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El Galpón: 72 años de arte y resistencia

El Galpón: 72 años de arte y resistencia

El Auditorio de Tenerife celebró el 6 de septiembre el encuentro El Galpón: 72 años de arte y resistencia con el Teatro El Galpón, institución teatral independiente uruguaya que inauguró la III Edición de la Muestra Escénica Iberoamericana. En esta edición MEI adquiere carácter insular y está presente en doce municipios con catorce espectáculos en total.

En el encuentro, los miembros de El Galpón -Héctor Guido, Claudia Trecu y Pierino Zorzini- conversaron con José Luis Rivero, director artístico de Auditorio de Tenerife, sobre la historia de esta institución teatral, la propuesta de “Socio Espectacular”, el trabajo en red y la gestión colectiva y, entre otras cosas, la dureza del confinamiento para el sector cultural.

Precisamente, la inauguración de MEI con la obra Bakunin Sauna: una obra anarquista el 2 de septiembre en el Teatro El Sauzal fue especialmente sentida por El Galpón por diferentes motivos. Ese día tenía lugar el reencuentro. El reencuentro con el público, ya que era su primera función tras la pandemia, y el reencuentro con su historia, puesto que ese mismo día cumplían nada más y nada menos que 72 años sobre los escenarios. Así, la presencialidad con el público, retornar con una obra y el aniversario conjugaron una experiencia para el recuerdo donde, por supuesto, no faltaron las risas.

Pero, si te estás preguntando qué tiene que ver todo esto con Canarias y su cultura no te preocupes, porque ahora mismo te damos dos motivos: el primero es que indudablemente MEI viene a enriquecer nuestra agenda cultural y el segundo que El Galpón nos deja un ejemplo de teatro independiente y modelo de gestión donde encontrar inspiración y, quién sabe, quizás también nuevas ideas que se puedan implementar en el Archipiélago, como el “Socio Espectacular” o el “Programa de Abono Cultural”. No obstante, antes haremos un repaso por su historia “dura, fuerte y alocada”, como Carlos María Domínguez titula su libro sobre el Teatro El Galpón.

72 años de arte y resistencia

72 años de arte y resistencia el Galpón

El sector cultural en casi cualquier lado del mundo se caracteriza por su resistencia. No obstante, podríamos definir la historia de El Galpón como épica: momento de florecimiento; represión, prisión, clandestinidad y exilio en la dictadura militar; reencuentro y vuelta a las andadas; y -en los últimos tiempos- pandemia, confinamiento, crisis y añoranza de la presencialidad. Porque, según afirman sus integrantes, “el teatro es presencialidad” aunque la crisis sanitaria haya forzado nuevos aprendizajes y lenguajes alternativos en momentos extraordinarios.

El auge del teatro independiente en Uruguay tiene lugar durante los años cuarenta de la mano de las mejoras económicas y del hartazgo de las compañías de estar supeditadas a las cuentas empresariales y al teatro comercial que se fomentaba en ese momento. La gente quería teatro de calidad y los productores ser los dueños de los medios de producción y los espacios. Así nace la Federación Uruguaya de Teatros Independientes, que en dos décadas integró más de quince grupos teatrales. Y el Teatro El Galpón es hijo de esta época.

Poco a poco, con la ayuda de las personas que conforman la institución y, sobre todo, con un sistema de asociación del público a través de una cuota mensual que da derecho de acceso a todos sus espectáculos, El Galpón va floreciendo. Se adquieren salas, se dan espectáculos y se garantiza la risa y la cultura hasta que todo se para en 1976. ¿Por qué? La dictadura militar los «ilegalizó», disolvió su elenco, confiscó sus bienes y prohibió toda actividad teatral y cultural a sus integrantes. Su posicionamiento claro y crítico frente a la represión les pasó factura y así vino la persecución policial, la cárcel y el exilio de muchos de sus integrantes en México. Pese a todo, la actividad no cesó. En Uruguay desde la clandestinidad y desde México hacia el mundo. Es por ello que Héctor Guido afirmó durante el encuentro en el Auditorio de Tenerife que “la dictadura nos quitó un país, pero nos regaló América y el mundo, porque El Galpón salió al mundo”.

En la andadura hacia la recuperación democrática El Galpón también estuvo presente. Por fin, es en 1985 cuando el Gobierno democrático revoca las disposiciones que lo habían ilegalizado. A partir de ese momento, el reencuentro se produce y una vez más el teatro se nutre del capital social para remontar su actividad y continuar promoviendo la cultura. Desde ese momento hasta la actualidad, la institución teatral vuelve a florecer atravesando crisis, reformulando su modo de organización y peleando siempre por la profesionalización de sus miembros, una deuda que -a día de hoy- aún les pesa.

Democratizar la cultura y trabajar en red

El Galpón 72 años de teatro independiente

Las personas que conforman El Galpón afirman que un rasgo que lo diferencia de otras instituciones teatrales es su carácter de colectivo. No se organizan a través de un director, sino de un pensamiento colectivo que se comparte y que hace posible que, aunque pasen los individuos, el Teatro se mantenga con los mismos principios. Uno de estos principios fundamentales ha sido siempre, y aún lo es, el deseo de democratizar la cultura. Así, en el encuentro se afirmaba que “no estamos en la sociedad justa que queremos, y por eso hacemos teatro”.

La alianza con los sectores populares y el compromiso con las personas, las y los trabajadores, con la sociedad y con el teatro se considera recíproco y básico. Es por ello que El Galpón, junto con el Teatro Circular de Montevideo, lucharon por la implantación del que fue bautizado como “Socio Espectacular”. Para estas instituciones teatrales “la ausencia, la butaca vacía es muy poco democrático. No se entiende media sala vacía y gente fuera que no puede acceder económicamente y que, sin embargo quiere ir a verla”. Así, se las ingeniaron para promover, en alianza con otras entidades culturales, un sistema de socios con mayor cobertura de la que tradicionalmente había utilizado El Galpón. Con el pago de una cuota mensual, se ofrece entrada gratuita para todas las funciones de El Galpón, el Teatro Circular de Montevideo, la Comedia Nacional y otros grupos teatrales, distintos cines de la ciudad, a una colección de libros de la Editorial Banda Oriental, a los espectáculos deportivos organizados por la Asociación Uruguaya de Fútbol y Liga Uruguaya de Basquetbol, así como en el carnaval, la Orquesta Filarmónica y el Auditorio Nacional Adela Reta.

En opinión de las personas participantes en el encuentro miembros de El Galpón, este sistema de socios iba en la línea de “poder generar un puente que se había caído entre la gente y el espectáculo”. Así, las posibilidades de asistir a la vida cultural de la ciudad se democratizan y se estrecha el vínculo entre sociedad y cultura de una manera palpable. De hecho, fue el compromiso de las personas socias en la época de pandemia lo que ayudó notablemente a que el sector cultural, duramente apaleado durante el confinamiento. y las restricciones a la realización de espectáculos públicos, pudiese medianamente subsistir dentro de la crisis que -afectivamente- se vivió y caló en el mismo.

No obstante, el compromiso de El Galpón con el ecosistema cultural de la ciudad y el país no cesa ahí. A través de su Departamento de Extensión se cumple un importante rol didáctico de formación de nuevos públicos y complemento docente a la vez que se pretende llevar el teatro fuera de la urbe y así seguir esta línea de promover la democracia cultural. Los integrantes afirman que esto no es una cuestión sencilla, ya que aparte de adaptar temáticas, estilos e inquietudes según qué lugares, también deben enfrentar problemas estructurales del país que se viven al interior. Así, Héctor Guido afirma sin tapujos que “no hemos conseguido un marco legislativo que proteja el teatro independiente uruguayo. Todas esas crisis parecen más de ficción que las propias obras que inventábamos”.

Por otro lado, también es relevante la importancia que se le otorga al trabajo en red. Aquí, según sus integrantes, es pertinente una advertencia, y es que no es lo mismo participar en una red (“estar”) que fomentar el trabajo en red donde dialogan, convergen y hacen parte personas artesanas, organizadoras, especialistas en campañas financieras, elenco, etcétera. Para El Galpón, este basamento social es un pilar y se da en relación con otras instituciones teatrales nacionales, regionales e internacionales. La conversa, el intercambio de experiencias, el compartir modos y modelos de hacer… es para El Galpón el sustrato necesario que el teatro independiente debe promover. Promover junto con el arte, la cultura y las risas porque, según Héctor Guido, “la risa la tenemos como un arma maravillosa”.

72 años de teatro independiente

Encuentro el Galpón

La historia de El Galpón es obviamente una historia teatral, pero nos traslada una suerte de ímpetu e ilusión en proyectos que perviven frente a las adversidades económicas, políticas y sociales. Sus integrantes afirman que aún no han conseguido instaurar en el ámbito político la necesidad de elaborar una estructura sólida y políticas culturales a nivel de Estado, una política de Estado y no de Gobiernos. No obstante, pese a ello y a las dificultades, siguen reivindicando la necesidad de no medir la cultura por la economía.

Aquí no nos engañemos. El Galpón -como muchas personas y entidades culturales canarias- reivindican la profesionalización, políticas culturales y salarios dignos para las personas que se dedican a este sector; pero afirman que “si empezamos a justificar el arte por lo que derrama a la economía, no vamos a ningún lado, porque también el arte surge del fracaso. En este sentido, “la convivencia con el mercado es dura y hay que tenerlo claro [pero] lo que uno no puede perder es el rigor y el compromiso que tiene frente al arte”.

Para terminar, nos quedamos con una frase que Héctor Guido pronunció durante esta velada en el Auditorio de Tenerife y que podemos recibir como una invitación. Él decía, refiriéndose al teatro independiente y a esta filosofía de nutrir el pensamiento crítico, que “deberíamos dejar de ser alternativos y empezar a ser protagonistas, que los alternativos sean los otros, los que piensan solo en ganancias; que el valor sea el protagonista, empezar a generar hechos”. En este sentido, podemos preguntarnos cómo seguir construyendo y re-pensando la cultura en Canarias, cómo ir avanzando hacia la democracia cultural y cómo hacer de este sector una oportunidad al alcance y disfrute de todas las personas.

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