'; ; Drago en El Jardín de las Delicias ✅ Canarias en el cuadro de El Bosco
un drago en el jardín de las delicias

Un drago en El Jardín de Las Delicias: El Renacimiento en un billete de mil pelas

Probablemente quien esté leyendo esto ha visto innumerables veces el famosísimo cuadro del flamenco Jheronimus van Aken, alias Jheronimus Bosch, o en su adaptación castellana, El Bosco. Si no ha tenido la fortuna de verlo en persona en el Museo del Prado, lo habrá visto en fundas para el iPhone, o en cojines, o tazas, o camisetas, o impreso en la pared de la habitación de algún universitario, o como inspiración en una nueva skin del Fortnite. Y es que la respuesta emocional al guantazo de trascendencia con que la pintura se presenta, golpea hasta al más holgazán. El horror vacui, la hipertrofia de elementos en el cuadro y su naturaleza grotesca, resuenan en el interior de casi cualquier persona, al modo que lo hace el universo de Tim Burton. Es difícil en un primer vistazo hacer una lectura detenida de los detalles de la escena. Pero, recuperados del stendhalazo, miremos a la esquina inferior izquierda del segmento de La Creación, detrás de Adán. Exacto, un drago. Cómo pudo llegar ahí, es todavía uno de tantos misterios sin resolver de esta indescifrable pintura: ¿Qué hace un drago en El Jardín de Las Delicias?

Un cuadro del bien y del mal

drago en el jardín de las delicias
Fuente: Detalle de El Infierno
El famosísimo tríptico nació, más o menos, al mismo tiempo que el Drago Milenario de Icod de Los Vinos (que de milenario tiene poco), hacia 1500. Era la época de El Hombre de Vitruvio, del estudio matemático de la perspectiva y la profundidad, de inventos como la imprenta o el reloj mecánico, era el Renacimiento. Quedaba muy poco para que estallase la Reforma Protestante. Fue en 1517 que Martin Lutero escribió sus famosas 95 tesis, pero ya entonces bullía el cuestionamiento a través de la razón de muchos de los preceptos clásicos de la Iglesia Católica, sobre todo entre círculos de artistas e intelectuales. Surgían como setas las sectas heréticas, oscurantistas y de magia negra. El clero se vio forzado a endurecer la fe cristiana a través del miedo al castigo divino y al juicio final. También son los años de Torquemada al frente de la Inquisición Española y sus oscuros enjuiciamientos. Y así, configurado por la visión de El Bosco de la Creación, el Pecado, y el Infierno (en su composición abierta), El Jardín de Las Delicias surge en ese clima de adoctrinamiento religioso.

En efecto, esta pintura tiene un carácter profundamente moralizante y aleccionador, de condena a los pecados de las personas, de culpa por la devastación que han provocado y de miedo por el castigo que les espera. El Bosco insiste en lo efímero de los placeres, así como en su carácter seductor y engañoso. Y es que, aunque solamos admirar el tríptico porque percibimos una vocación de irreverencia, e incluso una cierta ironía cómica en el retrato de ciertas imágenes, como algunos animales del Paraíso y del Infierno -hablamos por ejemplo de esa especie de pato-monje que lee la biblia en el estanque junto a Adán y Eva, o ese cerdo con el tocado de monja metiéndole boca a un condenado en el Infierno-, en realidad el cuadro no hace sino continuar la única norma que seguía la pintura desde tiempos del papa Gregorio el Grande (siglo VII), hasta el Barroco, e incluso después, es decir, transmitir las Sagradas Escrituras a los analfabetos de alguna forma que pudieran comprender: con imágenes.

un drago en la pintura del bosco
Fuente: Detalle de El Paraíso
El nivel de detalle, el pasmoso realismo con que El Bosco retrata a sus criaturas imposibles, el hecho de pintar a Dios en la presentación de Eva a Adán con la configuración de Cristo, la extraña sensación de caótica armonía con que divide las tres escenas, pudiendo identificar y diseccionar por zonas determinados pecados, castigos y virtudes divinas, los instrumentos musicales transmutados en herramientas de tortura para ilustrar lo que les espera a quienes escuchan música profana -no en vano al Infierno de El Bosco se le suele llamar Infierno Musical-, y tantas otras fascinantes invenciones, hacen complicado creer que la obra sea una mera amalgama de iconografía crística o de alucinaciones por jarabe de laúdano. La ubicación de cada elemento en la pintura comporta una carga significativa y alegórica enorme. En el citado ejemplo de la Creación de Eva podemos ver que, siguiendo la doctrina bíblica clásica, toda la mitad derecha del Paraíso, en la que se encuentra ella, está dominada por la maldad: alimañas atacándose, el árbol de la ciencia con la serpiente de la tentación enroscada, extraños reptiles oscuros emergiendo de la laguna. En cambio, en la mitad izquierda de la escena, la de Adán, vemos felinos atacando a esos malignos reptiles, animales nobles como caballos y unicornios abrevando pacíficamente, y pájaros sobrevolando los cielos. Nada se deja al azar. Y precisamente en esa mitad, como abrigando bajo sus hojas a Adán, un árbol. El árbol de la vida. Un drago.

El drago: el no-árbol del Paraíso

sangre de dragón
Mapa del Noreste africano y Macaronesia. Siglo XVIII. Fuente: Patrimonios Insulares.
Hay una relación mitológica profunda entre los dragos y el Paraíso. Técnicamente el drago no es un árbol, sino una planta, perenne, pero tampoco vamos a ponernos quisquillosos con un vegetal. Menos aún con uno tan singular y especial. Existen registros de dragos y sus supuestas propiedades milagrosas desde, al menos, la Grecia Antigua, y aparecen descritos desde los tiempos de Ptolomeo (menos risas…). El nombre de Islas Afortunadas, lamentándolo mucho, no se refiere a Canarias. Al menos, no solamente. Y proviene de entonces. Los griegos hablaban de un conjunto de islas del Atlántico Norte, cercanas a África, como el lugar a donde iban a parar las almas virtuosas, donde los manjares brotaban solos en abundancia, donde siempre hacía el mejor de los climas… en otras palabras, el Paraíso en la Tierra. A este lugar legendario lo llamaban ‘Las Islas Afortunadas’, o por la voz en griego antiguo, makáron nisoi, o sea, Macaronesia. Es decir que, de existir, la ubicación real de esas islas se encuentra en alguna parte de la Macaronesia, y sí, podría ser Canarias, pero como podría ser Cabo Verde, Madeira o Azores. Todas estas islas tienen varias particularidades comunes: origen volcánico, clima parecido marcado por los alisios, y abundantes endemismos de fauna y flora, por ejemplo, los bosques de laurisilva; por ejemplo, los dragos.

bosque de dragos
Bosque de dragos en la isla de Socotra, Yemen. Fuente: Inertia.
La teoría más aceptada sobre el nombre de esta planta es la de que la resina del tronco, por su singular color rojo, asemeja a la sangre de dragón (en realidad, asemeja a la sangre de casi cualquier animal, pero bueno…), pero no está completamente admitido ese origen. Sin ir más lejos, el ilustrado canario José de Viera y Clavijo niega esa tesis, adjudicando tal nombre al hecho de que el tronco parece la pata de un gran reptil. Sea cual fuere el origen de su nombre, las referencias a los dragos solían estar presentes en todas las descripciones del Paraíso Terrenal. En su Geographia, Ptolomeo (en serio, ya vale…) describe la sangre de drago como uno de los productos de Socotra, una isla yemení cerca de Yibuti -tan aislada que tienen un idioma propio, el cual sólo cuenta con las palabras para designar las cosas que allí existen-, que por entonces era un importante centro de mercadeo, y donde descansa todo un bosque de dragos. Se decía de su sangre que curaba las heridas, y que ingerida sanaba cualquier problema interno. Se empleaba en la Edad Media para experimentos de alquimia, y como incienso en lugares donde supuestamente había una influencia maligna. A partir del siglo XV es cuando se empieza a comercializar y explotar, para todo tipo de usos, entre ellos el de tinte rojo para la ropa, y casi acaban con el drago. Incluso, a día de hoy, se sigue empleando como barniz rojo por los ebanistas y los luthiers. Si alguna vez ve un violín enrojecido, tal vez lleve sangre de drago. No es de extrañar, por tanto, que nuestro amigo el señor don Bosco decidiera incluirlo en un enclave tan significativo de su magna pintura.

Pero aún queda la pregunta más importante. El drago de El Jardín de Las Delicias es morfológicamente muy exacto, como si el pintor hubiera podido copiarlo del natural. Sin embargo, no existen registros de que viajara a Canarias o a otro punto de Macaronesia, y además es históricamente casi imposible. ¿Cómo pudo conocer El Bosco la forma del drago?

Un drago en El Jardín de Las Delicias: del Renacimiento al billete de mil pelas

El Record Guinness a la primera persona en dibujar un drago de la historia pertenece a otro flamenco. Martin Schongauer, conocido en Italia como Bel Martino (Guapo Martín), es uno de los grabadores más importantes de su tiempo, el tardo-Gótico o el pre-Renacimiento, según el optimismo del lector, y desde luego es el más importante y afamado de Alemania antes de Durero.

grabados de dragos
Huida a Egipto, Martin Schongauer. 1475. Fuente: Google Arts.

Los historiadores se refieren a su grabado ‘La huida a Egipto’, de 1475, como el primer dibujo de un drago. Se cree que pudo haber viajado a Canarias, o haber estado muy en contacto con cuadernos de viajes científicos, pues entonces ya existía la figura del cronista, funcionarios de las coronas encargados de documentar y registrar los nuevos acontecimientos o descubrimientos relevantes. Del Guapo Martín se copiaban todos. Sus grabados eran referencia artística de rigor anatómico. Es interesante mirar sus dibujos, ‘El Elefante’, ‘Estudio sobre las peonías’, o ‘El Arcángel Gabriel’, para darnos cuenta del nivel de realismo que vertía en sus creaciones, en los dobleces de las túnicas, en el volumen de los músculos, en el detallismo de las arterias de las hojas… El propio Alberto Durero también tiene un ‘Huida a Egipto’, que también cuenta con un drago, y el parecido entre ambas obras es incuestionable. No en vano, Durero quiso estudiar pintura bajo el paraguas del Guapo Martín, pero lamentablemente el joven Alberto llegó a la ciudad alsaciana de Colmar, donde tenía Martín su taller, un año después de su muerte. Mal timing…

dragos en el arte del renacimiento
Huida a Egipto, Alberto Durero. 1504 – 1505. Fuente: Banrepcultural.

Hay un periodo muy interesante en la Historia, que podríamos ubicar entre el Renacimiento y antes de ayer, en el cual se da un cambio de paradigma en el análisis de la realidad del mundo, que comienza a inclinarse hacia la razón y la lógica. En realidad, era esa la doctrina grecorromana de la Antigüedad, y no en vano los italianos bautizaron así al Renacimiento por algo (e igualmente fueron ellos quienes bautizaron la época precedente como Gótico, que significa relativo a los Godos, una de las tribus bárbaras que acabaron con el Imperio Romano).

Ernst Gombrich, en su famoso libro ‘La historia del arte’, dice que “los cristianos pintaban lo que sentían, pero los griegos pintaban lo que veían”. Sin embargo, lo interesante de ese viraje hacia el razonamiento lógico y naturalista, invocando el espíritu griego, es el hecho de que no niega la espiritualidad y la creencia mitológica, sino que trata de abrazarla según sus propios códigos. Es decir, aceptaban que existían seres como los grifos o lugares como el Paraíso en la Tierra, pero entonces había que delimitar sus características como las de cualquier otro animal o cualquier otro lugar. El arte ya no es una idealización del concepto divino, sino una reproducción fidedigna de aquello que existe. Esa es la gran revolución renacentista en lo pictórico. Ahí está la razón por la que ‘El Jardín de Las Delicias’ resulta tan perturbador, por el crudo realismo de sus imágenes. Ahí está la razón por la que El Bosco vio en el trabajo del Guapo Martín el modelo perfecto para dibujar en su cuadro ese árbol que se consideraba mágico, que continuaría fascinando a la gente a través de los siglos, y finalmente acabaría estampado, junto a la cara de Galdós, en el reverso del billete de mil pelas.

En el programa Canarias es Cultura se ha reparado en esta cuestión. Aquí te dejamos el fragmento en el que se habla sobre qué hace un drago en El Jardín de las Delicias.

Recursos Bibliográficos

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