La teoría literaria feminista se ha preocupado de problematizar la teoría literaria hegemónica y falocéntrica desde la perspectiva del feminismo, aportando herramientas conceptuales que nos permiten leer los textos literarios con una mirada crítica y atenta a cómo se producen y construyen las relaciones de género.
La teoría literaria feminista ha ido cambiando a medida que el propio feminismo se ha ido nutriendo con las nuevas aportaciones teóricas. De Simone de Beauvoir a Gayatri Spivak o de Kate Millett a Judith Butler observamos una problematización in crescendo sobre cómo pensar el género y las relaciones jerárquicas que se articulan entre lo considerado “masculino” y aquello llamado “femenino”. Por ello, y sin ninguna pretensión académica, este artículo busca dar, a modo de “aperitivo”, una introducción al pensamiento de algunas de las principales teóricas feministas.
Kate Millett y la Crítica Feminista Angloamericana
En EEUU a finales de los años 60 las mujeres involucradas en los movimientos por los derechos civiles y en los movimientos marxistas se dieron cuenta de que la liberación de los negros y del proletariado no pasaba, para sus colegas varones, por la liberación de las mujeres. Por lo que las mujeres comenzaron a formar sus propios grupos de liberación como complemento, y alternativa, a los demás frentes de liberación.
En este contexto, Kate Millett va a revolucionar la academia con su tesis Sexual Politics (1969), en la que, entre otras cosas, analiza la concepción patriarcal y machista sobre la mujer y la sexualidad existente en novelas de autores masculinos como Henry Miller o D. H. Lawrence. De esta manera, Millett teoriza sobre la ideología sexual como un conjunto de ideas falsas desplegadas contra las mujeres por una conspiración consciente y organizada de los hombres. No obstante, su enfoque ha recibido críticas dentro del propio feminismo al rechazar el psicoanálisis e ignorar que no toda misoginia es consciente, y que incluso las mujeres pueden interiorizar deseos y actitudes sexistas, tal y como ha observado Cora Kaplan. No obstante, la obra de Kate Millett Sexual Politics es un clásico del feminismo, fue un éxito de ventas y algunos la consideran el primer libro de crítica literaria feminista.
Todas las formas de desigualdad humana brotaron de la supremacía masculina y de la subordinación de la mujer, es decir, de la política sexual, que cabe considerar como la base histórica de todas las estructuras sociales, políticas y económicas. Kate Millett
Crítica “Imágenes de la mujer”
Este corriente feminista dentro de la crítica literaria estudia los estereotipos femeninos en obras principalmente de autores masculinos (aunque también femeninos). Lo que hace este tipo de crítica literaria es sumergir al lector en el mundo de la ficción de la novela y luego devolverlo al mundo de la realidad, a su vida cotidiana. De esta manera, comprobamos cómo la construcción que se hace de los personajes femeninos en la ficción poco tiene que ver con la realidad empírica de las mujeres. Este tipo de crítica señala al autor de la obra estudiada como culpable de haber creado personajes femeninos irreales. A las mujeres autoras la reprimenda es mayor porque se considera que traicionan a su sexo.
Es importante criticar aquellas obras literarias cuyo universo de ficción está construido a partir de prejuicios opresores y censurables, pero sin confundir esto con una denuncia al autor por no haber realizado una “expresión auténtica de la experiencia real” o de no ser “fiel a la vida”. Este anhelo de autenticidad reduce la literatura a formas simplistas de autobiografías y tira a la basura la mayor parte de las obras que dan forma a la historia de la literatura.
Simone de Beauvoir y el rechazo al esencialismo
Simone de Beauvoir es una de las principales teóricas feministas del siglo XX e influyó de manera decisiva en la teoría literaria feminista. En 1949 publicó El Segundo Sexo y por aquel entonces pensaba ingenuamente que la llegada del socialismo pondrían fin a la opresión de la mujer. Más tarde, aunque no dejó de ser socialista, se daría cuenta de que para abolir la opresión de género era necesario organizarse desde un feminismo radical que superase las asociaciones de mujeres ya existentes en Francia, de carácter reformista y legalista.
El Segundo Sexo, su obra más influyente, se desarrolla desde los presupuestos de la filosofía existencialista para afirmar que, a lo largo de la Historia, las mujeres han sido reducidas a meros objetos de los hombres. Dos ideas con las que debemos quedarnos de su tesis son las siguientes:
- La mujer se ha convertido en el Otro del hombre, a la cual se le ha negado su propia subjetividad y ser responsable de sus propias acciones. Concepción que atraviesa todas las dimensiones de la vida y que es interiorizada por las propias mujeres.
- El rechazo total a cualquier noción esencialista de mujer, ya que no se nace mujer, llega una a serlo. La “mujer” es concebida por Simone de Beauvoir como un constructo socio-cultural, lo que permite desnaturalizar los roles y comportamientos “naturales” o “propios” de la mujer que la ideología machista le otorga.
Tras el Mayo francés del 68, destacan las teorías literarias feministas de Hélène Cixous, Luce Irigaray y Julia Kristeva, influenciadas por los enfoques post-estructuralistas de la deconstrucción de Jacques Derrida y del psicoanálisis post-freudiano de Jacque Lacan. Tratan de distanciarse de las ideas socialistas y existencialistas del feminismo de Simone de Beauvoir y de su deseo de igualdad entre hombres y mujeres, ya que estas feministas ponen un énfasis especial en la diferencia. No obstante, la influencia de las dos ideas de Simone de Beauvoir anteriormente señaladas (la mujer como el Otro del hombre y el anti-esencialismo) van a seguir estando presentes.
No se nace mujer: se llega a serlo. Simone de Beauvoir
Hélène Cixous y el pensamiento binario machista
La principal aportación de Hélène Cixous fue poner de relieve la cuestión de la “escritura femenina” que ocupó una posición importante en el debate político y cultural francés de los años 70. Su trabajo se centró en las relaciones entre mujer, feminidad, feminismo y producción literaria. Los textos más destacados de Hélène Cixous fueron La Jeune Née, Le Rire de la Méduse, Le sexe ou la tête? y La venue á l´écriture, todos ellos interrelacionados entre sí y escritos con un lenguaje metafórico, poético e intencionadamente anti-teóricos. Rechazó declararse feminista, así como desaprobaba el análisis feminista, ya que en su opinión era cómplice del discurso binario y jerárquico de la ideología machista.
Su rechazo a ser clasificada bajo la etiqueta de “feminismo” se basa principalmente en una definición de “feminismo” entendido como demanda burguesa e igualitaria de las mujeres que desean obtener poder dentro del sistema machista vigente. No obstante, aprobaba lo que llamaba el movimiento de las mujeres y publicó todas sus obras en Des femmes para demostrar su apoyo político a la lucha antimachista.
Uno de los conceptos que aporta Cixous a la teoría literaria feminista es el de pensamiento binario machista. En las oposiciones actividad/pasividad, cultura/naturaleza, cabeza/corazón, inteligible/sensible subyace la oposición hombre/mujer, y dichas oposiciones se articulan a partir de un principio jerárquico vinculado con el sistema de valores machista donde lo femenino siempre se identifica con el término negativo o más débil. Cixous considera que la filosofía y el pensamiento literario se ha estructurado a partir de una serie inacabable de oposiciones binarias cuya binomio subyacente siempre es la oposición jerarquizada masculino (positivo) /femenino (negativo). La posición ideológica que asume Cixous frente a este hecho es la de deshacer esta concepción logocéntrica y falocéntrica abrazando un lenguaje femenino que supere esta lógica y permita dar voz a las mujeres.
Cixous ve precisamente en el enfoque post-estructuralista de Derrida un camino hacia esa écriture féminine, o mejor dicho esa escritura que llaman femenina, capaz de escapar de la cárcel de las oposiciones binarias en las que se sustenta el lenguaje machista. Esa escritura que llaman femenina no alude al sexo del autor, sino a su estilo. En su opinión, tanto Jean Genet como Marguerite Duras son, por ejemplo, escritores femeninos. En este sentido, aleja el debate feminista de la insistencia empirista en el sexo del autor a la hora de analizar las expresiones de sexualidad y deseo dentro del texto literario en sí mismo. No obstante, en la búsqueda de ese otro lenguaje inspirado en el antiesencialismo derridiano, cae en muchas ocasiones en la contradicción de aceptar la oposición binaria entre feminidad y masculinidad a la hora de desarrollar sus análisis.
Luce Irigaray y la lógica especular machista de lo mismo
Luce Irigaray fue expulsada de la École freudienne tras presentar su tesis doctoral Spéculum de l’autre femme por su revisión de Freud y sus críticas a Jacques Lacan. De esta obra, junto con su posterior Ce sexe qui nien est pas un, se extraen los presupuestos básicos de su teoría literaria feminista.
Spéculum o espéculo refiere al espejo cóncavo que los ginecólogos utilizaban para examinar el interior de la vágina y su significado original en latín es espejo. De esta palabra deriva el concepto de “especul(ariz)ación”, que no sólo sugiere la imagen que se refleja en el espejo, sino que también alude al proceso en el que el sujeto que especula se contempla narcisistamente a sí mismo, ya que la reflexión que la filosofía hace de la condición general del Ser del hombre depende de su especularidad y aquello que sobrepase lo reflejable se considera impensable. Este es el concepto desde el que Irigaray argumenta que el discurso filosófico occidental es incapaz de explicar a la mujer como algo que no sea el lado negativo de su propio reflejo.
En este sentido, Irigaray retoma la tesis de Beauvoir para afirmar que, el hecho de que la mujer sea el Otro del hombre significa que la mujer es la imagen negativa reflejada del hombre. En este sentido, Irigaray afirma que el discurso machista sitúa a la mujer fuera de la representación: ella es la ausencia, la negación, el lado oscuro o una versión deficitaria del hombre.
De esta manera, habiendo demostrado Irigaray que la feminidad es el resultado del pensamiento especular machista de lo Mismo, trata de elaborar una teoría positiva de la feminidad que la hace caer en la trampa esencialista. Consciente de esta contradicción, se resiste conscientemente a definir a la “mujer”. Su forma de romper la lógica machista es la imitación o mimetismo del discurso falocéntrico con lo cual pretende deshacer sus efectos exagenrándolos. No obstante, en ocasiones la imitación falla porque deja de percibirse como tal y cae en la trampa de definir a la mujer, trampa que había intentado evitar. Otras dos críticas al pensamiento de Luce Irigaray son las acusaciones de no considerar la especificidad histórica y económica del poder machista ni las variaciones históricas del impacto del discurso machista sobre las mujeres, al contrario de las feministas marxistas, que sí lo hacen.
Lo que conocemos como femenino en el patriarcado no sería lo que las mujeres son o han sido, sino lo que los hombres han construido para ellas. Luce Irigaray
Julia Kristeva y el sexismo en el lenguaje
Julia Kristeva, de origen búlgaro, llega a París en 1966, donde va a desarrollar su teoría post-estructuralista y sus aportaciones a la teoría literaria feminista. Al igual que Cixous e Irigaray, Kristeva parte de que la concepción de la diferencia como elemento binario encerrado o capturado entre los dos polos opuestos de lo masculino y lo femenino nos impide ver todo lo que escape a esta rígida estructuración. Ante este hecho, Kristeva propone como alternativa el estudio de las estrategias lingüísticas específicas en situaciones concretas. Siguiendo la estela de Voloshinov, que ya en 1929 había criticado la lingüística estructuralista en Marxism and the Philosophy of Language, Kristeva va a reforzar la idea de que todo significado es contextual, y que por tanto, hay que interpretar cada frase en su contexto. Lo cual, en ningún caso supone asumir que el contexto es un fenómeno unitario, es decir, un único contexto posible que fija el significado del texto, ya que siempre cabe la posibilidad de considerarlo dentro de otros contextos. En este sentido, es posible estudiar las relaciones ideológicas o psicoanalíticas, por ejemplo, que el texto establece con la sociedad, la psique o con otros textos. Sobre este último término se deriva el famoso concepto acuñado por Kristeva en 1969 de intertextualidad, que alude a cómo el significado de un texto es mediado por una serie de códigos que involucran otros textos.
Desde esta perspectiva se produce un giro significativo a la hora de abordar el sexismo en el lenguaje. La teoría del lenguaje como “construcción de los hombres” o como complot masculino contra las mujeres presupone un origen para el lenguaje (el complot de los hombres), que operaría como un significante trascendental extra-lingüístico difícil de sostener. Por el contrario, desde la perspectiva de Kristeva y Voloshinov, el sexismo que domina el lenguaje nada tiene que ver con una estructura inherente al lenguaje o con ninguna suerte de complot, simplemente es un efecto de la relación de poder dominante entre los sexos. Para Voloshinov, todos usamos un mismo lenguaje, pero lo empleamos con intereses políticos o relacionados con el poder distintos, por lo que el signo es un terreno de lucha entre grupos con intereses distintos que pugnan por su significado. En esta línea, no hay ninguna esencia sexista, por ejemplo, en la lengua española en tanto que el feminismo puede luchar por rectificar los efectos sexistas de la misma. En un contexto donde el machismo y el sexismo hubiese sido erradicado por la lucha feminista, el lenguaje dejaría de ser machista y sexista. Lo que reflejan los estudios del lenguaje es la balanza pasada y presente del poder social entre los sexos.
Dentro del estudio del sexismo del lenguaje una de las cuestiones principales es que aquel que tiene el poder de poner nombres y etiquetas a las cosas tiene la posibilidad de modificar la realidad. En este sentido, Cheris Kramarae ha documentado cómo las mujeres han carecido de nombres para referirse a muchas experiencias femeninas. El deseo de contar con una palabra que les permita fijar el significado de esas experiencias radica en la posibilidad que le da de contraatacar al opresor.
Gayatri Chakravorty Spivak y la mujer subalterna
Gayatri Chakravorty Spivak es una teórica india considerada como una de los principales referentes de los estudios poscoloniales y de la teoría literaria feminista. Uno de sus textos más famosos es ¿Puede hablar el sujeto subalterno?, donde expone su teoría sobre la representación de los sujetos considerados subalternos, entre los que identifica a las mujeres, y la violencia epistémica que se ejerce contra ellos. El concepto de violencia epistémica para Spivak se sustenta en la hegemonía de un código específico [adquirido por el experto o intelectual eurocentrado -ya sea europeo o no-europeo-] que privilegia un único tipo de conocimiento y que descalifica e invalida simultáneamente el resto de códigos y conocimientos existentes en tanto que se hallan «por debajo del nivel requerido para adquirir dignidad cognoscitiva o cientificidad». Des esta manera, la capacidad de “hablar”, es decir, la posibilidad de abandonar la condición de subalterno, estriba en la adquisición de un código elitista, de un estilo y un lenguaje legitimado por las estructuras de poder/conocimiento. Por tanto, la disposición tanto de erigirse en representante de un grupo [de dar voz a ese grupo] como de re-presentarlo [de realizar su puesta en escena] pasa por la oportunidad de asimilar forzosamente una manera específicamente normativizada de hablar.
Spivak dirá que «la mujer sufre así una doble violencia» en tanto sujetos oprimidos por el patriarcado de los hombres en la esfera doméstica y por el patriarcado del poder colonial en la esfera pública. Según Spivak, «[…] la mujer subalterna, tomada siempre como objeto del conocimiento por los gobernantes coloniales e indígenas que son igualmente masculinistas, es sobre quien se escribe, se discute y se legisla, pero no a quien se le permite una posición discursiva desde la que ella misma pueda hablar». Esta negación de la voz de la mujer subalterna hace que la labor de escribir su historia resulte casi un ejercicio de imaginación, ya que suele hallarse ausente en los archivos. Ante esta situación, Spivak trata de esbozar la tarea que debe asumir la mujer intelectual poscolonial, la cual tendrá que «desaprender» la cultura machista implícita en el discurso poscolonialista con sus propias herramientas y aprender a «medir sus silencios», para así cuestionar la mudez nunca cuestionada antes de la mujer subalterna.
Si en el contexto de la producción colonial el individuo subalterno no tiene historia y no puede hablar, cuando ese individuo subalterno es una mujer su destino se encuentra todavía más profundamente a oscuras. Gayatri Chakravorty Spivak
Judith Butler y la construcción socio-cultural del género
Judith Butler es una filósofa post-estructuralista cuyos textos ha contribuido a la construcción de la Teoría Queer. Algunas de sus principales obras son El género en disputa y Cuerpos que importan. Sus ideas han revolucionado la manera en la que se analiza el género desde la teoría literaria feminista.
Judith Butler toma la afirmación de Beauvoir de «no se nace mujer, llega una a serlo», y extiende esa premisa que concibe a la mujer como un constructo socio-cultural al género en general, ya que igualmente no se nace hombre, llega uno a serlo. Por un lado está el sexo biológico, el pene, la vulva y la diversidad de manifestaciones intersexuales, y por otro lado está el género, un conjunto de prácticas, comportamientos, actitudes, etc que, mediante la representación repetitiva, producen el efecto del género, aquello que nos hace percibir a un ser como “hombre” o como “mujer”. Por lo que el sexo es una construcción biológica independiente del género, que es una construcción socio-cultural. La repetición inexorable de esta performatividad es lo que explica que la sociedad acabe naturalizando de manera errónea como “esencialmente” masculino o femenino determinados comportamientos.
El género constituye así un sistema normativo y simbólico que regula el sistema social y en algunos casos su aplicación se realiza de manera violenta. Esto lo vemos de manera clara en la cotidianidad de los ataques homófobos y tránsfobos. La desobediencia de género, el no reproducir los comportamientos y prácticas de género que se nos imponen en función de nuestro sexo biológico, es respondido con la aplicación coercitiva de dicho sistema normativo.
La Teoría Queer se desarrolla durante los años 90 por una parte del colectivo LGTBIQ que no encajaba en los movimientos gay que buscaban la integración y la igualdad dentro de la sociedad que años atrás los había perseguido y discriminado. El término inglés “queer” es un insulto que significa raro, retorcido, y se utilizaba para descalificar a todas las personas que no encajaban en los parámetros normativos hetero-cis (bolleras, maricas, transexuales, drag-kings, seropositivos, travestis, sadomasoquistas, etc.). Lo que va a hacer la Teoría Queer es apropiarse de ese insulto y re-significarlo como algo positivo. Queer es un argumento contra la normativización de los cuerpos en función de los conceptos de sexo y género.
Los roles masculinos y femeninos no están fijados biológicamente sino que son socialmente construidos. Judith Butler
María Lugones y la colonialidad del género
María Lugones es una teórica decolonial argentina especializada en Literatura y Filosofía que, junto a otras teóricas como Yuderkys Espinosa, Julieta Paredes o Ochy Curiel, están impulsando el feminismo decolonial, cuya apuesta epistémica pasa por revisar el sesgo occidental, blanco y burgués de la teoría y la política feminista.
La crítica principal del feminismo decolonial al denominado feminismo occidental-blanco-burgués sería el empleo universalista de la categoría «género» fundado en su carácter protagónico e independiente respecto a los procesos de dominación de clase, al racismo y al colonialismo. En este sentido, las feministas decoloniales van a reivindicar lo que las feministas negras llaman «interseccionalidad». En este sentido, las feminista decoloniales consideran que el empleo universalista de la categoría «género» y «mujeres», supone la borradura de la interseccionalidad raza/género/clase/sexualidad, invisibilizando y subsumiendo a las mujeres no-blancas, no-burguesas y no-occidentales en un sujeto-comunidad con el que les es imposible identificarse, principalmente porque las ignora. En este sentido, María Lugones explica cómo en el desarrollo de los feminismos del siglo XX los sujetos que protagonizaron la lucha por la “liberación de las mujeres” fueron feministas burguesas blancas que «se ocuparon de teorizar el sentido blanco de ser mujer como si todas las mujeres fueran blancas».
El concepto principal del pensamiento feminista decolonial es la «colonialidad del género», que da testimonio de los cambios operados a partir de la introducción con la colonización europea de un sistema de género occidental cuya dicotomía estructural se sustenta en la división entre humanos y no-humanos [“animales”]. Así, «la colonialidad del género significa que los colonizados, los racializados como no humanos en la Colonia –y después– somos pensados como bestias, sin género». Esta des-generización de los colonizados, que supone situarlos fuera de las categorías «hombre» y «mujer», responde principalmente a la negación de su humanidad. La introducción de este sistema de género con la colonización, que había destruido la estructura social pre-colonial, supuso específicamente para las mujeres indígenas y afrodescendientes la exclusión en roles de liderazgo o la pérdida de la propiedad sobre la tierra y otros importantes espacios económicos. Tras la colonización, serían destinadas al trabajo forzado y a la violación.
En definitiva, las mujeres europeas blancas burguesas fueron estructuradas en oposición a las mujeres colonizadas, ya que mientras las primeras eran concebidas como sexualmente pasivas, físicamente débiles y mentalmente frágiles, destinadas a garantizar la reproducción social de la raza y la clase, las segundas eran tratadas como simples objetos de perversión y agresión sexual suficientemente fuertes y resistentes para desempeñar cualquier tipo de trabajo. Estas diferencias son clave para entender por qué la tradición feminista occidental burguesa, cuando habla de «mujeres», re-produce un universalismo que invisibiliza a las «mujeres otras». Finalmente, resta señalar que aunque el período colonial fuese clausurado, esta visión sobre las mujeres colonizadas ha pervivido mediante la colonialidad del género en el imaginario occidental.
Bibliografía recomendada
Aquí acaba este breve paseo por el pensamiento de algunas de las principales teóricas feministas. Muchas otras teóricas importantes han quedado fuera por límites propios que impone la extensión del artículo, pero las mujeres aquí mencionadas representaban diferentes perspectivas del feminismo que debemos considerar cuando hablamos de teoría literaria feminista. El objetivo del artículo es abrir el apetito y animarles a devorar los principales textos de estas grandes mujeres (espero haberlo conseguido). Aquí les dejo algunas referencias bibliográficas con enlace incluido al texto íntegro en PDF:
- Política Sexual de Kate Millett
- El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir
- La risa de la Medusa de Hélène Cixous
- Espéculo de la otra mujer de Luce Irigaray
- El tiempo de las mujeres de Julia Kristeva
- ¿Puede hablar el sujeto subalterno? de Gayatri Spivak
- El género en disputa de Judith Butler
- Colonialidad y Género de María Lugones
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Excelente compendio!! Muchas gracias por compartir y refrescar memorias!!