Una escultura de bronce de tamaño natural de Paul McCartney junto a alguna orilla del Lago Martiánez. Es lo que un reducidísimo grupo de beatlemaníacos canarios se reivindican los unos a los otros en sus tertulias, convencidos en virtud del precedente carbayón hacia la figura de Woody Allen. La diferencia, o una de tantas, reside en que la influencia del director neoyorkino para con la cultura de Oviedo es enorme, así como en su exposición e importación de turistas (cuando Vicky, Cristina, Barcelona, Asturias se convirtió en uno de los destinos de moda para los snobs norteamericanos y europeos). En cambio, el efecto en el prestigio de Puerto de La Cruz por parte de McCartney es muy poco mayor al que puedo ejercer yo mismo, el lector de este artículo, o Woody Allen. Y eso que el viaje que hicieron 3/4 de los Beatles por Tenerife casi acaba con la vida del genio que compuso When I’m Sixty Four.
Aprovecho para dejar aquí una estupenda versión del citado temazo, que McCartney compuso como si nada when he was seventeen, a timple y banda, de las manos del eminente Benito Cabrera.
En el principio era Love Me Do
22 de marzo de 1963. El sello discográfico EMI Studios, más tarde Abby Road Studios, lanza el álbum Please Please Me, el primer LP de unos tales bitels, o beitles, o como se diga. De la noche a la mañana, los jovencísimos de pelo tazón empiezan a sonar por todas partes en Reino Unido. Se han ganado unas vacaciones.
28 de abril de 1963. Un avión con matrícula de Londres aterriza en el aeropuerto de Los Rodeos. Imagínese… Paul McCartney aún no había cumplido los veintiuno. Ringo estaba cerca de cumplir veintitrés, era el mayor. Harrison había cumplido veinte, dos meses antes. John estaba en Torremolinos con el productor, Brian Epstein. Quisieron irse a algún lugar que se les antojara remoto, pero no se esperaban tan extrema indiferencia en la población canaria. No les conocía nadie.
27 de enero de 1964. El álbum se publica en toda España. Ojalá se hubieran esperado hasta entonces para hacer su viaje… Y es que, frustrados por la falta de atención, una noche se plantaron en la puerta del Lido San Telmo, hoy el Lago Martiánez, para tocar gratis. Gratis. En 2020 Paul McCartney dio un concierto en Barcelona, algunas entradas costaban 175 euros. Pero, en abril de 1963, se ofrecieron a tocar gratis. Les dijeron que no.
La lechera Eusebia y la visita de The Beatles a Tenerife
“Yo nací en Liverpool, pero crecí en Hamburgo”, dijo John Lennon en cierta ocasión. Se refería a los primeros balbuceos de la banda, antes incluso del Please Please Me, en la ciudad portuaria alemana, donde se forjaron sobre las tablas. Allí dieron sus primeros conciertos fuera de Liverpool, allí murió el primer bajista del grupo, Stu Sutcliffe, y allí conocieron a dos personas que, sin saberlo, contribuirían con trazos gordos a la iconografía pop de la segunda mitad del siglo XX.
Astrid Kirchherr, la fotógrafa de los primeros años de los Beatles, íntima amiga de grupo, viuda de Stu, para quien ideó y de hecho realizó ese peinado tazón que el resto del grupo acabaría copiando, y con ellos todo el planeta, quedando un corte de pelo, horrendo y a tijera oxidada de Hamburgo, eternamente ligado a una época. El otro alemán desconocido e influyente es Klaus Voormann, músico e ilustrador, también amigo del grupo, también novio de Astrid, que diseñó, entre otras, la mítica portada del álbum Revolver, e hijo de un burgués hamburgués que se había comprado un pedazo de chalet en La Montañeta, Los Realejos. En la primavera de 1963, el padre mandó al chiquillo con la novia a Tenerife para que echara un ojo a las obras de la casa. Los Beatles lo vieron claro: chozo gratis.
Klaus y Astrid acudieron a su hora al aeropuerto de Los Rodeos para recoger a Paul, George y Ringo (me preguntó por qué siempre se hace con Ringo lo que con Pontevedra), pero el vuelo se retrasó. Se retrasó tanto que el aeropuerto cerró y les echaron de las instalaciones. Los Beatles llegaron como una aparición en medio de la noche, en una calle sin alumbrado eléctrico, a una casa sin luz. En La Montañeta no había tendido eléctrico, tampoco había recogida de basuras, ni asfalto en las calles, ni teléfono. La vida era básicamente rural. En la zona la leche la vendía puerta a puerta la lechera Eusebia. Empezaba un viaje prácticamente desconocido, del que sólo podemos imaginar lo que podría haber supuesto, de haberse realizado un poco más tarde.
Guiri se nace
Al fin y al cabo, los tres Beatles a la sazón eran tres chavales de vacaciones, con pocas pretensiones más allá que las de cualquier estudiante de erasmus, y desde luego incurriendo en los mismos errores. Hay acuerdo en que la primera zona de Tenerife que exploraron fue la mencionada Puerto de La Cruz, que por aquel entonces era la ciudad más cosmopolita y turística de Canarias. Paul McCartney, perdón, Sir Paul McCartney, uno de los más grandes músicos de la historia reciente, casi se ahoga en la playa de Martiánez. Se vio atrapado por una corriente que lo alejó alarmantemente de la costa sin remedio, y aunque consiguió salvarse (o no… probablemente la mayor conspiración alrededor de los Beatles es que Paul lleva cincuenta años muerto), no se separaron más de la orilla.
Muchos recordarán el concierto tributo a George Harrison en 2002, un año después de su fallecimiento. Allí actuaron, por citar algunos nombres, Ravi y Anoushka Sankar, Jeff Lyme, Eric Clapton, Billy Preston, Tom Petty, los propios McCartney y Starr, o los Monty Python (sin John Cleese, eso sí), quienes le deben a Harrison, y nosotros también se lo debemos, la existencia de La Vida de Brian, para cuya producción el creador de Something o My Sweet Lord tuvo que fundar una productora, hipotecar su casa y un estudio de grabación. El legado cultural y artístico de Harrison es inabarcable. Pero, en abril del 63, estaba señalando a su propia cara en la carátula del Please Please Me. Deambulando por Puerto de La Cruz, los Beatles, con Klaus y Astrid, entraron en una tienda de ropa. Al parecer, a Harrison le gustó la dependienta e intentó cortejarla en su perfecto scouse. Se ve que la dependienta no le dio bola, y Harrison, acostumbrado a las chicas de los sitios donde casi todo el mundo le conocía, sacó una copia del álbum que acababa de publicar y empezó a autoseñalarse, como diciendo –y diciendo-: “Don’t you know who I am? I’m one of the Beatles!”. Como no hay registros fonográficos de la conversación, todo son especulaciones, pero es de suponer que la dependienta replicara: “¿los Biqué?”.
Tras el susto de Paul y el chafe de Harrison, así como el rechazo de David Gilbert, gerente del Lido San Telmo, ante el ofrecimiento de dar un concierto desinteresado, decidieron que sería mejor quedarse tranquilitos en las piscinas del Lido. Pero, como guiri se nace y nunca aprenden aquello de que, aunque haya panza de burro, el sol quema igual, acabaron como cangrejos de río y se cogieron una insolación que a George Harrison le tuvo vomitando toda la noche.
La historia de la fotografía de The Beatles en Tenerife
Forma parte de la mitología de este viaje, entre los beatlemanícos canarios, una anécdota especialmente entrañable, que tiene como protagonista a un empleado de banca hoy jubilado llamado Abel Febles. Una de las fotos que más ha trascendido en la prensa canaria y nacional cuando se recuerda este viaje es aquella en la que vemos a Harrison y McCartney montados en un cochazo Austin Healey Sprite rojo, propiedad del padre de Klaus Voormann, junto al Parador de Las Cañadas de El Teide. Dicha anécdota cuenta la historia de esa fotografía.Abel es el Presidente del Club de Automóviles Antiguos de Tenerife. A la sazón contaba diecisiete años, y era dueño de un Austin Healey Sprite blanco, que para conducirlo tuvo que falsificar el carnet de conducir. Ese día subió al Parador en su flamante cochazo para hacer fotos al parque y tomar algo con sus amigos. La primera sorpresa fue ver en el aparcamiento otro Austin Healey Sprite, en este caso rojo. La segunda, fue que los dos guiris que decían ser los dueños del coche se acercaron a sentarse con él. Estuvieron conversando en inglés sobre coches, sobre que tenían un grupo juntos y sobre rock con Abel, que también tenía un grupo, que no hablaba inglés, y que no llegó a entender lo de que tenían un grupo juntos. Al final, los dos guiris le pidieron una foto a Abel, subidos en el coche de Voormann.
Veinte años más tarde, Abel Febles ve por televisión aquella foto que le hizo a unos guiris cuando tenía diecisiete años. Una de las fotografías con mayor interés histórico para Canarias, la de Paul McCartney y George Harrison en Las Cañadas antes de ser más famosos que la Coca-Cola, fue hecha como casi todo lo trascendental, sin tener ni idea.
La escultura que nunca será
El viaje de los Beatles por Tenerife dura doce días, diez si atendemos a las delirantes escalas de las aerolíneas en aquel momento (solo en el vuelo de vuelta, hicieron Tenerife-Jersey-Biarritz-Sevilla-Marraketch-Agadir-Londres). El 9 de mayo se reúnen con Lennon y Epstein en Liverpool, y el 11 de mayo el Please Please Me llega por primera vez al número uno en Reino Unido. Pocos meses después, en agosto, los Beatles lanzan el single She Loves You. En ciertas ocasiones el término «sencillo» se ajusta como una patuco en zapato de payaso, y esta es una de ellas. Ese tema explotó de tal forma en Estados Unidos y en el mundo –valga la redundancia- que a Paul y Ringo todavía les pitan los oídos del mareo. Pero, un puñado de meses antes, habían estado tomando café en la calle Colón de Puerto de La Cruz, quemándose al grill en una piscina del Lido, y señalando sus caras sobre la carátula de su álbum para ligar. Klaus Voormann llegó a decir que aquel viaje fue la última vez que los Beatles pudieron hacer algo normal en su vida. Y añade que, cuando los recuerda de jóvenes, cuando eran unos alocados melenudos con ganas de tocar rock and roll, le invade la memoria irremediablemente la isla de Tenerife.Cabe añadir que en Londres, Hamburgo, y no digamos ya en Liverpool, abren en cada esquina un museo en torno a la servilleta con la que se sonó los mocos John Lennon, o al vaso del que Paul McCartney se bebió un té de resaca. Sin embargo, apenas se conoce en Canarias nada sobre el viaje que, en cierta manera, dio comienzo a la carrera del grupo más importante de la historia de la música. Porque a veces nos cuesta sacar pecho por lo nuestro. Porque en Puerto de La Cruz nunca habrá una escultura de bronce de Paul, George y Ringo. Porque reivindicar esos doce días de 1963 no es tanto hacer un viaje en el tiempo, como resignarnos a especular sobre un viaje a destiempo.
Recursos Bibliográficos
- González Lemus, Nicolás (2018). Las vacaciones de los Beatles en Canarias. Nivaria Ediciones.
- Musing (s/f) Astrid Kirchherr, la fotógrafa que creó el peinado de los Beatles
- R.L.P.: Aquellos The Beatles que nadie conocía en Canarias en 1963. ABC España.
La playa que se ve a los Beatles,es la playa de san marcos en ycod de los vinosen el año 1963.
Es lo más grande e interesante que he escuchado de los Beatles…definitivamente algo extraño sucedió en el planta.
No fueron los más grandes, no lo son, jamás lo serán: pero existe una generación al rededor del mundo,que siempre está con los Beatles. Ppr lo tanto, son los mejor y los más grandes del pñaneta.