'; ; Taller Canario de Canción vuelve a subirse a los escenarios en Teror
taller canario de canción

Entrevista | Alegando con Taller Canario de Canción: «Si Canarias lo demanda, habrá Taller para rato»

Taller Canario de Canción vuelve a subirse a un escenario. A uno, al menos. Con motivo de este encuentro nos reciben en la casa de Rogelio Botanz, en La Laguna, donde lo que resta de mes se encerrarán Andrés Molina, Rogelio Botanz, Julio Tejera y el resto de músicos a sacar adelante un espectáculo que se podrá disfrutar en la Plaza de Teror el 1 de septiembre.

Se respira familiaridad en la casa y en el espacio de entrevista que compartimos con Andrés y Rogelio, una cierta tranquilidad que contrasta con la sensación externa al saber que Taller se reúne de nuevo. Son ya músicos experimentados, hablan sin tapujos y con seguridad. Se complementan el uno al otro en cada pregunta. La conversación fluye. Se interrumpen educadamente y construyen juntos un relato de Taller lleno de matices, con una visión de conjunto pero desde las experiencias individuales. De manera natural, al igual que se podría desarrollar su relato sobre un escenario.

Habla Andrés, interrumpe Rogelio, complementa Andrés, completa Rogelio. Da la impresión de que no es posible entender Taller escuchándolo de una sola boca. El discurso y sus matices enriquecen, la conversación y la ida y vuelta hace ver a los integrantes del grupo por separado, y así entender mejor lo que es Taller.

Hace más de 15 años que Taller, emblema de la Nueva Canción Canaria, no toca en público. Se entendía una agrupación disuelta y parte del pasado. Hay expectación. Sin embargo, ellos se lo toman con calma.

¿De dónde nace la idea de este reencuentro?

Andrés Molina: Salió del Cabildo de Gran Canaria. Es el 30 aniversario del Festival Teresa de Bolívar, en Teror, en el marco de las Fiestas del Pino. Querían hacer algo importante para esa fecha y pensaron en Taller.

Rogelio Botanz: El presidente del Cabildo, Antonio Morales, ha sido alcalde de Agüimes durante muchos años. Todo el sur y sureste de Gran Canaria fue muy importante en la época del Taller. De 60 veces que actuábamos al año, unas 40 ó 50 actuábamos en Gran Canaria. Y de ellas, la mayoría en esa zona. Había devoción. Nos querían muchísimo, porque además hay un tipo de gestión política curiosa allí. Son gente progresista, gente con ciertos rasgos de canariedad, pero no radicales en ninguna de sus prácticas. Nos trataron muy bien en aquella época y tienen gran recuerdo del Taller. 16 años atrás, cuando Pedro Guerra presentaba la Fundación Contamíname, el Ayuntamiento de Agüimes y esta fundación organizaron un concierto del Taller cuando ya estaba disuelto. Es la segunda vez que nos convocan. Y les hemos dicho que sí, claro.

¿Había alguna intención previa por parte de Taller?

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Andrés Molina: No, para nada.

Rogelio Botanz: Ninguna, Andrés tiene su mundo, sus compromisos, su carrera, su proyecto, su vida. Yo tengo el mío. Nos vemos, coincidimos… Habíamos cantado precisamente en el Cabildo de GC hacía 15 días en un acto de solidaridad con el Sahara. No estaba en nuestros planes en absoluto. Pero…

Andrés Molina: Es una oportunidad. El Taller nunca tuvo lo que va a tener ahora. Es decir, ahora tenemos un equipo de gente que trabaja a nuestro alrededor. También hemos cambiado mucho tecnológicamente, las redes, los medios… Tenemos un productor artístico, Julio Tejera, que es músico y arreglista de Miguel Bosé y Revolver, por ejemplo. Aquí se aunará todo lo que nosotros hemos aprendido en nuestra trayectoria como Taller y en solitario, fusionado con su aprendizaje.

Se intentó con Pedro también, pero tiene dos giras y no puede. Eso sí, transmitió que todo lo que sea de Taller a él le interesa. No sabemos lo que puede pasar, pero para Teror no va a ser posible que esté. Él está con el aniversario de su primer disco en solitario, “Golosinas”, y de “La Palabra en el aire”, su trabajo con Ángel González.

“No sabemos qué puede pasar…” ¿Quiere decir esto que hay Taller después de Teror?

Andrés Molina: Después de Teror vamos a continuar, porque están saliendo posibilidades de hacer una gira. El trabajo que estamos haciendo es muy potente. Evidentemente, lo que va a haber en Teror no lo va a haber en esa posible gira. No será posible llevar lo que llevamos a Teror, donde habrá tres pantallas gigantescas.

Rogelio Botanz: Para hacer proyecciones audiovisuales de trabajos que ahora mismo está haciendo un editor a nuestras órdenes. Nos pusimos ambiciosos. Dijeron “queremos que venga el Taller”; y nosotros dijimos “lo hacemos, pero lo vamos a hacer bien, vamos a dar una campanada”. Y el Cabildo dijo “sí”.

Andrés Molina: Por esto digo que Taller nunca tuvo algo así. Tuvimos muchísimo público, vendíamos muchos discos en los conciertos, tuvimos temas en discotecas, en 40 Principales; pero nunca tuvimos un montaje como el que tenemos ahora. Creo que la gente lo va a disfrutar una barbaridad. Porque muchas de las cosas que antes hablábamos entre canción y canción ahora ya quedan en pantalla, en ambiente. Será todo muy mágico, va a ser todo más artístico todavía, si cabe.

¿Qué temas se podrá escuchar? ¿Serán exclusivamente de Taller o también de la carrera personal de cada uno?

taller canario rogelio botanz

Rogelio Botanz: Vamos a ponernos en el pellejo de la gente que fue seguidora del Taller. Pues le hará mucha ilusión escuchar esos temas. Vamos a ponernos en el pellejo de quien no conoció el Taller pero ha oído hablar de él. Vamos a darle eso. Hay muchas razones para centrar el trabajo sustancial en lo que fue Taller. ¿Qué canciones fueron sustanciales de aquel periodo y tenemos que hacer? Pues prácticamente todas. Alguna novedad, sí, también la tenemos. Tenemos esa sorpresa, que también a los que nos siguieron toda la vida les hará mucha ilusión sentir que asisten a un estreno mundial de una canción.

Una cosa que yo he hecho es escuchar los conciertos en vivo de Cat Stevens, un hombre que hace 50 años era quien era, y ahora he querido escuchar cómo presenta sus canciones. Paul McCartney, ¿cómo hace las lecturas de sus canciones de los Beatles en sus conciertos? Pues suenan muy parecidas a como sonaban. ¡Pero con un matiz! No te suenan antiguas. En ese sentido, a la gente que hace 25 años asistió a un concierto del Taller por momentos le va a parecer que está otra vez ahí, pero no escuchando una cosa antigua, sino algo potentísimo y actual.

Andrés Molina: No quiero mentir. Todo esto que hemos estado armando es como un encaje de bolillos. Armar todo esto ha costado muchísimo. Incluso, con los cambios legales en la contratación de las instituciones, hemos tenido hasta problemas con el cierre definitivo, con la firma del acuerdo, porque no puedes poner a los músicos a trabajar de una manera y de otra sí. Han surgido posibilidades de conciertos, hay dos fechas, pero mañana se puede haber caído todo y no lo recuperamos. Creemos que sí, que todo va a salir, pero no es seguro.

¿Qué músicos les acompañarán?

Rogelio Botanz: Estamos trabajando con músicos que son páginas de la historia de la Música Popular Canaria. Alfredo Llanos a la batería, José Carlos Machado al bajo, Gonzalo de Aráoz (el guitarrista que hace las producciones de la Fimucité), estamos trabajando con lo mejor… Suso en la percusión, Ico Botanz y Aarón González acompañarán con los pitos; y Rubi Alemán, Yurena Ferrera, Esther Sosa y Dulce Martín con la percusión canaria. Todos bajo la dirección musical de Julio Tejera, y con Andrés y conmigo a la guitarra y la percusión respectivamente. Estamos ilusionados, estamos disfrutando.

¿Podría surgir un nuevo disco con nuevas canciones?

Andrés Molina: No tengo ni idea de eso. Empieza septiembre y espero que mi proyecto con Dylan Thomas, el espectáculo que tengo con el poeta Pedro Flores, quiero llevarlo a cabo como sea. Si yo no acabo ese espectáculo y lo llevo a América, a Península, me consideraré frustrado porque creo que es un espectáculo brutal. Modestamente. Opino que es de lo mejor que he hecho. Creo que tenemos el deber de cumplir con lo nuestro. Si paralelando todo eso surge la posibilidad de seguir creando con Taller… pues ¿por qué no? Eso sí, todo tiene que ser de manera natural, no podemos forzar nada porque nunca lo forzamos. En el Taller nunca lo forzamos.

Rogelio Botanz: Como ha dicho Molina, coyuntura. Si resulta que estamos en aquella época en la que las puertas de Madrid te jalaban por el pecho y te decían “ven, que aquí hay futuro, que aquí tienes que estar” y aquí en Canarias no pasa nada, como dice la canción de Andrés, pues la respuesta está clara. Una cosa es tener 20 años e iniciar una carrera excitante y otra cosa es tener 30, haber llegado al techo, ver que hay un techo del que no vas a salir, ver que no hay futuro, que no es posible el número suficiente de actuaciones en las condiciones que tú necesitas para hacer un proyecto vital. Con 20 años no sabes lo que es un proyecto vital: cantar te hace ilusión. Con 30 tienes que empezar a pensar en serio.

Hay una realidad: estamos aquí porque el Cabildo ha dicho “pongo la pasta por encima”. En este momento tenemos varias personas que quieren que actuemos aquí o allá. Si se ponen pesados, es decir, si la demanda de Taller es real y es suficiente y permite seguir pagando a estos músicos en las condiciones que se merecen, entonces vamos a tener Taller para rato.

Andrés Molina: Y permite que puedas plantearte dos meses encerrados preparando un disco. Yo tengo proyectos para el próximo año. Modestos, a mi nivel, pero son mi vida. Y él tiene proyectos que son su vida, y Julio igual. Si la realidad permite que nosotros podamos aparcar todo dos meses y planificar, nosotros nos encerramos.

Pregunta de Rogelio Botanz a Andrés Molina: «Pregunta Indiscreta»

Rogelio Botanz: Te voy a hacer una pregunta indiscreta, Molina, ¿cuántas canciones tienes tú ahora mismo no editadas?

Andrés Molina: Montones.

Rogelio Botanz: Pero cuando hablamos de montones… ¿son más de cien canciones?

Andrés Molina: Yo tengo alrededor de 700 canciones registradas.

Rogelio Botanz: Vale, ¿escuchan eso? Como 6, 7 u 8 para un próximo disco de Taller ya tienes. Quiero decir que el repertorio existe, la banda existe, el estudio de grabación existe, el productor existe. El marco para que haya Taller existe. La pregunta que yo les hago a ustedes es: ¿existe una Canarias realmente necesitada de Taller? Porque si no existiera, nosotros no vamos a volver a hacer esfuerzos estériles.

Andrés Molina: Nuestro proyecto es un proyecto underground, y nosotros nos hemos caracterizado por ser un producto alternativo que obedecía a un momento social del que nosotros formábamos parte. Nos convertimos sin quererlo en una especie de espejo para una parte de la población que estaba experimentando las mismas emociones, la misma ideología, las mismas pulsiones que nosotros. Si esa realidad está empezando a llegar ahora, nosotros consideramos que nuestras canciones están absolutamente vigentes, y si esa realidad se puede permitir vivir, pues probablemente haya una continuidad.

Rogelio Botanz: Nos vamos a enterar. El futuro del Taller no está en el Taller.

¿Está en la respuesta del público?

Rogelio Botanz: El público en ese sentido es soberano.

Audio de Andrés Molina: «Cometa Halley»

Andrés Molina: Y más en un proyecto de estas características en el que si no hay una pulsión… Si eres tú el que se impone al margen de lo que pasa con tu trabajo, eres al que ya se le fue el tren, a esta gente que ya se le pasó el cometa Halley. Entonces, ¿qué hacen estos tíos en esta época? En cambio, si realmente hay una pulsión de gente que quiere escucharnos, pues nos van a tener. Si esa gente ve ese concierto de Teror, y con eso tuvo y ya está, pues nosotros nos sentiremos tan felices.

Rogelio Botanz: Y que nos quiten lo bailao. Lo que vamos a gozar ese día 1 de septiembre nosotros y la gente, que sí sabemos que existe porque ya están contestando en las redes… Lo que vamos a disfrutar ese día, no nos lo va a quitar nadie.

Nos gustaría hacer un repaso por la trayectoria de Taller Canario. Trapera es el primer trabajo. ¿Qué surgió de esos retales?

Andrés Molina: La verdad es que en esa época nos estábamos definiendo. Ya había percutería, pero no estaba bien evolucionado el concepto. Todavía éramos muy cantautores. Fuimos evolucionando. Intentábamos aprender y averiguar cómo hacer que nuestro sonido, nuestra música, tuviera una compacidad a la par de que fuéramos tres creadores. Que hubiera un leitmotiv en lo que respiraras de todo el proyecto. Fuimos aprendiendo. Con Trapera, que era nuestro primer disco, nuestro disco experimental, pensábamos que nos íbamos a la gloria, y aprendimos luego que teníamos mucho que aprender.

trapera taller canario de canción

Rogelio Botanz: En una trapera hay una urdimbre, unos hilos y en medio de los hilos se ponen unos trapos, de manera que cada uno encaja en cada sitio. Se compactan un poco y con eso haces una manta. Pero es muy fácil mirar con detalle y ver un trapo rojo u otro diferente verde… Se distingue perfectamente. Éramos tres cantautores. El cantautor por definición es él, su mundo y sus circunstancias, su modo de concebir y su modo de hacer.

Yo puedo ser un agricultor que me dedico al tomate, y hay otro que hace lechugas, otro los pepinos. Eso es una cosa, pero otra cosa es ser un gourmet y preparar una ensalada estupenda. Cada uno de nosotros llegaba con su parte y nos poníamos a hacer la ensalada. El oficio de ser cocinero es muy complejo. Lo que Julio Tejera es como productor musical, como arreglista, es muy complejo. Su oficio es muy complejo.

La composición es un proceso muy complejo y puede surgir muy temprano. Pero los arreglos son otra cosa. Nosotros queríamos hacer una música moderna. El pop ha tardado décadas en consolidar qué tiene que hacer un bombo. Lo que tiene que hacer una guitarra rítmica, o una guitarra solista o una batería en el pop ya está definido. Lo han hecho la industria y los creadores a lo largo de décadas.

¡Y nosotros queríamos en un disco crear la Nueva Canción Canaria! Que iba a ser tan potente como el pop-rock pero tenía que tener las señas de identidad de la música tradicional canaria, pero no tenía que sonar antigua como una folía o una malagueña de parranda! ¿Cómo se hace eso? Bueno, no había maestro que nos pudiera enseñar. Teníamos un referente que era Taburiente. Habían hecho algo parecido, habían creado un sonido nuevo, el sonido Atlántico. Pero nosotros no podíamos ser un remedo de Taburiente. Teníamos que ser otra cosa. Teníamos que crear algo sin formación específica. Trapera es un disco de principiantes con unas canciones brutales, pero montadas de aquella manera.

Ahora bien, en el proceso de búsqueda empezamos a hacer algo que no era Taburiente, que no era Silvio Rodríguez, que además en un paso vertiginoso de un disco para otro se hace música totalmente pop… Pero el sello canario está también construido al mismo tiempo, y sigue habiendo tres creadores de canciones. Trapera es el momento del encuentro de tres personas que saben hacer canciones pero que tienen que iniciar su formación como arreglistas, que es otro oficio.

¿Qué es Identidad entonces?

Rogelio Botanz: Y ya en Identidad el salto ha sido importante. Yo no sé muy bien el tiempo que me lleva llegar a construir lo que es la percutería, pero decidimos trabajar no sobre el timple, que también incorporábamos, no sobre las cuerdas… Sino ir al sector más antiguo del folclore, que es el de tambor. Ahí encontramos una veta importante. Desde lo más antiguo pero con un tratamiento más moderno. Y en Identidad eso estalla, ya hay realidades, canciones muy potentes. Y además fíjate que ya solo el título, Identidad, ya se ve que la temática se focaliza un poco. No es exclusiva, pero se focaliza.

¿Cómo se siente en esa época cantar temas como «Endecha» o «La Maleta»? ¿Cómo lo recibía el público?

Andrés Molina: Eso fue una revolución.

Andrés Molina: Antes de grabar ningún disco, cuando hicimos de teloneros de Pablo Milanés, la gente se levantó y cantábamos “Mimerahanà…”. Todavía esa canción no la grabamos en Trapera. Se grabó en Identidad.

Audio de Rogelio Botanz y Andrés Molina: «La Endecha y la revolución cultural del momento»

Rogelio Botanz: Aquella gente escuchó aquello por primera vez.

Andrés Molina: Escucharon «La Maleta», «Endecha»…

Rogelio Botanz: Y nos interrumpieron en la «Endecha». Nos interrumpieron con aplausos antes de acabar la canción. Para que tú estés escuchando una canción nueva y la interrumpas con aplausos…

Andrés Molina: Siendo teloneros de Pablo Milanés.

Rogelio Botanz: Me acuerdo de cuáles eran los arreglos. Era Pedro con una guitarra, yo tenía un tambor gomero con el que hacía tun tan tun tun… ¿Qué podía yo tocar con un tambor gomero? El arreglo más desnudo, más simple y sencillo. Molina tocaría el bajo, y también estaba Marisa… Y la gente de repente al escuchar la lengua guanche, sintió “están aquí… puedo haber sido así”. La gente aplaudió aquella canción antes de terminar en el momento en el que más incipientes éramos y con menos capacidad para hacer una propuesta musical arrolladora. El impacto fue tremendo.

Audio de Rogelio Botanz: «Estábamos buscando todos…»

Con respecto a «La Maleta», yo tenía hecha la música porque fui a la plaza de toros y escuché a Pedro Lezcano recitarla y vi como se puso en pie aquella plaza. Claro, aquello no era porque la gente estaba dormida, mirando para otro lado y entonces llegamos, les llamamos la atención, les mostramos una cosa y la gente se volvió loca. Estábamos buscando todos.

Andrés Molina: Identidad fue una revolución en la carrera de Taller. Además, a partir de ahí empezamos a trabajar muchísimo, focalizamos bien lo que era trabajar los tres juntos. Rogelio centrado en la percusión, Pedro en la guitarra y en el bajo, yo en el piano. Y hacíamos conciertos constantes. No parábamos de actuar por todas las islas y con ese repertorio de Identidad y Trapera, pero fundamentalmente de Identidad. La gente iba, aquello se reventaba de público. Y eso nos permitió también afianzarnos como músicos.

identidad taller canario de canción

Trabajábamos en esta casa los arreglos como tres tipos trabajando juntos. Luego ya metimos cosas de púas por darle el concepto de nuestro trabajo, pero ya la base de la percutería estaba, el armazón de los temas estaba hecho. Y eso lo hacías en directo y era una cosa potente.

Rogelio Botanz: Molina subdividía el DX7, que era un teclado muy potente en aquella época. Con la mano izquierda hacía los bajos, con la mano derecha hacía los teclados, y ya te has ahorrado un músico, entre comillas. No puedes hacer virguerías, no puedes hacer temas de jazz con ese bajo, pero temas de pop, sí. Muy funcional. Pedro cogía la guitarra eléctrica, y ya con eso, el teclado y una percutería que se iba ampliando -en un momento ya le dotamos de un octapad electrónico que nos permitía disparar sonidos de batería también si nos hiciera falta-, lo convertimos en una propuesta muy potente. Éramos tres, pero como una apisonadora. Luego el trabajo de las voces fue muy importante.

Andrés Molina: Identidad y lo que fue esa gira hasta que grabamos A por todas fue una escuela de aprendizaje y solidificación de nuestro trabajo. Nos permitió también imaginar de otra manera. Es mi análisis.

¿Cómo se dio la gira por Latinoamérica?

Rogelio Botanz: En aquella época existía un movimiento cultural que se llamaba Centro de la Cultura Popular Canaria. Hoy existe una cosa que se autodenomina así, en la que permanece un individuo que estuvo al principio. Hay una frase del Che Guevara muy bonita que dice “nunca juzgues a un revolucionario o una revolución por lo que dicen de sí mismos”.

En aquel momento sí existió un movimiento cultural. Íbamos a la asamblea del Centro de la Cultura, y podías encontrarte a 40 ó 50 personas donde había escritores, poetas, había músicos, había animadores socioculturales, gente de la política, del deporte autóctono…

¿Qué quedó de esa generación?

Rogelio Botanz: Bueno, otro día te cuento eso. Pero esto existía. Era un movimiento y nos reuníamos… Claro, había un equipo de coordinación, y el proceso por el cual el individuo que coordinaba eso se quedó con las siglas, con el dinero, con la trayectoria, con el patrimonio moral y económico… es un proceso triste y muy feo.

Pero en cierto momento había una cosa que yo llamo tejido social. Recuerdo la creación en el pueblo de El Sauzal de la Asociación de Vecinos Aicá Maragá. Se crea una asociación de vecinos que llama al Centro de la Cultura Popular Canaria y propone una semana cultural. Y les respondían “tengo estos poetas, estos escritores, te va a ir este cantautor”. El archipiélago ardía: había tejido social.

Luego hubo una ofensiva desde la política de desarticular todo esto a nivel del estado español. Recuerdo una frase en cierto momento de Felipe González que fue muy fuerte: “Tenemos que acabar con el cáncer del asamblearismo”. Les ponía nerviosos. Ellos preferían una gestión de otra manera. Profesionales gestionando, políticos, concejales, burócratas…. Y consiguieron desarticular eso. Pero existía. Y al existir ese movimiento cultural, venían cantautores. El Centro de la Cultura Popular Canaria organizaba un concierto y viene Silvio Rodríguez. Entonces desarrollamos vínculos importantes con cantautores cubanos. Nos escribíamos, nos hablábamos.

Se pidió una subvención y propusimos ir a Nicaragua, a Venezuela, a Cuba. Fue el año 89. Y fuimos allí y ¿qué ocurre?, que en todos los sitios teníamos conocidos, artistas y fue una experiencia muy, muy, muy impactante. Claro, llegamos en momentos muy especiales. El 89 es periodo especial en Cuba, el muro de Berlín prácticamente ha caído, empieza una crisis tremenda a la que los cantautores eran además muy sensibles. Carlos Valera, Polito Ibáñez, unos buenos cuantos con los que tuvimos relación que luego además han venido y cantado con nosotros.

En Nicaragua están a punto de perder las elecciones los sandinistas después de diez años de guerra contrarrevolucionaria. Encontramos una Nicaragua distinta a la que ya imaginábamos. A Venezuela llegamos y se había producido el Caracazo. El gobierno y la policía habían matado a cientos de personas. Precisamente resultado de aquel Caracazo, el que fuera luego líder, el comandante Chávez, se levanta en armas frente al gobierno. Nosotros llegamos al aeropuerto y vimos cómo los policías nos abrían las cajas de casetes y los cogían a puñados… Íbamos en los coches y nos decían que no podíamos parar en los semáforos, menos aún si llevas un coche abierto por detrás con los instrumentos. Todas esas cosas que nos cuentan de la Venezuela de hoy como consecuencia de un régimen, ya pasaban hace 28 años. Son tres décadas prácticamente. Fue muy impactante.

Para el Taller era crucial la reflexión de la utopía, que era muy importante en ese momento social. “¿Es este el único mundo posible? ¿No seremos capaces de construir una cosa mejor?” Pues resulta que Venezuela era un infierno, Nicaragua era una promesa de revolución y Cuba era una revolución consolidada, donde íbamos a conocer en realidad cómo son las cosas. Las cosas son bien distintas de cómo las imaginábamos desde la cocina en La Laguna. Fue un viaje muy impactante.

¿Qué surgió de aquella gira?

Andrés Molina: Cuando fuimos, hay que tener en cuenta íbamos como una especie de embajada cultural de Canarias, aunque no íbamos solos, iba también otra gente. También había una necesidad de ellos de venir para Canarias, tuvimos relación con la Asociación Hermanos Saíz, una asociación cultural importante en Cuba de jóvenes creadores. Hicimos muy buenos amigos. Fue importante todo aquel momento para nosotros y para ellos. Carlos Varela por ejemplo contactó con nosotros en esa gira…

Rogelio Botanz: Carlos Varela es una institución ahora mismo en Cuba importantísima.

Andrés Molina: Y en aquella época.

Rogelio Botanz: Y en aquella época acababa de hacer un tema llamado Guillermo Tel.

Audio de Rogelio Botanz y Andrés Molina: «Guillermo Tell y la revolución cubana»

Andrés Molina: Que ponía un poco en tela de juicio el sistema cubano desde la perspectiva de que ya estaba bien de tanto paternalismo, y que la gente estaba preparada para hacer la revolución.

Rogelio Botanz: Guillermo Tel no comprendió a su hijo que un día se aburrió de la manzana en la cabeza. Y le dijo, mira padre…

Andrés Molina: Ponte la manzana en la cabeza y ahora tiro yo.

Rogelio Botanz: Pero, ¿cómo va a ser eso?

Andrés Molina: La gente estaba loca con la canción y con la obra de Carlos porque era lo que deseaban.

Rogelio Botanz: La juventud decía “ya está bien, llevamos 30 años de revolución, ¿cuándo es nuestro turno?”.

Andrés Molina: Desde los más contrarios al gobierno hasta los más contrarios moderados veían su trabajo con mucho respeto. Era muy valiente. Pues Carlos acabó viniendo aquí, grabó aquí.

Rogelio Botanz: Su primer disco se graba aquí en los Estudios Manzana.

Andrés Molina: Y acabaron viniendo otros cantautores. Donato Poveda, Fran Delgado… El tema está en que acabamos teniendo una relación importante con la asociación Hermanos Saíz. Fue importante. Podía haber sido mucho más importante, si hubiéramos tenido más medios o más parafernalia para proyectarnos… alguien que nos supiera mover más en el exterior, pero no teníamos esto. Entonces nos movimos como pudimos. Acabó viviendo aquí también Cecilia Todd, músicos de Cecilia Todd, el pingüino, José Luis… Una institución aquí. Un musicazo espléndido.

Donato Poveda fue para el Taller importantísimo. Aprendimos muchísimo, pero mucho de Donato Poveda. Acabamos haciendo gira aquí. Nos encontrábamos en el aeropuerto. Él iba para un lado, nosotros para otro. “Vamos a cantar en tal sitio, Donato, a ver si hacemos una canción juntos”. Recuerdo que cuando Carlos Varela llegó aquí, Pedro estaba escuchando mucho a Peter Gabriel y le pasaba material. Varela se imbuyó tanto de Peter Gabriel que las composiciones de Carlos de ese momento estaban influenciadas por las escuchas de Peter Gabriel.

Igual Cecilia Todd hubiera acabado viviendo en Canarias por otra vía, y Carlos Varela quizás hubiera acabado viniendo aquí, pero casualmente todos esos contactos vinieron para Canarias con nosotros. Fue un ida y vuelta. Y para nosotros fue muy importante.

Rogelio Botanz: Una cosa que fue quizás chocante… Nosotros podíamos parecer más fervorosos y más militantes incluso en Cuba que lo que los cantautores cubanos eran entonces, que ya estaban un poco pasados de rosca de tanta revolución.

Andrés Molina: O de tanta supuesta revolución.

Rogelio Botanz: O de tanto discurso oficial sobre la revolución. Nosotros en cierto sentido podíamos parecer más combativos, visto todo el repertorio global de lo que podían estar haciendo en ese momento algunos de ellos, que estaban más locos por cierta música electrónica, por ciertas cosas… Conseguir un instrumento podía ser difícil.

Es cuando ves lo que es vivir realidades sociales distintas, sociopolíticas, que empiezas a darte cuenta que, como dice Andrés en “Yo también nací en el 63”, “ya no hay buenos, ya no hay malos, habrá que ver más allá”. Creo que nosotros pensábamos que había buenos y malos. En sus extremos. Y yo volví del viaje pensando “joder, qué difícil, qué complicado es”.

¿Qué significó Rap a Duras Penas en la trayectoria de Taller Canario de Canción?

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Rogelio Botanz: Yo creo que es simpático que esa canción esté ahí. Siempre hay reflexión en nuestra propuesta; en otros géneros musicales no la hay tanto. Se trata de saber que están pasando cosas en el mundo de la música, que las escuchas, las relees y las haces tuyas. Un rap que empieza además con los magos de Chipude, pues claro, fue incluso anunciado en televisión.

Andrés Molina: Hubo un momento en el que nosotros teníamos una visión más ideologizada, más conceptual. En ese disco nos permitimos abrirnos muchísimo más, y nos podíamos haber abierto más, pero teníamos miedo. Hacíamos encuestas. Intentábamos hacer una estadística: presentábamos 40 temas a gente universitaria, barrenderos y de todos lados para que nos dijeran qué seleccionaban. Entre lo que ellos seleccionaban y lo que nosotros deseábamos, armábamos el disco. Entonces, lo que salió para Rap a Duras Penas era más fuerte todavía, más ligero. Ahí ya estaba cambiando la sociedad.

Hubo una canción que obtuvo un 10 que, si la hubiéramos cantado, igual hubiéramos acertado ya que estaba cambiando la sociedad, pero había miedo a hacer algo tan ligero, una canción que hablaba de una cosa aparentemente tan trivial… Pues finalmente quedó un repertorio más reflejo y un reflejo más bestia de lo que éramos nosotros, desde lo más étnico hasta lo más moderno, pasando por Brasil, por Fito Páez… Y fue este el momento en que acabó la etapa de Taller con Pedro.

Y ahora… ¿qué?

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Rogelio Botanz: En Y ahora… ¿qué? o Castillos de Arena la evolución en el conocimiento de lo que es producir y arreglar es definitiva. Son discos que todavía los pones, los escuchas y están bien. La evolución en el aspecto musical me parece muy importante. Por supuesto, la ausencia de Pedro hace que haya más canciones de Andrés y más canciones de Rogelio. De todas las maneras, lo bueno para cualquier estudioso del Taller es que sí hay canciones de Pedro, está el disco Golosinas.

Andrés Molina: Para mí, quizás haciendo autocrítica de Y ahora… ¿qué? y Castillos de Arena es que no podíamos reflexionar. La realidad había dicho “sálvese quien pueda”. Rogelio estaba en la escuela y aquí componiendo su vida. Pedro se había ido, yo estaba también en Madrid, donde tenía posibilidades con una discográfica. Yo intentaba compaginar seguir con el Taller con una discográfica pacata y torpe de aquí, y con una multinacional allá. También pensábamos: “¿rompemos esta joya que tanto nos ha costado construir?

Rogelio Botanz: Y que no concebíamos mundo sin ella.

Andrés Molina: Y no puedes, y esta reflexión me parece importante, no puedes reflexionar. Tenemos estas canciones, sabemos el concepto. Me encerraba a arreglar con Rogelio, nos enredábamos ahí, después la compañía discográfica nos retrasaba la grabación, me iba para Madrid no sé cuántos meses… Ya ni hicimos encuestas ni leches, seleccionamos las canciones entre nosotros. En Castillos de Arena fue tal cual. Además, cuando ya vamos a mezclar Castillos de Arena la compañía quiere rescindir el contrato. Mira que costó grabar Castillos de Arena. Llega la carta de libertad, la firmas y te vas para Madrid, en mi caso. Y lo dejamos, y chao porque estás harto.

Si tuvieran que recuperar una imagen de lo que significó toda aquella época de Taller, ¿cuál sería?

Rogelio Botanz: A mí me ha venido una imagen. Es tonta y simplona, y romántica, y muy íntima. Era en Gran Canaria, antes de salir a un concierto, en el previo, mientras te preparas, nos cogemos los tres las manos y no sé qué juramento hicimos del tipo “lo vamos a hacer, lo vamos a conseguir…” Una sensación de “tenemos algo grande entre manos y lo vamos a conseguir”. Luego conseguimos lo que conseguimos, pero esa sensación de convencimiento de que nos traemos algo grande, estamos haciendo algo grande y vamos a poder con ello, es la imagen que me ha venido.

¿Quién era quién en Taller?

Andrés Molina: Date cuenta de que estábamos descubriendo muchas cosas… Rogelio estaba inventando la percutería. No había una reflexión serena, teníamos que trabajar. “Pues poner traperas”, decía Rogelio. “¿Poner Traperas? Tenemos que hacer mucha música…” Era algo tan importante la imagen y sin embargo costaba tanto. Estábamos más preocupados Pedro y yo por hacer música que por otras cosas…

Rogelio Botanz: Que es lógico, ya está…

Andrés Molina: Pero era tan crucial y es tan crucial el aderezo, que es un aderezo artístico, que no nos dábamos cuenta de que eso era también musical, y era artístico. Rogelio es por tanto el hiper creativo en muchas bandas y frecuencias. No sabría catalogar a Pedro. Pedro era un ser… Te hacía cuatro o cinco canciones al día, no paraba de componer. Y era súper creativo.

¿Y Andrés Molina?

Andrés Molina: No tengo ni idea.

Rogelio Botanz: Andrés es hondura. Es hondura. Hondura. Y una voz espectacular. Andrés te canta ahora algo, por ejemplo esta entrevista, y la gente se emociona. Había hondura. En Pedro había una cierta dulzura, y además esos toques de identidad… Él decía que no era nacionalista, siempre negará que era nacionalista, pero bueno le interesaba la identidad.

Para mí, lo más importante era la rotación del liderazgo. Nosotros hacíamos un repertorio en el que la gente veía que salía el Taller y en el centro había un tipo cantando, y de repente el foco iba para otro en la siguiente canción, y en la siguiente para otro… “¿quién es el líder del grupo? Déjame ver…”. Y no había líder, había tres, y cada uno de su especificidad, y ninguno llegaba a aburrir porque le duraba el reinado una canción. Entonces, había una articulación de las tres cosas muy interesante. ¿Cómo se produjo eso? Si hubiera un observador que nos lo pudiera explicar, pues nos lo explicaría. Lo cierto es que funcionó durante bastante tiempo, y además con mucha naturalidad.

Si estuviesen en un cargo de responsabilidad en el área de cultura de algún Cabildo o del Gobierno de Canarias, ¿qué medidas tomarían?

Andrés Molina: Si yo ocupara un cargo en las instituciones pondría como condición sine qua non para ocuparla absoluta libertad creativa para escuchar a todo el mundo y para crear espacios de consenso y una infraestructura que permita que cualquier género artístico tenga su espacio y su proyección entre la población canaria. Porque hay mucha creatividad en Canarias, a todos los niveles. Ha habido muchos productos potentes a nivel musical, todos lo sabemos, que han sido alucinantes. Que han salvado la barrera esta que tenemos aquí en Canarias y han buscado caminos y se han ido fuera. Es titánico lo que consiguen, pero después todo se acaba, rápidamente. Escuchar mucho, en definitiva.

Rogelio Botanz: Aparte de lo que dice él y desde ese marco, creo que hay una responsabilidad importante en el político… La industria distingue muy bien lo que es la cultura y lo que es el espectáculo. Distingue muy bien y es muy selectiva, le interesa el espectáculo. No importa cultivar nada: al circo romano llevaban cristianos para que se los comieran los leones porque realmente al público le gustaba eso. Entonces, un político con conciencia y con compromiso tiene que estar más preocupado de lo que es cultivar la cultura, y el espectáculo es otra cosa. Voy a poner un ejemplo de lo que yo no haría si yo fuera político: yo no haría un programa canario específico que se llamara “La Voz Canarias”, porque esa propuesta de intentar que la gente cante remedando a Whitney Houston y otros, pues ya lo hace la industria y el mercado del espectáculo. No dediquemos dinero público a seguir cultivando algo así. Como tampoco imagino a un gobierno invirtiendo en pornografía. Porque existe, se vende sola. Pero yo creo que hay otras cosas que sí merecen.

Audio de Rogelio Botanz: «El kilo de músico canario»

Yo recuerdo que en una época decíamos “si se subvenciona el kilo de plátanos en Canarias, por lo menos que se subvencione el kilo de músico canario”.

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