Comienza el curso. Los últimos tiempos han estado condicionados por la incertidumbre. Desde que se generalizó la pandemia de la Covid-19, no sabemos a ciencia cierta si el curso escolar seguirá funcionando tal y como lo ha hecho siempre. ¿Siempre? En este artículo vamos a hacer un repaso por la historia de la educación en Canarias a lo largo del último siglo y medio, comenzando con algunas anotaciones que nos dejó la viajera Olivia Stone a finales del siglo XIX, y atravesando el XX en tres saltos históricos: el primer tercio hasta el final de la Segunda República, el franquismo hasta los años 70, y desde la última parte de la pasada centuria hasta nuestros días.
Avanzamos que, aunque hoy en día, efectivamente y como acabamos de afirmar, tenemos muchas incertidumbres, lo cierto es que la educación universal nos garantiza más certezas (sabemos que todos los niños y las niñas tienen derecho a la ella) que las que había hace no tantos años, dado que el desenvolvimiento académico de la población durante buena parte de la historia de Canarias venía determinado por tres factores: el estrato social al que se pertenecía, el entorno geográfico en el que se vivía –rural o urbano–, y el género.
La educación en Canarias en la década de 1880

En la última parte del siglo XIX, aunque existía un marco normativo, la Ley Moyano de 1857, que obligaba a la escolarización de las niñas y los niños de entre seis y nueve años y preveía la cobertura del acceso a la universidad para quienes superaran los estudios medios, lo cierto es que en el Archipiélago se vivía completamente al margen de la norma, porque tanto la situación financiera y política de los ayuntamientos como la estructura socioeconómica general (se trataba de una economía campesina basada, en buena medida, en la autosuficiencia) no ayudaron en absoluto a priorizar la escolarización.
Los colegios se situaban básicamente en entornos urbanos y la élite procuraba no mezclarse con las clases inferiores. Por ese motivo, el Instituto de Canarias, único centro de formación secundaria en las Islas, era una entidad a la que las clases acomodadas no enviaban a sus hijos. De hecho, en épocas precedentes, los vástagos de la élite mercantil y terrateniente no asistían al colegio sino que recibían su primera instrucción en sus hogares, impartidas por “maestros de enseñar mozos”. Luego continuaban la enseñanza secundaria en las aulas de los conventos y, quienes deseaban culminar su formación superior, debían trasladarse a universidades de la Península, especialmente a Salamanca y Alcalá de Henares.
La viajera británica Olivia Stone se interesó por la educación que se impartía en las Islas. Su obra Tenerife y sus seis satélites recoge varias referencias que nos sirven para conocer la situación cuantitativa y cualitativa del esfuerzo educativo en el Archipiélago.
Olivia Stone, 1995
En los entornos eminentemente rurales la educación no era una prioridad política, y la falta de escuelas públicas explica que los niveles de analfabetismo de mediados del siglo XIX fueran superiores a los alcanzados durante la centuria anterior. Además, la estructura socioeconómica, en particular la del campo, no requería de la cualificación académica de la mano de obra, por lo que tampoco se consideraba necesaria la escolarización como vía para la mejora económica familiar ni general.
Olivia Stone, 1995
Entre las observaciones que la señora Stone recogió sobre la situación de las mujeres, plasmó que “una buena parte de la población campesina no asiste a la escuela, y mucho menos las mujeres”. Las féminas quedaban, en buena medida, al margen de cualquier tipo de instrucción que no tuviese que ver con las labores domésticas.
En cuanto a los contenidos, y haciendo referencia al Instituto de La Laguna, Olivia Stone comenta que:
En un cuarto relativamente pequeño [en la isla de La Palma] encontramos a cincuenta muchachos, supervisados por un maestro. Este pedagogo recibe 1.500 pesetas, alrededor de sesenta libras al año, además del presupuesto normal para artículos imprescindibles, equivalente a una cuarta parte de sus ingresos. Los globos terráqueos son ingleses, también algunas de las libretas, aunque otras son francesas. Nos enseñaron la caligrafía y el dibujo de los mejores alumnos […]. A los muchachos se les enseña a leer y escribir, muy poca geografía y aritmética, y un poco de historia sagrada española. El horario escolar es de las nueve a las once y de las tres a las cinco.
Olivia Stone, 1995
La educación en Canarias de 1900 a 1920
Durante el primer tercio del siglo XX, las islas experimentaron una notable mejora económica derivada del impulso de dos sectores: la actividad portuaria y la exportación agrícola. Además, la economía se diversificó y el trabajo asalariado conoció un incremento que hizo mermar tanto el autoconsumo como la proporción de población rural –salvo en las zonas vinculadas a los cultivos de exportación–, pues se estaba verificando un trasvase de población desde el campo a la ciudad, y desde las islas periféricas a las capitalinas. El incremento de la circulación de capital vino acompañado de una modernización de la estructura social y política, la mejora de las zonas urbanas, la consolidación del asociacionismo obrero y cultural, y también requirió mano de obra cualificada para una cada vez economía más especializada y con un incipiente nivel de industrialización. Una consecuencia de todo ello fue la inversión en educación –tanto en infraestructuras como en profesorado-, así como la mejora de la asistencia regular del alumnado a las clases.
A comienzos del siglo, el analfabetismo femenino en Canarias era el segundo más alto del Estado, con alrededor de un 80 por ciento de mujeres que no habían recibido instrucción.
Mucho más modesta fue, sin embargo, la evolución de la educación en el caso de las mujeres. A comienzos del siglo, el analfabetismo femenino en Canarias era el segundo más alto del Estado, con alrededor de un 80 por ciento de mujeres que no habían recibido instrucción. En 1920 apenas había descendido al 75 por ciento, lo que exhibe una discriminación de género que se ve reflejada, sobre todo, en el caso de las señoras de mayor edad. En 1901 se unificaron los programas escolares para niños y niñas pero, además de la extensión casi general del trabajo infantil, en el plano cultural las mujeres tenían encomendadas desde la infancia tareas en el ámbito doméstico que las alejó de la escuela. Además, el número de escuelas para niños varones era superior al de centros femeninos, y aunque en esta parte del siglo –y algo más con posterioridad– se permitieron e incluso impulsaron los centros mixtos, lo cierto es que existían detractores que denostaban la asistencia conjunta de niñas y niños a las aulas.
Con todo, las escuelas de Magisterio y Comercio incrementaron sus matrículas; se abrió en 1913 la sección de Estudios Universitarios en el Instituto de Canarias, dependiente de la Universidad de Sevilla, que incluía el preparatorio de Derecho, el primer curso de Filosofía y Letras y, más tarde, el preparatorio de Ciencias; y se creó el Instituto de Las Palmas de Gran Canaria, fundado a instancias del Cabildo Insular en 1916.
La educación en Canarias de 1920 al final de la Segunda República
Tras este periodo, a causa de la I Guerra Mundial y –tras una época de cierta recuperación durante los años veinte–, de la crisis de 1929, la situación se precarizó y puso en evidencia los problemas de la nueva economía liberal de Canarias, con consecuencias, sobre todo, para los empleos menos cualificados. Terminado el conflicto europeo, si bien el gasto público se incrementó, este se orientó básicamente a inversiones en infraestructuras, mientras que las aportaciones destinadas al desarrollo social –educación y salud– se mantuvieron en niveles similares (el incremento de la dotación presupuestaria destinada a educación fue del 4,1 por ciento). En cualquier caso, el Estado sufragaba tres cuartas partes del gasto total, y el resto lo costeaban los municipios.
Durante la II República (1931-1936) el impulso a la educación se convirtió en objetivo político central. Se duplicaron los centros escolares, sobre todo los de nivel primario. El nivel de escolarización ascendió del 28,2 por ciento en 1923 al 46,5 en 1933.
Con todo, también hay que tener en cuenta que la nueva estructura social mantenía una segregación aún muy importante entre las clases pudientes y el proletariado urbano. Este, a pesar de las mejoras, sigue ubicándose en barrios segregados y marginales, subsistiendo también notables diferencias entre las zonas urbanas, rurales e intermedias. El trabajo infantil es muy alto, y un indicador indirecto se encuentra en el índice de no escolarización –38,51 por ciento entre los 12 y los 20 años–. Además de en la agricultura, el trabajo de los menores era frecuente en los muelles, en la limpieza viaria, en el comercio (donde se mantiene a veces a la infancia en régimen de internado –cuestión que queda prohibida en la década de 1930–), además de en la práctica de la mendicidad.
Y por supuesto, otro factor que incide en la menor escolarización es el género. La tasa de alfabetización femenina se mantenía en 1930 aún 10 puntos porcentuales por debajo de la de los varones, aunque durante la Segunda República se aprecian mejoras educativas. En el Instituto de La Laguna, entre 1913 y 1921 se contabilizaron 99 alumnas, lo cual suponía un enorme avance, al igual que en los demás institutos que se abrieron en otros puntos del Archipiélago, donde la presencia femenina alcanzó el 15 por ciento en torno a 1920, y el 27 por ciento en el curso 1932-1933. Esta incipiente democratización y aumento de la presencia femenina en los estudios secundarios llevó a que sectores de las clases pudientes, preocupadas por mantener la distancia con el resto de la población, comenzara a matricular a sus hijas en centros privados para jóvenes.
En 1927 se abrió la Universidad de La Laguna, con las Facultades de Ciencias Químicas y Derecho, el primer curso de Filosofía y Letras y un colegio politécnico anejo para formar Peritos y Capataces Agrícolas. En 1930 se estableció de nuevo el Instituto de Segunda Enseñanza de Santa Cruz de La Palma, y Arrecife dispuso de un Instituto Local de Enseñanza Secundaria. Las escuelas de Magisterio, Comercio y Náutica, así como las diversas escuelas técnicas, experimentaron un incremento de su alumnado.
En cuanto a los contenidos, tal y como recoge la obra Historia Contemporánea de Canarias:
Millares Cantero, A.; Millares Cantero, S.; Quintana Navarro, F.; Suárez Bosa; 2011
La educación en Canarias durante el franquismo
Desde el inicio de la Guerra Civil y, sobre todo, durante la prolongada postguerra, la economía canaria sufrió una potente recesión. Las Islas padecieron un periodo de autarquía impuesta, de consecuencias muy duras, y un extendido deterioro del nivel de vida popular. Por otra parte, el totalitarismo del régimen se extendió por todas las esferas de la vida, afectando de forma singular al ámbito educativo, en el que las nuevas pedagogías basadas en la participación, el laicismo y la igualdad, ensayadas durante la República, quedaron proscritas.
Pero no sólo mutaron las corrientes pedagógicas. La represión franquista, apoyada por la Iglesia, se cebó especialmente con el profesorado republicano:
Millares Cantero, A.; Millares Cantero, S.; Quintana Navarro, F.; Suárez Bosa; 2011
La escasez de medios impidió que continuara la política de construcción de centros escolares. La falta de centros públicos se suplió, aunque de modo muy deficiente, con los centros privados, especialmente los regentados por las órdenes religiosas. El nivel de escolarización alcanzado en el curso 1932-1933, del 45 por ciento del total de la población en edad escolar, se mantuvo prácticamente estancado durante los decenios de 1940 y 1950.
En la educación superior, sin embargo, se abrió en 1942 la Facultad de Filosofía y Letras.
Pero al igual que en la mayoría de los ámbitos, el papel de la mujer durante el franquismo quedó restringido a los principios del nacionalcatolicismo, muy relegado al plano doméstico, además de considerado siempre de segunda categoría respecto al trabajo realizado por los varones. Esto se reflejaba en la educación reglada reservada a las niñas que llegaban a poder escolarizarse:
Millares Cantero, A.; Millares Cantero, S.; Quintana Navarro, F.; Suárez Bosa; 2011
Teresa González Pérez, 2007

Los colegios religiosos femeninos fueron los preferidos por las clases acomodadas, y los que mantuvieron la oferta de educación secundaria para mujeres jóvenes en la primera parte del franquismo, puesto que no se podían mantener institutos exclusivamente femeninos debido a la escasa matrícula de alumnas en un periodo en el que la segregación por sexos se hizo obligatoria. En 1943, el instituto de La Laguna permitió la entrada de alumnas, aunque utilizando puertas diferentes para cada sexo. En la década de 1940, el porcentaje de alumnas en los estudios de bachillerato equivalía al 35 por ciento.
Hasta el año 1977, a las mujeres solteras de entre 17 y 35 años se les exigía que cursaran el denominado Servicio Social para la obtención de títulos, carnet de conducir, pasaporte, para afiliarse a cualquier organización y para poder acceder a un puesto de trabajo. En estos cursos se estudiaba religión, formación política, convivencia social, economía doméstica, cocina, corte y confección, higiene y medicina casera, trabajos manuales, labores, lavado y planchado, formación familiar, historia, cultura postnatal y educación física.
Por su parte, los varones debían realizar el servicio militar obligatorio. De los mozos incorporados a filas en 1967 procedentes de Canarias, casi el 30 por ciento eran analfabetos, siendo ligeramente superior el índice en la provincia occidental que en la oriental. La realización de algunas acciones formativas elementales durante el servicio militar contribuyó a mejorar un poco el índice de alfabetización de algunos jóvenes que se iban incorporando: en 1958 comenzaron a impartirse las ‘Clases de Cultura General’, y a partir de 1964-1965 se impartían enseñanzas destinadas a obtener el Certificado de Enseñanza Primaria.

La educación en Canarias desde los años 70 hasta finales del siglo XX
Durante los últimos años del franquismo (auspiciado tanto por presiones internacionales como por sectores aperturistas del régimen que confiaban en cualificar a la mano de obra para diversificar la economía y modernizar al país) el gobierno se interesó por solucionar el elevado índice de analfabetismo que aún persistía. La base de partida era muy precaria, puesto que las dos provincias españolas con menor tasa de escolarización eran Santa Cruz de Tenerife con el 59,7 por ciento y Las Palmas con el 61,2 por ciento, respectivamente.
En 1970 se promulga la Ley General de Educación, que estableció el carácter obligatorio y gratuito de la enseñanza primaria hasta los catorce años, y dio un nuevo impulso a la formación profesional. Además, se interesó por la mayor participación de las mujeres en el mercado laboral, para lo que era fundamental incluirlas en la oferta educativa, aunque la escuela sigue manteniendo la distinción de sexo, tal como recogía su articulado:
27.2: Los métodos de enseñanza serán predominantemente activos, matizados de acuerdo con el sexo, y tenderán a la educación personalizada.
La educación suprimió los contenidos relativos a las labores del hogar. Sin embargo, esto no contribuyó a igualar en derechos y oportunidades a niñas y niños, sino más bien a invisibilizar y desprestigiar la complejidad de los trabajos domésticos y de cuidados, que siguieron siendo inculcados desde el hogar a las niñas como responsables únicas, sin que los roles de género fuesen cuestionados desde la escuela.
La Universidad de La Laguna amplió su oferta de titulaciones, se establecieron cuatro centros de la UNED, y se creó la Universidad Politécnica de Gran Canaria. En este periodo, y aún hasta 1979, la precariedad del sistema educativo era aún evidente: falta de profesorado y aulas, muy escasa participación de las familias, elevadísimas tasas de fracaso escolar, ausencia de nuevas fórmulas pedagógicas más motivantes, nula presencia de contenidos basados en la realidad canaria dentro del currículo escolar, entre otras. Pero la década de los setenta vive la experiencia de la reivindicación del colectivo docente –a todos los niveles– en demanda de mayor dotación de recursos y mayor grado de participación democrática. Entre el 25 y el 30 de enero de 1973, unos 100.000 maestros paralizaron sus actividades reivindicando incrementos retributivos. La movilización también unió al profesorado del resto de niveles educativos y al estudiantado. Entre 1973 y 1976 se consolida el incipiente movimiento de enseñantes, y la presión social y profesional desarrollada en el conjunto del Estado sirvió para que se celebraran las primeras elecciones a representantes provinciales del profesorado de EGB en 1976 (antes, incluso, de celebrarse las primeras elecciones democráticas de junio de 1977).
Este ambiente de entusiasmo y voluntad de cambio se plasmó en la constitución de los Movimientos de Renovación Pedagógica (MRPs), colectivos que organizaron la I Escuela de Verano de Canarias del 5 al 11 de julio de 1978.
Manuel Ferraz Lorenzo, 1999
En 1979 todavía faltaban por crear en Las Palmas 24 mil puestos escolares (frente a los 5 mil de ciudades como Madrid).

En las últimas décadas del siglo, con el inicio de la democracia, el crecimiento económico y la posterior entrada en la Comunidad Económica Europea, la escolarización va generalizándose, y en 1989 se crea la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Sin embargo, aún perviven las consecuencias de las décadas anteriores, visibles no solo en una cohorte de personas adultas (sobre todo mujeres) analfabetas, sino también en un gran bloque de personas, incluidas menores de 14 años, que podían ser consideradas analfabetas funcionales –incapaces de utilizar eficientemente su capacidad de lectura, escritura y cálculo–. Respecto a este sector merece recordarse la labor desarrollada durante décadas por la institución Radio ECCA, que desarrolló sus propios métodos de educación popular a distancia.
Sin embargo, un sector significativo de la juventud, sobre todo la originaria de los barrios más pobres, sufrió una importante debacle académica. Las causas fueron diversas y complejas, pero entre ellas son evidentes la segregación espacial y la concentración de la marginalidad derivadas de la creación de muchos ghettos de vivienda social en décadas precedentes, sumada a la crisis de la droga en los años ochenta (que se ensañó con la juventud, especialmente –aunque no solo– con las clases más desfavorecidas de los entornos urbanos).
Desde la Ley General de Educación (que estableció la EGB) hasta nuestros días se han aprobado ocho leyes educativas: la LOECE –1980–, la LODE –1985–, la LOGSE –1990– (que cambia la configuración de los cursos y establece los niveles de Infantil, Primaria, ESO y Bachillerato, y amplía a los 16 años la edad de escolarización obligatoria), la LOPEG –1995–, la LOCE –2002–, la LOE –2006–, la LOMCE –2013–, y la LOMLOE –2020–. Los efectos de tanto cambio legislativo tal vez sean más evidentes para el profesorado que para el alumnado, aunque lo cierto es que, en algunas materias, y según muchas personas expertas, la tendencia es a establecer estudios cada vez más técnicos al servicio de las necesidades del mercado, en detrimento de la capacidad crítica de la persona, su autoconcepto y la el fomento de la convivencialidad.
La educación en Canarias hoy
En esta etapa de la historia, y a pesar de que cualquier docente, el alumnado y las familias son muy capaces de elaborar un glosario de carencias aún por resolver, sobre todo en cuanto a la calidad de las infraestructuras (46 colegios del Archipiélago aún están conformados por barracones), la escuela pública ofrece garantías de calidad. Muchos centros se esfuerzan por utilizar programas pedagógicos que garanticen la creatividad y la participación de toda la comunidad educativa. Por otra parte, existe una amplia oferta de centros concertados (que, tras la última reforma legal, deben garantizar la igualdad de oportunidades y la escolarización universal y de calidad): privadas, bilingües y escuelas –sobre todo en nivel de Infantil– que aplican pedagogías alternativas. Podemos afirmar, pues, que la generalización de la educación es equiparable a la de cualquier país del entorno.
Las mayores carencias las podemos encontrar en la educación de 0 a 3 años, donde la oferta pública aún es muy deficiente, aunque la escolarización a estas edades no es ni obligatoria ni recomendable en todos los casos, pero sí necesaria desde la perspectiva de género en ausencia de redes de cuidados y de políticas de conciliación; y también desde la perspectiva de clase, cuando se padecen situaciones precarias derivadas de la falta de recursos.
Con todo, y aunque hemos alcanzado las cuotas más altas de nuestra historia tanto en resultados académicos, como en duración de la etapa formativa y en número absoluto de titulaciones, aún seguimos arrastrando tasas de abandono y fracaso escolar de las más grandes del Estado español, que a su vez padece uno de los peores de la OCDE (institución que afirma que España es el tercer país con mayor segregación socioeconómica escolar en Primaria, tras Turquía y Lituania). Los debates abiertos al respecto tienen que ver tanto con los objetivos que persigue el currículum como con la relación entre la metodología educativa y los resultados académicos.
El curso 2020-2021 fue el primero de la historia en el que se impartieron clases presenciales en medio de la pandemia del Covid-19. Resultó bastante duro, sobre todo para el profesorado que tuvo que desempeñar su labor a la vez que trataba de garantizar el cumplimiento de las normas sanitarias e intentaba suplir las carencias emocionales que imponían esas mismas normas. El anterior fue incluso más singular, dado que el inicio de la pandemia lo interrumpió a partir del mes de marzo y se convirtió en un curso virtual incluso para los niveles de Infantil. El alumnado y las familias sufrieron lo indecible porque nadie estaba preparado para el estrés que supuso el confinamiento, manteniendo un nivel razonable de actividad académica y profesional, siendo aún más grave para las familias (y sobre todo las mujeres) que viven en entornos con pocos recursos técnicos, materiales o culturales.
Los condicionantes sociales siguen determinando las trayectorias educativas de la población, igual que ha pasado a lo largo de la historia en Canarias. Pero si comparamos las condiciones materiales de otras épocas, el contexto social y el esfuerzo de la comunidad educativa, debemos reconocer que hoy disfrutamos de un regalo de la historia.
Recursos bibliográficos
- Europa Press. España, tercer país de la OCDE con mayor segregación escolar en Primaria, por detrás de Turquía y Lituania. Disponible en:
- Ferraz Lorenzo, M. (1999). Acotaciones a la historia de la educación en Canarias (1975-1999). Rasgos generales y reflexiones finiseculares. Boletín Millares Carló, núm. 18. Centro Asociado UNED Las Palmas de Gran Canaria.
- González Pérez, T. (2007). Mujeres, historia y educación. Las Palmas de Gran Canarias: Anroart Ediciones.
- Heredero Gascueña, V. (2008). Educación y modernidad en Canarias durante la II República. Un análisis conceptual. XVIII Coloquio de Historia Canario-Americana, pp. 1.311-1.324. Las Palmas de Gran Canaria: Casa de colón.
- Macías Hernández, A. M. y González Pérez, T. (1998). Educación. Gran Enciclopedia Canaria. La Laguna (Tenerife): Ediciones Canarias, t. VI, pp. 1.348-1.355.
- Millares Cantero, A.; Millares Cantero, S.; Quintana Navarro, F.; Suárez Bosa, M. (2011). Historia Contemporánea de Canarias. Las Palmas de Gran Canaria: Obra Social de La Caja de Canarias.
- Stone, O. (2001). Tenerife y sus seis satélites. Las Palmas de Gran Canaria: Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria.
De una mamá multutarea a otra…
El acceso universal es un logro social, sin ninguna duda. Sin embargo, el modelo ha de trascender más allá de la utilidad del mercado, repensando una ciudadanía global desde lo local y de forma sostenible. Cada niño y niña es una nueva oportunidad para cambiar el mundo. Felicidades por el artículo Yasmina.
Nada que objetar a tu artículo, llegados a finales de los años 60 y décadas de los 70, 80 y parte de los 90, en los que creo que se alcanzó a la gran mayoría de la población, tanto con la educación pública, privada como con la concertada.
como dices, muy acertadamente, adquirimos un sentido crítico, de democracia, participación, unión y desaparación casi total del analfabetismo y la falta de cultura.
conozco a profesores-as de la transición (años 70) y nunca escuché que tuvieran que seguir con clases de educación femenina tipo labores, sino al contrario, clases experimentales que si hubieran llegado hasta hoy, se llamarían «reciclaje» o «DiY2. También, inclusión de teatro, danza, música y otros talleres (en algunos colegios, más deporte y menos gimnasia).
De todas formAS, ME PARECE UN TEXTO EXCELENTE, PORQUE SON POCAS PERSONAS DEDICADAS A ESTE RESUMEN TAN PROFUNDO Y NOSTÁLGICO: GRACIAS.
Me ha encantado este artículo , es el mas completo y conciso que he visto sobre el tema de la alfabetizacion en canarias.