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Las endechas de Canarias: primera página de la literatura insular

Las endechas de Canarias son unas composiciones poéticas que se hicieron muy famosas en España hace ya tiempo, entre el siglo XV y el XVI. Hasta la fecha se han encontrado unas cincuenta, repartidas en varios manuscritos antiguos. Suelen ser breves y concisas: tres versos que riman igual. Y la mayoría están atravesadas por la tragedia, por un tono lastimoso y melancólico.

¿De dónde viene tanta tristeza? Cuesta saberlo. Las endechas son anónimas, y su historia está tan empantanada como la de los propios indígenas de las islas. Los problemas que entrañan muchas de ellas, como veremos, remueven traumas no resueltos de la identidad histórica de los canarios: el etnocidio durante la colonización, el desplazamiento forzado de los isleños… Y es quizás por eso que, hoy en día, se siguen cantando.

Para entender bien qué piezas forman el puzzle de este artículo, debemos conocer a tres de sus protagonistas: Ana Sánchez, Guillén Peraza y Leonardo Torriani.

La visita de Leonardo Torriani a las Islas Canarias

Canarias ya fue invadida y saqueada mucho antes de la conquista. De cuando en cuando en el siglo XIV, los piratas europeos pasaban por el archipiélago y se llevaban consigo “lo poco” que podían: ganado, orchilla… e indígenas. Gracias al investigador Franco Silva, sabemos que solo en el año 1385 desembarcaron unos 170 canarios en la península para ser vendidos al mejor postor.

Tras la conquista, la piratería fue en aumento. Ya no les importaba tanto secuestrar mano de obra, como robar tesoros o mercancías de la Corona de Castilla que recalaban allí antes de su tránsito definitivo al continente americano. Harto de estos continuos ataques, Felipe II “el Prudente” necesitaba de alguien que rediseñara todo el sistema de defensa de las costas canarias. Decidió encomendarle la misión a un ingeniero italiano de confianza, que ya había estado en las islas antes por un encargo similar. Así es como Leonardo Torriani viaja a Canarias por segunda vez en su vida, en 1587.

A Torriani le llevó cinco años completar sus informes. El periodista Eliseo Izquierdo lo considera un «renacentista», un «caminante incansable» que recorrió costas, pueblos y montañas, y anotó todo lo que vio y oyó en su libro Descripción e historia del Reino de las islas Canarias antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones. En sus páginas encontraremos maravillas como el primer plano de la ciudad de La Laguna, o unos versos en lengua indígena tan tristes y dolorosos que, según el ingeniero, los propios canarios lloraban al cantarlos:

Mimerahanà zinu zinuhà
Ahemen aten haran hua
Zu Agarfù fenere nuzà.

Eran las endechas. Él mismo añadió esta traducción:

Acá nos traen. Acá nos llevan.
Qué importa leche, agua y pan,
si Agarfa no quiere mirarme.

Otros como Torriani también escucharon a los indígenas cantar, pero no anotaron las letras. La Crónica Ovetense, por ejemplo, se limita a resaltar su extraordinaria emotividad, «que mueben a conpaçión y enternesen mucho a quien las oye y avn hasen llorar a mujeres y personas de corasón blando».

Son muchos los músicos de nuestro tiempo que han homenajeado estos versos: el Taller Canario de la Canción, Toyoto Millares y Angélica Pérez, Los Bimbaches… O incluso Supertonic, un coro de Nueva Zelanda que en 2017 buscaba rescatar “idiomas en peligro de extinción” (“Vanishing Voices”), cantando también en inuit, maorí, nahuatl, galés, navajo o australiano aborigen.

Mientras la música contemporánea celebra el valor artístico y patrimonial de nuestras endechas, los historiadores se devanan los sesos con una polémica que tal vez no se resuelva nunca: ¿realmente las compusieron los antiguos canarios? La lengua en la que están transcritas no coincide con el amazigh ni con lo que sabemos de cómo hablaban los indígenas. Para el académico Juan Bethencourt Alfonso, todo fue un “producto alucinatorio» de Leonardo Torriani… y la verdad es que sus manuscritos casi no dan explicaciones.

Los que sí han querido creer en el italiano, han llegado a la siguiente hipótesis: los indígenas podrían, en un principio, haber desarrollado lamentos musicales en su lengua; pero con la invasión de la nueva cultura, los mismos sentimientos pesarosos pasarían a cantarse en español y en unos estándares métricos occidentales; hasta que, ya avanzado el siglo XVI, como método de resistencia al etnocidio, los indígenas volverían a entonarlas en su propia lengua, aunque manteniendo la métrica castellana ya asimilada.

El resultado sería, entonces, lo que transcribió Torriani de su puño y letra. Además de las que ya mostramos, encontramos también las siguientes:

Aicà maragà, aititù aguahae
Maicà guere, demacihani
Neigà haruuiti alemalai.

Que vendría a significar:

¡Sed bien venidos! Mataron a nuestra madre
esta gente forastera. Mas ya que estamos reunidos,
hermano, me quiero casar, ya que estamos perdidos.

No entraremos a valorar su contenido lírico en este artículo, pero sí recomendaremos la maravillosa puesta en escena con la que Rogelio Botanz y Khalid Izri reinterpretan su sentido:

Las últimas endechas parecen una alusión clara a la invasión de las islas y al exterminio de una gran parte de su pueblo… Lo que nos lleva al escudo y a la lanza de Guillén Peraza.

Guillén Peraza y el nacimiento de la literatura insular

Guillén Peraza era el hijo de uno de los conquistadores más poderosos de la colonización de Canarias, fundador de la ciudad de San Sebastián de La Gomera: Hernán Peraza, alias “el Viejo”.

El historiador Juan Abreu y Galindo, narra de esta forma la triste historia de Guillén: «ansioso por seguir los senderos de gloria trazados por su padre, el joven Peraza partió de Sevilla a mediados del siglo XV con 200 ballesteros a sus órdenes. Hizo una parada en Fuerteventura y Lanzarote para incorporar a otros 300 guerreros, y por fin, con todos ellos, se adentró por los barrancos de La Palma en misión de conquista. Pero la isla de la Palma es muy alta y áspera de subir y andar», contaba Abreu, «y la gente que llevaba Guillén Peraza de las Casas no usada a semejantes asperezas».

Los indígenas, en cambio, «diestros y ligeros» en las quebradas, contaban con un extraordinario talento en el lanzamiento de piedras, según el conquistador y cronista Antonio Sedeño: «Teníanlas escojidas para la pelea mui lisas i amañadas»; de hecho «tirando a una palma le cortaba una penca de una pedrada».

Mucho años después, entre 1979 y 1980, unos arqueólogos hicieron una excavación de gran nivel en una iglesia en San Sebastián de La Gomera. Debajo de unas criptas, encontraron otras mucho más antiguas, anteriores a 1471. Uno de los esqueletos presentaba una fractura en un lado del cráneo. Para los expertos surgió entonces una hipótesis emocionante: aquel podía ser el joven Peraza.

Pero volviendo a los barrancos, todo ocurrió muy rápido, según contaba José de Viera y Clavijo: «al momento se hallaron los invasores oprimidos bajo el peso de las monstruosas piedras que precipitaban de las alturas inmediatas o que disparaban con las manos. La agilidad y prontitud con que estos bárbaros trepaban por los riscos más escarpados y con que se desaparecían y volvían a caer de repente sobre los cristianos era espectáculo asombroso. Ya los europeos, que se veían desordenados, tomaban el partido de la fuga, retirándose a la ribera, cuando, queriendo el joven Peraza rehacer una parte de los fugitivos y detener el choque de los palmeses con su espada, vino perdida por el aire una piedra fatal que, hiriéndole en la cabeza, le dejó muerto».

Se dice que gracias a ese pedruzco mortal nacen los primeros párrafos de la literatura canaria. Abreu publica las famosas endechas que, según él, se cantaron con voz desgarrada en el funeral de Guillén. La crítica coincide en que son excepcionales, no solo por ser las primeras propiamente datadas en las islas, o por su valor poético que lo eleva a «obra cumbre de la literatura española», como decía el académico Maximiano Trapero, sino también por reconocerse en ellas un «símbolo de la literatura canaria toda (el tono melancólico, la mirada introspectiva, el sentido de aislamiento, el ensimismamiento, el asomo del paisaje)».

Quizás es precisamente ese nivel de relevancia histórica lo que ha provocado tantos quebraderos de cabeza entre académicos, como María Rosa Alonso, que ha analizado verso a verso la endecha para desentrañar un imposible: ¿quién escribió tan delicada elegía?. La crítica apunta a que pudo ser un fraile de la comitiva castellana de Guillén, lo que explica que conociese tan bien los paisajes insulares como los motivos poéticos de la nobleza del momento. Tampoco sabemos si el cántico es una elegía patética o una maldición sobre la isla que dejó morir al hidalgo, pero, en cualquier caso, leer las Endechas por la muerte de Guillén Peraza deja un regusto amargo.

¡Llorad las damas, sí Dios os vala!
Guillén Peraza quedó en La Palma
la flor marchita de la su cara.

No eres palma, eres retama,
eres ciprés de triste rama,
eres desdicha, desdicha mala.

Tus campos rompan tristes volcanes,
no vean placeres sino pesares,
cubran tus flores los arenales.

Guillén Peraza, Guillén Peraza,
¿dó está tu escudo, dó está tu lanza?
Todo lo acaba la malandanza.

A día de hoy, estos versos han sido musicalizados por géneros tan diversos como el rap, el blues, el folclore o la música de cámara. Para este artículo, destacamos la versión de Eduardo Darnauchans, uno de los cantautores de más prestigio de la música uruguaya.

Las dos posibilidades de Ana Sánchez

Hasta aquí, hemos revisado las endechas que, quién sabe, pudieron componer unos indígenas canarios en su propia lengua, y las que se compusieron tras la muerte de un conquistador. Todas las demás, cerca de medio centenar de composiciones escritas en español, conformaron el género musical de éxito en la corte castellana del siglo XVI. Según Juan de Mal Lara, los antiguos canarios, «no teniendo otra ciencia de música más de la que naturaleza les enseñaba, inventaron cierto género de cantar tan apazible, que en Castilla lo usan como una de las mejores sonadas que en ella han sido recibidas, y llámanla por este nombre endechas de Canaria, y juntamente con ser la sonada graciosa y suave, la letra destas endechas sin tener artificio trae consigo una gracia y un peso de gran admiración, y aunque algunos en Castilla han probado a contrahazer aquéllas, no ygualan en ninguna manera a las que son propias y nativas de las islas».

Las temáticas fueron varias, todas atravesadas, como sabemos, por el drama: el desamor, la muerte (o ausencia) de un ser querido, el desarraigo… La selección de tres endechas que muestro a continuación, tiene en común un tema universal, y a la vez, muy isleño:

Quien tiene hijo en tierra agena
muerto lo tiene y vivo lo espera,
hasta que venga la triste nueva.

Estranjero soy, no lo quiero negar,
mas de mis amores haré un mar,
por ellos a mi tierra yré aportar.

Anque me veys en tierra agena
allá en Canaria tengo una prenda,
no la olvidaré hasta que muera.

Vayamos ahora a los libros de historia y repasemos de nuevo aquel fenómeno importante de finales del siglo XV y principios del XVI: la trata de canarios y su desplazamiento forzado a la península ibérica. Parece el contexto idóneo para que afloren estos versos. Sin embargo, con el caso de las endechas de Ana Sánchez, recogidas por el clérigo portugués Gaspar Fructuoso, no sabemos qué pensar.

Ana Sánchez, Ana Sánchez
flor del Valle del Gran Rey,
deseo tengo de cogerte
mas más saudad tengo de verte
flor del valle del vallete,
flor del Valle del Gran Rey.

Según Fructuoso y la tradición oral de las islas, Ana era una princesa indígena de La Gomera que, antes de ser bautizada, recibía el nombre de “Aregoma o Aremoga”. Gracias a sus poderes para adivinar el futuro, pudo convencer a su padre de que debían rendirse cuando llegasen a colonizarles en sus navíos los “hijos de Dios”. Tras la conquista, Ana quiso viajar a España, y se supo que allí pudo vivir y morir en paz bajo la protección de la corte castellana… Si bien nunca olvidó su tierra natal, La Gomera.

¿Cuál es el problema con esta historia? Por un lado, parece ser cierto que algunos indígenas que ocupaban posiciones sociales privilegiadas antes de la conquista, cuando ingresaban a la sociedad cristiana de Castilla lo hacían en estratos más altos que los demás indígenas. Pero por otro lado, también sabemos que el proceso de cautiverio de los gomeros fue especialmente despiadado, llegando incluso a romperse el pacto que prohibía esclavizar a todo canario bautizado. Por último, conocemos por registros de la época que la mujer de entre 15 y 28 años era el esclavo mejor pagado en los mercados valencianos y andaluces.

Entonces, ¿se marchó Ana a vivir a España porque quiso, o se la llevaron cautiva y vivió y murió como esclava? Por ahora, tan solo podemos especular al respecto. Pero no es tan mal ejercicio, eso de darle a la imaginación… Quizás así, por lo menos, nos sintamos un poco más cerca de entender quiénes escribieron las endechas y cuáles fueron las auténticas dimensiones de su tristeza y su dolor.

Bibliografía empleada

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Realizador audiovisual. Graduado en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la UC3M (Madrid). Diplomado en Cine Documental por la PUCV (Valparaíso).

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