujeto de-signado como «canario» es simultáneamente resultado de la pérdida y de la victoria en la disputa del poder que se desarrolla durante el proceso de conquista, por lo que en la sociedad posterior a la colonización terminarán por cohabitar en una misma identidad las figuras del colonizador y del colonizado [a veces de manera conflictiva], diluyéndose así la diferencia racial y cultural. En resumen, ser canario es obligatoriamente ser mestizo.
En la sociedad posterior a la colonización terminarán por cohabitar en una misma identidad las figuras del colonizador y del colonizado
De esta manera, el mestizaje y la hibridación implícita al mimetismo cultural eurocéntrico hicieron que la política de pureza de sangre de las grandes familias europeas asentadas en las islas en torno al comercio de exportación y el mantenimiento de las cosmovisiones de las comunidades afrodescendientes e indígenas dejaran, progresivamente, de existir. No obstante, las diferencias sociales vinculadas a los repartimientos de aguas y tierras, y al modelo productivo de las Islas sí sobrevivieron, aunque fueron transformándose y complejizándose al compás de los cambios operados en la estructura económica de las Islas en respuesta siempre a las demandas del mercado capitalista mundial y su división internacional del trabajo.
El papel geopolítico de las Islas Canarias en la conquista y colonización de América
Por otro lado, desde una perspectiva decolonial resulta indispensable cuestionarse por el papel geopolítico que juegan las Islas Canarias en la empresa colonial del Imperio español hacia las ricas e ignotas tierras americanas. En 1492, fecha del “nacimiento” de la Modernidad según los estudios decoloniales, Cristóbal Colón recaló con sus carabelas en las islas de Gran Canaria y La Gomera cuando La Palma y Tenerife aún no habían sido conquistadas por la Corona de Castilla. Desde entonces, las Islas Canarias vendrían a fungir como puente geo-estratégico hacia el “Nuevo Mundo”, ya que como afirma el profesor de geografía humana Díaz Hernández «la misión intermediadora de los enclaves insulares en la conquista y poblamiento de América se reveló como la auténtica función reservada a Canarias en el contexto de la expansión política y económica europea, porque las islas y América se vieron envueltas en un creciente e intenso intercambio de hombres y recursos».
Por otro lado, al mismo tiempo que el trasiego de hombres y recursos entre Canarias y América es frenético, la economía colonial de Canarias en torno a la caña de azúcar se verá estancada a partir de la segunda mitad del siglo XVI por la competencia brasileña e iniciará un camino económico marcado por la sucesión de un monocultivo por otro en función de los vaivenes del mercado. A la caña de azúcar le sucedió la producción vitícola, la orchilla, la cochinilla, los plátanos, el tomate y las papas, y tras la aprobación del Plan de Estabilización en 1959 durante la dictadura franquista, el turismo de masas. Cada vez que estos monocultivos entraban en crisis, se embarcaban cíclicamente remesas de incontables canarios hacia América.
La emigración canaria a América y el Caribe
Como afirman los economistas Bergasa Perdomo y González Viéitez, «la emigración ha constituido a lo largo de toda la historia canaria, la forma coyuntural de “superar” unos conflictos estructurales, que volvían a aparecer de forma reiterada y sistemática ante la pervivencia de las causas que los originaban». No obstante, es importante señalar que «las crisis en Canarias no vienen dadas sólo por la caída del monocultivo sino especialmente por la actitud de los propietarios de la tierra de mantener la tasa de ganancia, extorsionando el nivel de renta del campesinado», como nos recuerda el historiador Antonio Miguel Bernal.
Con la llegada de lo que los estudio decoloniales llaman «segunda modernidad», es decir, a finales del siglo XVII con el colapso geopolítico de España y el surgimiento de nuevas potencias hegemónicas (Holanda, Inglaterra, Francia), la necesidad del Imperio español de garantizar y ampliar sus posesiones en tierras americanas frente a la expansión por el “Nuevo Mundo” del imperio británico y francés le lleva a institucionalizar la emigración canaria. Para ello, se instaura el llamado «tributo de sangre», que estipulaba el envío de 50 familias canarias o 250 emigrantes canarios a América por cada 1.000 toneladas de mercancías que transportasen los barcos que pasaran por el archipiélago. A cambio, las Islas Canarias recuperaban la potestad de comerciar directamente con las Américas, por lo que desde entonces se ligan los intereses mercantiles de las clases dominantes insulares a la política poblacionista de la Corona.
La emigración canaria a América es el resultado de los vaivenes del mercado capitalista internacional, los intereses privados de las élites locales y la institucionalización coyuntural de la emigración en el marco de la política fundacional del Imperio.
No obstante, esta obligación de llevar familias canarias podía ser eximida mediante el pago de un impuesto y en la mayoría de los casos éstas emigraban voluntariamente, aunque como recuerda el historiador Manuel Hernández González en ocasiones se denunció que se emplearon medios coactivos por los Capitanes Generales. Así, desde la aprobación de la Real Cédula de 1678 hasta su eliminación en 1778, esta política fundacional y de repoblación permitió la creación de la diáspora isleña formada principalmente por lotes de familias y varones solteros que desarrollaron la agricultura y la ganadería, al tiempo que fundaban ciudades en Puerto Rico, en Cuba, en Venezuela, en República Dominicana, en Uruguay y en EE. UU.
De esta manera, la emigración canaria a América ha representado la manifestación más palpable de la existencia de la «colonialidad» en Canarias, pues el destino vital de la mano de obra isleña quedaba sujeta a los vaivenes del mercado capitalista internacional, a los intereses privados de las élites locales y a la institucionalización coyuntural de la emigración en el marco de la política fundacional del Imperio. En este sentido, la historiadora Analola Borges afirma con razón que «no puede hacerse una verdadera historia del Archipiélago si no se tiene en cuenta su proyección americana», ya que la emigración masiva [legal e ilegal] de la población canaria a las Américas, , ha sido una constante histórica determinada por diversas cuestiones estructurales y coyunturales que tiene su origen en la colonización de las islas y cuyos efectos se mantienen vigentes hasta nuestros días.
Conclusión
Como hemos podido ver, independientemente de la localización geográfica de las Islas Canarias en las costas norteafricanas y del origen amazigh de la población indígena, la situación geo-estratégica de las Islas en la empresa global de la «modernidad» hizo que la «colonización» y la «colonialidad» de Canarias compartiesen muchas similitudes, aunque también ciertos límites, con la de los territorios americanos.
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Soy grancanario, mestizo como las gentes de todo el mundo, pues etimologicamente mi gentilicio es gran porque lo acomodó Jean de Bethencour y lo de canario tal vez sea , como aprendí ,analógicamente ,en la Historia de España allá por los años 1952 , «descendientes de Noé «, así Cam. Los europeos modernistas aplicaron en las llamadas islas cristianas las tecnicas de ocupacion que los antiguos pobladores de España llamaban FACTORIAS y en el tema que se comenta es COLONIALISMO, siempre es lo mismo. Comercializar o buscar dinero por los más pudientes, listos o inteligentes con el barato trabajo del novicio. Respeto a los academicos que tal vez no vivieron en las tierras americanas, sus comentarios. Suena a politica , pues el que explota , en el buen sentido de la palabra es que trabaja con su industria el obtener el producto en función de su inversión. Asi en Gran Canaria, dejaron sin lubricación la zona de LA CULATA , o parte trasera de Gran Canaria, para abastecer de agua los ingenios de la Capital de Palmeras o Tamarán, allá por el año 1501. Luego lo que sucedió sucedió, el vino , las tuneras y la cochinilla ; y hablo de lo que conozco en la década 1940 , quienes vieron la oportunidad de hacer no-ocio o negocio, implantan el plátano y el tomate; y así siempre en el Norte los ricos plátanos , en el Sur : los pobres tomates. ( Consecuencia de todo ello , otra vez el agua, la periferia de la Isla arranca del subsuelo el agua. Cuando ya no dá … por falta de previsión o porque los «ingeniosos » se fueron a Almeria o al Continente Africano a plantas los tomates , dejaron a la Gran Canaria, seca, seca, seca. El pobre o Conde usó su inteligencia e implantó el turismo en Gran Canaria. Se acabó el tráfico de la sangre del trabajador canario hacia América. La reflexión del colonialismo y la coloniedad más que mirar al pasado y echarnos a llorar , digan los eruditos qué van a tener los que convivan en tal Isla dentro de cincuenta años, cuando incluso , por efecto de la sobresaturación de visitantes ( Hay prevista una tercera pista en el Aeropuerto) , el literal sea un basurero de detritos y así los «factureros » lleven en barcos el turismo a la periferia de las Islas Canarias o más allá , por ser más barato. Conviví con los americanos tres años y los vestigios que dejó España , aquellos no son capaces de mantenerlo y la literatura que pervive allí ,mejora y no es la que nos muestra la TV aquí. Animo a quienes tienen buena voluntad por nuestra tierra Canaria que con los pies en el pasado nos alumbren el futuro.