Solo una obra de arte rotunda puede ser una belleza visual casi pictórica puesta al servicio de una pequeña y deliciosa historia naive sobre el conflicto sirio-israelí, al tiempo que resulta ser un alegato sobre lo complejo del arraigo, la identidad y el hogar más demoledor que La Odisea.
Recientemente las y los cinéfilos canarios nos levantábamos con una noticia que nos alegró, como mínimo, el desayuno. La prima cosa, de Omar Razzak y Shira Ukrainitz, nominado a los Goya 2023 en la categoría de mejor cortometraje de animación. Tampoco es que la noticia pille a nadie desprevenido, porque después de haber pasado por una miríada de festivales de primera clase por todo el planeta, estábamos todos expectantes. Como si fueran consagrados poetas, desde Espacios confinados, el anterior cortometraje de la ilustradora israelí y el documentalista canario-sirio, esta dupla ha demostrado una capacidad sobrecogedora a la hora de sintetizar intrincadísimos procesos y conflictos sociales, humanos y psicológicos en historias insignificantes, que son las que realmente importan, e infinitamente bellas.
La prima cosa es el retrato de Kookoo Rikoo, un ciudadano israelí, árabe, cristiano ortodoxo, una curiosa identidad mucho menos contradictoria de lo que prejuzgamos, ilustrada con enorme inteligencia cuando vemos que el protagonista llega con su coche a una encrucijada de caminos cuyos carteles rezan: Jerusalén, Damasco y Jordania; representando el judaísmo, el islam y el cristianismo respectivamente. Él toma el camino hacia Jordania.
Kookoo Riko es probablemente la mejor persona del mundo. Trabaja de recepcionista en un hotel, de cazador de serpientes en verano, hace labores de voluntariado en la policía, y por último pero por una vez mucho más importante: es payaso. Kookoo Rikoo se pasa las tardes en hospitales, haciendo reír a los niños y ayudando a los médicos a que se tomen la medicación. Así conoce, y nosotros con él, los trágicos estragos de un conflicto que no comprende, representados por encima de todo en su tímida relación con una niña siria a la que atendió en su hospital, y a la que va a visitar al campo de refugiados del país vecino. Al intentar traspasar la frontera, los agentes de policía le someten a un violento escrutinio, ante el que Kookoo Rikoo responde con ojos incrédulos y los hombros en alto. Cuando llega al campo de refugiados, se topa con varias personas con caretas de conejo, en una metáfora que recuerda al Maus de Art Spiegelman. Entonces, cobra sentido una especie de profecía o encomienda divina que sueña una noche de niño, que vemos en los primeros segundos del corto. En el sueño, se encuentra rodeado de niños con caretas de lobos, y una mujer, tal vez su madre, le ordena que ha de ser amable, humilde y robusto. El niño, además, duerme junto a su biblia en un camastro junto a otros niños en la misma situación, en lo que parece un campo de refugiados. Entendemos entonces que esta especie de superhéroe de la bondad que es Kookoo Rikoo adquiere su valor de una fuente enormemente poderosa: la empatía y su nariz roja.
Tras esto, el último plano del corto revela una verdad inesperada y hermosísima que, bien pensado, imbuye de significado a todo el relato, y que jamás se nos ocurriría revelar aquí. Así que mejor será que vayan a visionar esta pequeña joya.
Algunos datos sobre el cortometraje La prima cosa, de Omar Razzak y Shira Ukrainitz
Título: La prima cosa
Duración: 18 min
Género:: Animación
Año: 2021
Dirección: Omar Razzak y Shira Ukrainitz
Guion: Omar Razzak y Shira Ukrainitz
Producción: Coproducción España-Francia; Tourmalet Films, Amalia Studio, Midralgar