Canarias Autoetnográfica nace en el 2021 a partir de un taller de autoetnografía y descolonización centrado en las experiencias canarias. Esta propuesta pionera en el panorama canario se celebró de forma virtual y eso facilitó un encuentro que difícilmente hubiera tenido lugar: el de quienes componemos Canarias Autoetnográfica: Antonio, Carmen, Héctor y Paula. Cuatro cuerpos canarios que no paran de moverse—entre islas, entre islas y diáspora canaria, entre espacios de la diáspora—y que cruzaron sus caminos al querer conocer la autoetnografía performativa. Precisamente fue Carmen quien lanzó el taller online en la primavera de 2021. Fue el inicio de una experiencia transformadora que siguió su andadura al concluir el taller. Desde entonces, nos reunimos virtualmente y compartimos escritura, diálogo, escucha, cuidado. Usamos la autoetnografía de manera crítica y creativa, como una herramienta que nos permite vernos con nuestra propia mirada y reflexionar sobre nuestras vivencias complejas, incoherentes y precarias de cuerpos colonizados que crecieron/viven en un territorio colonizado. Una herramienta que nos permite descolonizarnos y sanar las heridas que causa el crecer como sujetos colonizados que, a su vez, pueden oprimir y facilitar la colonización de otros espacios, de otros cuerpos. Y, por supuesto, tratar de cambiarnos y cambiar las vivencias colectivas desde lo aterrizado y concreto. Estamos hartas de las grandes teorías que por sí solas limitan el cambio cotidiano. Queremos bajar al cuerpo y sus experiencias. Y empezamos por los nuestros.
¿Qué es la autoetnografía?
La autoetnografía no es algo nuevo. Es un método de investigación usado dentro de la etnografía desde hace décadas. En vez de estudiar a otros sujetos o culturas, la autoetnografía se centra en analizar las propias vivencias de quien investiga, conectando “lo personal con lo cultural”, como plantea Carolyn Ellis. No hay una única manera de entender y aplicar este método. La clave está en lo lejos o cerca que se está de la mirada post-positivista: de creer o no que quien investiga puede tener una mirada objetiva; de la necesidad o no de seguir pautas más tradicionales de las ciencias sociales; de si se investiga para simplemente estudiar una realidad o si hay un compromiso para cambiarla; o si es imperativo escribir el texto autoetnográfico como un ensayo académico tradicional o, por el contrario, se apela a una intención estética y creativa. En Canarias Autoetnográfica seguimos una propuesta de autoetnografía crítica performativa, interseccional y creativa, en donde el cuerpo se convierte en espacio clave para aprender, compartir, reflexionar y transformar(se). Donde abrazamos las emociones en contexto. Creemos, como plantean Devika Chawla y Ahmet Atay, que este tipo de autoetnografía sirve para descolonizar(se). Para romper con el eurocentrismo. Y con ese fin, para descolonizarnos como cuerpos canarios, escribimos nuestras experiencias en contexto, las compartimos y nos hacemos de espejos mutuamente donde podemos vernos, porque apenas hemos encontrado reflejos reales de nuestra identidad en la escuela, en los libros y películas que hemos visto. No de manera complaciente y hooligan. Reflexionamos sobre cómo nos han oprimido por ser canarixs, pero también sobre cómo oprimimos a otras personas. Queremos dejar de ser postales rígidas, tanto oficiales como alternativas. Somos cuerpos complejos, heridos, diversos, cambiantes, resilientes, que sobreviven y disfrutan. Y este tipo de autoetnografía nos ayuda a articular quiénes y cómo somos cada unx de nosotrxs. A ser y seguir.
Cómo entendemos/aplicamos la autoetnografía en Canarias Autoetnográfica
La escritura autoetnográfica es una mirada que se dirige simultáneamente hacia dentro y hacia fuera: es aparatoso escribir sobre algo externo sin percibir antes de qué parte de la interioridad emerge ese interés.
Este enfoque es una herramienta metodológica que complementa casi a la perfección con la posición descolonial y permite sufragar las incoherencias de pensar descolonial pero escribir/hablar/crear colonial. Muchxs de nosotrxs no sabemos o no encontramos cómo llevar a la práctica este cambio y, aún sin tener una certeza al respecto, intuimos que esa transformación pasa por encajar el cuerpo en la maraña a la que nos condena la colonialidad. Ello conduce a hablar de raza, de género, de sexualidad, de trauma, de violencia, de placer, de lenguaje, de movimiento, de precariedad, de migración, de memoria, de territorio. Implica llegar a una encrucijada, a una intersección en la que las posiciones se leen según el lugar (social, cultural, económico, político) desde el que se enuncia.
Durante meses compartimos lecturas, vídeos, canciones, películas, poemas,… Los conectamos con nuestros propios relatos. Nos leímos entre nosotrxs y llegó un momento en el que queríamos saber si esta práctica podía tener sentido también para otras personas. Por ello convocamos las Jornadas Deformativas.
Las Jornadas Deformativas
Con mirada isleña, compartimos unas jornadas autoetnográficas a principios del 2022. Allí nos abrimos, nos leímos, compartimos y escribimos, pensamos mucho y reflexionamos para poder desalar viejas heridas que llevamos adheridas a la escama de sujetos isleños. Fueron cuatro tardes en las que se concentraron nuestras ansias por tratar diferentes aspectos en una temática por día. Cada jornada se iniciaba con un texto autoetnográfico que había escrito previamente la persona encargada de dinamizar la charla. Se exponía así el cuerpo, a través de la palabra escrita, como punto de partida al intercambio.
El primer día la autoetnografía se presentó como experiencia de vida, como una atalaya desde donde verter el conocimiento y revolver conceptos anquilosados en los entornos académicos. La autoetnografía choca. De entrada, da golpes secos, claros y rotundos. Explorarnos las entrañas es como abrir caños de fuego en las grietas de un volcán. La autoetnografía nos ausculta, nos examina, nos obliga y nos interpela.
“Yo mi me conmigo. Colono. Autoetnografía evocativa como herramienta descolonizante” fue el título de esta primera jornada, en la que la desconfianza dio paso a las preguntas y las preguntas al encuentro. Nos reconocimos bajo las geografías, las leyendas y los mitos. Todo lo que la autoetnografía hizo ese día fue sembrar un semillero de interrogaciones que se erguían comunes, sin acertijos, sin verdades absolutas y con tantas posibles respuestas y caminos para hallarlas como personas estuvimos compartiendo pantalla. Todo lo que proponía esta experiencia era anecdóticamente vivencial. El exotismo disipó la desconfianza y en el lenguaje, esperadamente intrépido, se dieron cita palabras de tías y bisabuelas aldeanas, que por surcos y estrechas veredas se hicieron un merecido lugar en la lectura de tesis al otro lado del Atlántico. Los cuerpos de esas señoras, isleñas y disidentes, compartían las mismas escamas que ahora, ante una webcam, varias generaciones después, sacábamos como jareas al sol. Sol, sal y penumbra para la orilla que también moja este agua donde nos lavamos.
El segundo día “la otra orilla” interpeló a dos términos que no suelen citarse juntos, “canariedad e islamofobia”. Ese extraño y comercial apelativo de canariedad nos habla de territorio, pero ¿cuál?
Nuestra relación con los territorios más próximos está atravesada por el misterio, las visiones europeizantes y la negación hacia un lugar con el que compartimos no solo misticismo. Reconocer lo próximo sin reservas, podría contarnos mucho más de nosotrxs, de lo que somos y lo que no. África es un imaginario poderoso y exótico para la canariedad, pero también es un lugar cercano, con herencias comunes y problemáticas de las que no hacernos ajenxs. La diversidad de lo africano es común a la diversidad de lo canario.
Tratar la islamofobia y pensar críticamente cómo nos relacionamos con el norte del continente africano propició una reflexión en torno a los nacionalismos canarios. A su vez, el controvertido concepto de nación condujo a vincularlo con las estructuras heteropatriarcales. También a la visión de Canarias desde lo exógeno y descontextualizado, no siempre considerando las tensiones entre habitar simultáneamente el privilegio y la opresión. Fue escabroso considerar que, algunas veces, los discursos disidentes reproducen la colonialidad y dar, además, ejemplos vividos sobre ello.
Nos quedamos mascando estas reflexiones inconclusas y llegamos a la tercera jornada, centrada en descolonizar la espiritualidad. Hablar de sincretismo en “Mañana explota el Teide”, nos llevó hasta las plantas de la Virgen de Candelaria y otras armas colonizantes compartidas con los sures y piélagos. La colonización de los cuerpos comienza por lo espiritual. La descolonización es necesaria hacerla también desde este sentir. En este contexto se hace patente la amalgama que compone nuestro ser isleño, integradora, diversa, buena y maldita. La performance presentada congregó elementos de diferentes credos que conviven en Canarias, alrededor del elemento del fuego y sus diferentes lecturas culturales.
El lugar también se escribe con nociones espirituales. El cuerpo es uno de esos lugares. El fuego de los volcanes es creador de un lugar denominado Canarias. También de otro denominado Tonga. De otros tantos imaginarios y reales que se nombraron. Ahondar en la mezcla de rito, fuego y lugar fue uno de los puntos fuertes de esta sesión que culminó con un ejercicio que cada unx realizó desde casa, dando cada vez más sentido performático al recorrido que estas jornadas estaban emprendiendo.
Sentires y lugares coagulan estas acuosas arenas, “Islas boca abajo: escritura, territorio y literatura” sellaron las jornadas de autoetnografía con un ejercicio de escritura creativa, con un cuajo de emociones y preguntas. Nos lanzamos a escribir desde el cuerpo y compartimos el resultado colectivamente. Hicimos acopio pausado de lo abordado durante las jornadas y empezamos a forjar una apertura hacia una senda de posibilidades. Salieron textos desgarradoramente hermosos, crudeza y afán por construir sanamente. Se nos revolvió la memoria y descubrimos nuestros bolsillos vacíos. El territorio en su vínculo con la palabra, junto a la apropiación de la enunciación y esta con el cuerpo, confluyeron en las escrituras de las personas participantes. Vimos así que en la autoetnografía lo importante son las formulaciones y no las resoluciones. Los cuerpos isleños, de las islas que cada unx habita, se desalaron para, tras un respiro, cuajarse de sal de nuevo. Nos dejamos empujar por la marea, chocar en la otra orilla, en las otras orillas. Boca abajo o boca arriba, pero con boca, para contarnos y compartirnos, para explotar, erosionar, cambiar y mutar como un paisaje movedizo agotado por el mar y la experiencia de ensalitrarnos sobre él.
¿Qué hacer con todo esto ahora desde Canarias Autoetnográfica?
No lo sabemos aún. Se quedaron las sendas abiertas para publicar los textos que surgieron de la escritura compartida. Las propuestas también oscilan entre un taller más dilatado en el tiempo de escritura autoetnográfica, en el que tratar temáticas concretas o darle continuidad a los asuntos ya abordados. Nos atrae también explorar la performance colectiva y encontrarnos de forma presencial. En todo caso, notamos cómo lo explorado a partir de la autoetnografía se revela en efectos e impresiones, que trasladamos a nuestra realidad cotidiana. Poco a poco, eso sí, revelando que las posibilidades persisten, al igual que la precariedad que nos define. De ahí que las propuestas que vengan ahora nacerán de la situación que vivamos y de la necesidad acrecentada de comunicarnos y de compartir.