Daniasa Curbelo
Yo no hablo el mismo canario que hablaban mi abuela Cristina y mi abuelo Juan. Ni siquiera uso las palabras o las expresiones que caracterizaban su lenguaje. La cuestión es, ¿quién en Canarias habla igual que sus familiares más mayores? Supongo que es algo lógico cuando se dan diferencias generacionales de al menos sesenta años. Del mismo modo, mi abuela Cristina y mi abuelo Juan seguramente no empleaban el mismo dialecto que sus respectivos abuelos y abuelas, quienes nacieron en la primera mitad del siglo XIX en Tenerife. Y así podríamos seguir retrocediendo de manera genealógica y comprobando cómo el habla canaria no es un ente inmutable ni sólido sino que, como resultado de un proceso paulatino de colonización, se fundamenta a partir de imposiciones, resistencias, trasvases y mezclas. Todo un potaje.
Los ingredientes culturales del potaje del habla canaria.
Si iniciamos un breve recorrido por este proceso de colonización, hay que recordar que en las Islas Canarias, antes de la invasión europea, se hablaban dialectos imazighen que al parecer ni siquiera eran iguales entre islas. Sobre este tema no existe un consenso, dado que las fuentes históricas —crónicas fundamentalmente— llegan a contradecirse.Angiolino de Tegghia afirma en 1341 de la población indígena canaria que «los lenguajes de las distintas islas tanto difieren entre sí que no se entienden»; pero por otro lado el viajero Tomás Nichols aseguró en 1526, después de visitar el Archipiélago «que el lenguaje de los indígenas canarios era igual en todas las islas». La conclusión a las que llegaron posteriormente otras autoras para solventar el dilema fue entender que la lengua precolonial canaria era la misma pero con diferencias dialectales propias de la insularidad, tal y como lo defendieron Marín y Cubas o Sabino Berthelot.
A partir de la conquista europea de Canarias, que comenzó oficialmente en 1402 y se dio por finalizada en 1496, ya el tema del habla y la comunicación en las islas se complejiza. Los colonos normandos serían los primeros en llegar a las costas al mando del conocido Jean de Bethencourt. Posteriormente fueron los castellanos quienes se hicieron con el control en el proceso de conquista y así las islas pasaron a ser posesiones coloniales dentro de los perímetros territoriales de la Corona de Castilla. Pero no solo castellanos llegaron con la conquista.
El atractivo económico que generó la implantación del cultivo de caña de azúcar hizo que a partir del siglo XVI viajaran a Canarias miles de familias portuguesas, resultando incluso ser una población con mayor número que la castellana, quienes en su mayoría decidieron volver a Europa finalizada la conquista o continuar su viaje colonial hacia territorios de Abya Yala (“América”). Esto se demuestra con municipios como Buenavista del Norte (comarca de Daute, Tenerife), cuya aportación poblacional más importante tuvo origen lusitano y así lo evidencia el hecho de que el primer libro parroquial, comenzado en 1512, aparezca escrito en portugués. Por otra parte, a mediados del siglo XVI, en la zona de Icod, el 80% de los habitantes son portugueses, y las escribanías sólo saben de portugués (Gaspar Frutuoso, “Saudales da Terra, 1586-1590” visto en Hernández Castilla, 2020).
Llegadas a este punto, hay que mencionar un aspecto que atenta contra una idea hegemónica y eurocéntrica la cual establece que las influencias lingüísticas que se dieron en el habla canaria a partir de la conquista vinieron exclusivamente desde Europa. El fenómeno de la esclavitud colonial, el cual trajo desde nuestro continente africano a miles de personas para ser explotadas en plantaciones o en viviendas, también dejó su huella en el habla y no sólo en la genética. Ejemplos de canarismos que podrían provenir del árabe son “majalulo” (camello joven o persona torpe), “ahulaga” (tipo de arbusto) o “almácigo” (árbol). Por un lado están los denominados “arabismos directos” porque llegan con las personas esclavizadas, mientras que existen otros “arabismos indirectos” que trajeron el castellano y el portugués como herencias de Al-Andalus.
Pero espérense un momento. Esto no fue un proceso de conformación lingüística lineal y “ordenado”. Las distintas lenguas que llegaron con la colonización cohabitaban entre sí y llegaron incluso a hacerlo con la lengua precolonial. A principios del siglo XVII, en 1626 para ser más exactas, Sir Edmond Scory, un inglés que está de visita en Tenerife, testificó que ciento treinta años después del fin de la conquista se seguía hablando tamazigh en Canarias. El texto de Sir Edmond Scory fue avalado y ampliado por un historiador italiano de mediados del siglo XVIII –anterior a Viera y Clavijo– quien afirmó que «La lengua de los guanches viejos, que aun hasta hoy tienen su población en Candelaria y en Güimar, es muy parecida a la de los moros de Berbería» (visto en Hupalupa, 1987).
Esto no fue un proceso de conformación lingüística lineal y “ordenado”. Las distintas lenguas que llegaron con la colonización cohabitaban entre sí y llegaron incluso a hacerlo con la lengua precolonial.
Con todo sobre la mesa como si fueran piñas de millo, papas y berros, tenemos los ingredientes que han dado el gran —y sabroso— potaje que es el habla canaria. Como prueba de ello solo tenemos que pararnos a observar el origen de las palabras o usos lingüísticos propios de nuestra cultura, que se han denominado como “canarismos”, para comprobarlo. De las lenguas precoloniales tenemos términos que abarcan flora (ej: tabaiba), fauna (perenquén, baifo), gastronomía (gofio), música (el arrorró), una larguísima lista de nombres propios y apellidos (Echedey, Yurena, Baute, Chinea,…) y otra extensa lista de topónimos (Gáldar, Daute, Tindaya,…).
Sin embargo, es innegable que lenguas europeas también han aportado una gran cantidad de significados y términos en el “caldero” de este potaje, con normandismos como “mareta”, “malpaís” (male pays) o “cardón” (chardon); muchos portuguesismos de uso cotidiano (coruja, mojo, balde, gaveta, millo,…); y anglicismos (cambullón, queque, naife, piche,…) que se instalaron a partir del siglo XVIII con la creación de relaciones comerciales y turísticas. Y, por supuesto, no podemos olvidar los trasvases culturales que se han dado con el constante y recíproco flujo migratorio entre Canarias y países como Venezuela, Uruguay o Cuba, participando en la conformación de lo que denominamos el “habla canaria”. De este modo también en las islas tenemos muchos de los llamados “americanismos” y que usamos a diario como “babieca”, “pibe/piba”, “guayaba”, “papa” o “guagua”.
Las lógicas de poder eurocéntricas y la subalternidad que afectan a ese potaje
Pero, ¿por qué alegamos de todo esto? Porque ustedes y yo estamos presenciando un proceso social que tiene que ver con el habla canaria y su “defensa”. Defenderla, básicamente, del uso generalizado de la conjugación de la segunda persona del plural -“vosotros”(1)– y de palabras foráneas como “autobús” que se han intentado normalizar en los últimos años desde muchas instituciones y medios de comunicación isleños.
La cuestión acá está en el enfoque que se le puede dar a esta “defensa lingüística”, dado que a menudo nos encontramos con argumentos de “conservación” y “preservación”. Lo problemático de esta postura radica en que si no se tiene en consideración todo el potaje de influencias, imposiciones, legados, resistencias y trasvases intercontinentales que se dieron a partir de la colonización, puede dar lugar a esencialismos. Y concebir nuestra cultura y nuestro habla como un ente inmutable y sólido a modo de estrategia de resistencia identitaria, casi como un monumento geológico que ha permanecido y debe permanecer intacto, es como mínimo cuestionable. ¿Por qué? Porque el proceso socio-histórico que se ha descrito, y su impronta en el lenguaje, nos confirma que de aquí a cien años el habla canaria no será el mismo que el de hoy en día.El lenguaje, al igual que la cultura, es plástico, maleable y mutable, incapaz de permanecer intacto sin alteraciones aún con todos los esfuerzos sociales e institucionales que puedan desempeñarse para “proteger” o “conservar” elementos propios de una sociedad como pueden ser palabras o usos lingüísticos.
Ahora bien, debemos preguntarnos: ¿qué sujetos participan activamente como agentes sociales y culturales en este proceso inevitable de mutabilidad? ¿A qué parámetros lingüísticos se ajustan los cambios? Plantearnos estas preguntas resulta fundamental para entender que los devenires culturales, como consecuencia del fenómeno de la globalización, no tienen nada de “inocentes”. Las lógicas de poder, especialmente entre los nortes y sures globales, articulan imaginarios y procesos de aculturación. Y el eurocentrismo, es decir la visión que coloca a Europa/Occidente y sus códigos socio-culturales, económicos y políticos como “centro” o “referentes” en relación al resto de paradigmas mundiales, juega un importante papel en este asunto. Vamos a ver cómo se manifiesta.
Se sigue creyendo, acorde al pensamiento eurocentrista, que hablar y emplear determinados códigos y expresiones son la “norma” o modelo canónico al que se debe aspirar.
Recientemente la red social del área de Juventud de un ayuntamiento tinerfeño publicó un post con preguntas como “¿os pasa?” o expresiones como “os leemos”. Muchas internautas pronto mostraron su inconformidad con este post con comentarios de incredulidad y rechazo. Y mientras leía el medio tinglado que se montó yo me preguntaba: ¿Alguien se imagina una cuenta institucional de juventud madrileña, por ejemplo, usando canarismos? Campañas en Móstoles o Vallecas con palabras como “fleje”, “pelete” o “guagua”. O incluso usando el “ustedes” y no el “vosotros” en la conjugación de la segunda persona del plural. Qué disparate, ¿no? ¿Y por qué a la inversa sí es posible? Porque se sigue creyendo, acorde al pensamiento eurocentrista, que hablar y emplear determinados códigos y expresiones son la “norma” o modelo canónico al que se debe aspirar.
Existe una famosa regla de la inversión que hace que si algo se vea ridículo o absurdo pero es lo “normal” desde la opción opuesta, en realidad estamos hablando de ejes complejos de violencia simbólica (funciona mucho para visibilizar machismo, racismo, gordofobia,…). Vamos a ponerlo en práctica con este tema en concreto: hagan una prueba y recuerden cuántas personas peninsulares que conocen y que han visitado o vivan en Canarias hayan perdido su acento madrileño, murciano o valenciano, por poner ejemplos. Ahora piensen en todas esas personas canarias que han viajado o viven en la península —en otros casos ni siquiera han salido de la isla— y regresan seseando o diciendo “autobús”. La regla de la inversión lo demuestra, mientras en el primer caso la posibilidad es sencillamente ridícula o remota, en el segundo es lo habitual. ¿Por qué? Porque de manera subconsciente desechar el acento canario y reproducir el peninsular supone, en esta lógica eurocentrista, un “ascenso” lingüístico que ofrece para el sujeto colonizado un nuevo estatus superior frente a sus iguales isleños.
De manera subconsciente desechar el acento canario y reproducir el peninsular supone, en esta lógica eurocentrista, un “ascenso” lingüístico que ofrece para el sujeto colonizado un nuevo estatus superior frente a sus iguales isleños.
Una creencia que parece haber cogido fuelle en el Archipiélago en los últimos tiempos y que, del mismo modo que no puede ampararse ni justificarse en el hecho indiscutible de que nuestra cultura está “viva” y se transforma, tampoco podemos resistirnos a ella con la idea esencialista de “conservar” —en el modo de sacralizar o colocar en una vitrina— nuestro habla. En su lugar, la visibilización de las lógicas de poder eurocéntricas que operan en este fenómeno son mucho más eficaces, pues evidencian aquellos parámetros que se instauran paulatinamente como “correctores culturales”. Y Canarias no es el único territorio donde esto se puede percibir. Como ejercicio para desmantelar aquellas posturas que defienden la inocencia y naturalidad con la que se dan las influencias entre culturas, sin considerar fenómenos como la globalización o el colonialismo, podemos plantear algunas cuestiones. ¿Por qué en colegios de Estados Unidos se ha castigado a niños y niñas por hablar español-latino mientras que en los colegios latinoamericanos se enseña curricularmente el inglés? (2) ¿Por qué en India las lenguas oficiales del país son el hindi y el inglés pero en Inglaterra no es oficial el hindi? ¿Por qué en casi cinco siglos de historia de la Universidad de Perú solo se ha escrito una tesis doctoral en quechua, la lengua indígena andina? (3) Plantear la respuesta a cada una de estas cuestiones podría abarcar páginas escritas, pero, a modo de síntesis, podría decirse que todas comparten un eje vertebrador: las lógicas de poder eurocéntricas y coloniales.
Todo este asunto siempre me trae a alguien a la cabeza. Concretamente a la conocida teórica y filósofa india llamada Gayatri Spivak, una de las autoras fundamentales del siglo XX para entender las corrientes de pensamiento poscolonial y decolonial. Su famoso ensayo de principios de los ochenta titulado ¿Puede hablar el subalterno? no solo es una referencia dentro de la teoría social contemporánea, también es una pregunta pertinente en el debate actual que interpela al habla canaria. Y veamos por qué.Para Spivak, el “subalterno” o “subalterna” es una categoría social situacional, fuertemente vinculada con procesos de marginalización que surgen a partir de “centros” y “núcleos” privilegiados. Sin embargo:
(Giraldo, 2003)
De este modo, vemos como esas lógicas de poder están operando en la conformación de discursos, de imaginarios y, por ende, de códigos de comunicación. Además establecen jerarquías epistémicas entre unos discursos frente a otros, siendo normalmente estos últimos aquellos que están estrechamente vinculados con factores como el género, la racialización, la clase social,… y también con procesos coloniales. Con todo esto, no es un disparate incluir en el debate que respecta al habla canaria el análisis de Spivak con el fin de visibilizar dichas lógicas eurocentristas. Porque el visible devenir de nuestro habla no es un asunto de influencias recíprocas, no es un tema generacional y tampoco es una moda. Responde a procesos concretos que condicionan los desarrollos culturales y que, como vemos, se manifiestan en otros muchísimos territorios atravesados por factores históricos similares a los de Canarias. Pero seguir planteando un esencialismo como herramienta de resistencia y defensa solo nos va a frustrar, pues no hay nada menos esencialista e inmutable que el habla.
El visible devenir de nuestro habla no es un asunto de influencias recíprocas, no es un tema generacional y tampoco es una moda. Responde a procesos concretos que condicionan los desarrollos culturales y que, como vemos, se manifiestan en otros muchísimos territorios atravesados por factores históricos similares a los de Canarias.
Este potaje del habla canaria lo seguimos removiendo nosotras
En definitiva, y para terminar, les pido que se imaginen la siguiente escena. Estamos todas en una cocina, con una cocinilla de gas como las que tenían nuestras abuelas. Nos hemos reunido a partir de una llamada que cada una de nosotras recibió por su cuenta. En la cocina nos acompañan nuestras madres y padres, quienes están alrededor de un enorme caldero sin fondo y removiendo un potaje que huele que alimenta. Acá estamos porque ahora nos toca a nosotras coger ese cucharón y seguir removiendo, pelar nuevas papas y echar más piñas de millo al caldero. Y cuando nos disponemos a hacerlo, un extraño interrumpe en la cocina y nos manda a parar llevando una receta en su mano, la receta del “buen” potaje, del potaje “perfecto”. Según su propia visión, claro. Eso es el eurocentrismo. Y quiere ponerle además una tapa al caldero para que solo pueda removerlo él y añadir los ingredientes que considere oportuno. Eso es la subalternidad.
Pues vamos a tener que hacerle entender, y asumir como un hecho, que en este “potaje”, el habla canaria, nosotras tenemos el cucharón. Lo removemos a nuestro propio ritmo y añadimos los ingredientes que decidimos en consenso, en un proceso sin final ya que este gran potaje nunca estará en reposo. Ahora bien, no necesitamos que nadie nos instruya, ni que nos den recetas para “hacerlo bien”, ni órdenes, ni es necesaria la presencia de ningún “chef” autoritario y extraño que nos diga cómo “perfeccionar” nuestro potaje. Porque sabemos que está quedando bien sabroso así, solo hace falta olerlo, y en esta cocina no cabe la vergüenza ni el complejo. Solo las ganas de participar colectivamente en este propósito con la certeza de que este potaje lo seguimos removiendo nosotras.
Notas:
(1) Cabe recordar que en la isla de La Gomera y algunas zonas de La Palma también está culturalmente normalizado en el habla y la comunicación el “voseo”. Sin embargo, considero que este hecho no responde a una imposición institucional sino al devenir dialectal propio del habla canaria en estas islas y de sus habitantes.
(2) José Reyes sufrió en los colegios de Texas (EE.UU.) castigos y torturas por su cultura y origen, llegando los profesores a “lavarle la boca con jabón por hablar español” https://www.bbc.com/mundo/noticias-49980463
(3) En el año 2019 la educadora peruana Roxana Quispe Collantes fue la primera doctoranda que defendió una tesis escrita en quechua en los 468 años de historia de la Universidad de Perú https://elpais.com/sociedad/2019/10/21/actualidad/1571682015_966576.html
Recursos bibliográficos
- CHAKRAVORTY SPIVAK, Gayatri. ¿Puede hablar el subalterno? Nota introductoria por GIRALDO, Santiago. Rev. colomb. antropol. [en línea]. 2003, vol.39 [citado 2021-12-29], págs. 297-364.
- EGEA MOLINA, Eugenio (2007) Unas notas sobre el habla canaria. Temas Canarios – Blogspot
- HERNÁNDEZ CASTILLA, José Melchor (2020) La influencia del portugués en el habla canaria. Diario del Valle – Blogspot
- HUPALUPA (1987) Magos, Maúros, Mahoreros o Amasikes. Editor Hermógenes Afonso de la Cruz. Santa Cruz de Tenerife
Un artículo bastante riguroso.
No puedo estar más de acuerdo.
Muy buen artículo Dani. Trabajo muchas veces en península y allá dónde voy no ESCONDo mi acento. A decir verdad, Tampoco me lo han pedido pero sí sé que cierra puertas (todavía)para un actor o actriz hablar en su ACENTO, ya sea canario, gallego, murciano, etc.
Y me niego, cada vez con más certeza, a cambiar mi ACENTO dentro de mi país. No es mi problema que a alguien le suene mal, a mí también me suenan mal ciertos acentos peninsulares pero ME los como con papas…y no pasa nada.
Abrir los oídos es abrir tu sesera y derribar prejuicios.
Besos Dani.
Me Parece un articulo
Excelente, Muy bien desarROllad. Se entiende perfeCtamente que el lenguaje es un ente vivO y evolutivO y TAMBIÉN se entiende que se Vayan incorporando novedades LINGÜISTICAS al paso del tiempo. Sin embargo me chOca y casi hiere miS oidos ver, O más bien ESCUCHAR, cómo hay mucha geNte(jovenes mayormente) que INTRODUCEN conjugaciones verbales y sus pronombres PROPIAS dEl habla peninsular, por un cIerto complejo de INFERIORIDAD y bajo la creencia de que los canarios hablamos mal. Es tal el esfuerzo que hacEn, POr ejemplo los camareros “Si QUERÉIS os traigo la carta y ustedes deciden” que en realidad empeoran cualquier variedad lingüistica. Y por supuesto machacan nuestro habla canariA.
En cuanto a la metafora del potajE, quiero decir que el cucharón no Le perTenece en exclusiva a ninguna generAciÓn, por lo que todos podemos y debemos seguir removiendo, unos (los jovenes con su viveza) para incorporar novedades y otros (los mayores MIENTRAS mantengan su intelecto vivo)para tratar de conservar el sabor Clasico y la receTa Heredada.
Muchas gracias.
Disculpen los errores de mi comentario anterior. Como esto sólo permite escribir en MAYÚSCULAs, cada vez que corriges una letra o palabra, se Salta de Minuscula a mayuscula sin que uno se pueda dar cuenta.