El reflejo del alma (1958) es un filme que se estrellaría de manera estrepitosa al tener una pobre distribución y al contar con pocos apoyos debido a su endeble resultado final. Sin embargo, es una película que tiene un importante valor para Canarias. Primero, por servir como un documento histórico que nos muestra cómo eran algunos lugares de Tenerife durante los años 50; segundo, tal y como reseña Cinemap, por ser uno de los primeros intentos de crear industria en las Islas a través de una productora local; y, por último, como muestra de unos valores éticos y morales que fueron característicos durante el franquismo y que, obviamente, también se representan en el cine de la época. Pero, empecemos por el comienzo.
Primeros pasos del cine en Canarias
En el año 1896 se empezaron a anunciar en Canarias las primeras muestras del cinematógrafo inventado por los hermanos Lumière. Tan solo un año después, el fotógrafo palmero Miguel Brito comenzó a ver un posible mercado a través de la imagen en movimiento, hecho que lo llevó a instalar un kinetoscopio (patentado por Edison) en Santa Cruz de Tenerife. Además, al poco tiempo, haría algunas proyecciones con el cinematógrafo de los Lumière, aunque esto último es un dato del que no se ha podido comprobar su veracidad.
De igual forma, no podemos decir que Miguel Brito intentase establecer una industria cinematográfica, ya que podría ser hasta anacrónico hablar de “industria” del cine a finales del siglo XIX, sobre todo cuando ni siquiera se sabía lo que era el cine. Pero la realidad es que el palmero veía en las imágenes en movimiento un nuevo mercado que se abría de forma sorprendente ante la nueva sociedad.
El filme de Rivero –estrenado en 1926– fue todo un hito al convertirse en el primer largometraje canario.
Ya en los años 20, José González Rivero –nombre que ha resonado últimamente debido a la restauración de su único largometraje: El ladrón de los guantes blancos– también vio posibilidades en el cine, que ahora sí que empezaba a configurarse industrialmente en países como Alemania y Estados Unidos. El filme de Rivero –estrenado en 1926– fue todo un hito al convertirse en el primer largometraje canario, justamente en una época en la que el medio estaba dando sus primeros grandes pasos hacia el sonoro. Lamentablemente la visión de Rivero se esfumó cuando lo asesinaron en 1933.
Menos sonado es el caso de General Cinematográfica Las Canarias, posiblemente porque su desafortunado intento de traer inversores extranjeros fracasó bajo la mano del director italiano Maximo Giusseppe Alviani. De esta productora solo nacería una obra, precisamente El reflejo del alma (1958); el filme que analizaremos en este artículo teniendo como eje el tratamiento que hace de su tema central: la emigración
La emigración como tema central en El reflejo del alma
La migración siempre ha sido un tema bastante recurrente en el cine. En Canarias, los ejemplos más relevantes nos lo ofrece la trilogía de los hermanos Ríos (Guarapo, Mambí y El vuelo del guirre), constituyendo éstas una idea sobre la emigración canaria bastante cercana a la realidad.
Por otro lado, El reflejo del alma es una película que está en las antípodas del buen ejemplo, principalmente por ser fruto de una época represiva en la que la emigración estaba mal vista y muy pocas personas podían acceder al visado que emitía el Estado. Según Rodríguez Martín (2005) entre las condiciones que el Estado fijaba para poder emigrar establecieron la del contrato de trabajo visado por las autoridades del país al que se pretendía emigrar, así como sumas de dinero que no estaban al alcance de la clase trabajadora del momento. Por lo tanto, la mayoría de canarios recurrió durante esos años a la emigración ilegal.
El reflejo del alma nos pone en la otra vertiente, en el de la extraña emigración legal, por lo que, ya de entrada, vamos a entender la perspectiva con la que se ha tratado el tema.
El cine al servicio del régimen franquista
El filme dirigido por Maximo G. Alviani es muy útil para contemplar los parámetros del cine que se hacía en el régimen, para entender las influencias del cine internacional y también para darnos cuenta de la manipuladora moral que ofrecían algunas de las películas de esta época. El cine es un arte que facilita esto, poniendo siempre su maquinaría al servicio de una reglas éticas y morales.
El inicio del filme El reflejo del alma nos sitúa frente a Pedro, un canario que quiere emigrar y que ha decidido pedirle consejo sobre su situación a Don José, el cura. Este, desde un primer momento, le asegura que no es buena idea y comienza a narrarle una historia. Se produce un flashback y vemos la trama central del filme: la de Ana y Fernando, dos jóvenes enamorados que van a sufrir las consecuencias de la emigración.
Es una película que tiene un tema central muy potente como es la emigración, pero que, sin embargo, ofrece un discurso muy alejado de la realidad histórica con un relato que podríamos calificar como “dulcificado”.
En el cine clásico era bastante frecuente ver cómo algunos personajes sufrían castigos por su comportamiento, normalmente cuando estos se alejaban de los dogmas más conservadores y cristianos y se acercaban a lo que se consideraba inmoral. Por ejemplo, El reflejo del alma es una película que tiene un tema central muy potente como es la emigración, pero que, sin embargo, ofrece un discurso muy alejado de la realidad histórica con un relato que podríamos calificar como “dulcificado”.
En otras palabras, Fernando, que tiene que emigrar a Venezuela, no emigra porque su familia lo esté pasando mal, es decir, porque no tengan para llegar a final de mes, sino porque es ingeniero y en España, tal y como le dice el cura, “sobran ingenieros de tu especialidad”. Así que, cuando pone rumbo a Venezuela, no lo hace con una incertidumbre laboral, sino para ser el cualificado e inteligente patrón que ordena a los venezolanos. Además, la frase del cura quiere dejar clara una cuestión: España es un país desarrollado y con estudios especializados, por lo que remarca una idea de progreso que, tan igual, durante los años 50 no era demasiado real tal y como podemos concluir –para el caso concreto de las Islas– del artículo sobre la historia de la educación en Canarias.
Partiendo de eso mismo, el conflicto amoroso que se produce es todo un sinsentido, no por la situación que puede ser muy veraz, sino por como lo plantea el filme y por el contexto en el que este se hace. Ana y Fernando se separan no por una fuerza mayor de pobreza sino por el cumplimiento de un sueño; es decir, no por falta de dinero sino por la imposibilidad de hacerse rico. Dejando de lado esta lectura (que puede ser) contemporánea, el relato lo que verdaderamente ofrece es un blanqueamiento de la emigración en el sentido único de que hace ver que aquellos que emigran forman parte de una clase social sin dificultades económicas y con un futuro asegurado.
Conflicto amoroso con claros tintes machistas en El reflejo del alma
Fernando se marcha siguiendo el consejo del cura y sacrificando en parte su relación con Ana. La película va a castigar esto con una sucesión de desgracias donde intenta hacer partícipe al espectador del dolor de la pareja. Primero con la separación y la comunicación de ambos a través de cartas, con un momento culmen cuando ambos interpretan una melancólica canción compuesta por Fernando (sí, también es músico) y que se llama “la luz de mis ojos”, título que adelanta algunas cuestiones planteadas durante el clímax.
Es aquí donde se acrecienta el conflicto amoroso gracias a la presencia de Ángela, una joven caraqueña que se enamora perdidamente de Fernando pese a que este no le hace ningún caso. Sus cualidades la muestran siempre como un personaje bastante infantil, torpe y analfabeto, pero también con algunas cualidades iconográficas de la femme fatale, de mirada indulgente y seductora. Una presentación, la de Ángela, que se contradice, pues al mismo tiempo que hace esto, se le introduce como un personaje “peligroso” para los intereses del protagonista. Y es aquí donde se pueden establecer dos polos de representación: el de Ana, que se muestra madura y culta; y el de Ángela, infantiloide y analfabeta. La película quiere dejar más claro todavía que lo que realmente “vale la pena” está en casa, siendo esto una clara forma de manipular al espectador y de cosificar el papel de la mujer. Lo mismo ocurre con otros elementos del filme, como es el caso del prototipo de casa que se nos muestra en Tenerife: lujosa, de varias plantas y amplio jardín; frente a las de Venezuela: destartaladas y abandonadas.
A esto hay que sumarle los castigos “divinos”, cada vez más acrecentados, que irá sufriendo Fernando. El más claro y el desencadenante de todos los demás es el accidente en la mina, que le deja una deformidad en la cara. Una deformidad que no solo representa un dolor físico, sino también psicológico y moral, como así lo representa la pesadilla que tiene el personaje. Fernando se convierte entonces en un ser inadaptado que se empieza a dar cuenta de las “malas decisiones” que ha tomado en la vida. En síntesis, podríamos decir que “algo” (digamos que una fuerza mayor) está castigando a Fernando por haberse marchado.
Cuando el protagonista decide volver a Tenerife su estado de salud físico y moral decae todavía más. Se pasa el día tumbado en la cama, enfermo, deprimido y apático. Se acrecienta más la culpa que siente por haberse ido a Venezuela y el relato lo castiga con la boda de Ana y Luis (ante la inexistencia del divorcio en el franquismo el relato se escuda en la supuesta muerte de Fernando). Ana también tendrá su castigo, ya que después de casarse dará a luz, quedándose ciega en el parto. Ahí aparecerá de nuevo Fernando que, anónimamente, decide donarle sus corneas, quedando finalmente al borde de la muerte.
Moraleja de El reflejo del alma: la emigración es mala
Con esta historia de Fernando y Ana, el cura convence a Pedro de que no emigre, por lo que al final este vuelve a casa junto a su esposa. Un relato tremendamente moralizante con un aprendizaje final que chirría demasiado, pero que se adapta perfectamente a lo que el régimen le pedía al cine.
No obstante, habría que estudiar en mayor profundidad el verdadero fin del filme. No parece casualidad que se haya rodado en una época en la que la emigración clandestina era una constante en la sociedad canaria. La razón de ser de la obra del director italiano posiblemente se halle en esto: un intento por persuadir a la sociedad canaria de que la emigración no es la verdadera solución a sus problemas. El relato de Ana y Fernando –contando por el cura a Pedro, que es la representación del espectador– tiene la intención de convencer al público canario de la época de que su situación no es tan mala (por eso los protagonistas son opulentos) y de que no van a encontrar nada mejor si se marchan (por eso la representación de Venezuela es la de un país pobre). En otras palabras, la idea es que se sientan identificados con los protagonistas –como en la mayoría de películas– y que eviten así cualquier pensamiento que les haga reflexionar sobre lo contrario.
Conclusión
Como en toda buena dictadura que se precie, el cine es un elemento propagandístico que sirve para manipular a las masas y para dar una elegante visión del país que produce la obra. Por eso se consideran como grandes artistas a aquellos que supieron saltarse la censura para ofrecer una visión que, a mínimo que leyeses su lenguaje entre líneas, podías descifrar un mensaje muy diferente al que el Estado creía que se decía.
Sin embargo, tampoco debemos repudiar a películas como El reflejo del alma, pues, al fin y al cabo, son ejemplos que nos sirven para entender de dónde venimos y hacia dónde no queremos ir.
Recursos bibliográficos
- Cinemap (s.f.) Cronología. Cabildo de Gran Canaria.
- G. Alviani, Maximo (1958) El reflejo del alma.
- Rodríguez Martín, N. (2005) La emigración clandestina de Canarias a Venezuela en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX. Tebeto: Anuario del Archivo Insular de Fuerteventura, Nº 18.