Es julio y las banderillas de Canarias ya se alzan colgadas en las farolas. Los kioscos se montan y se empieza a jugar al envite en la plaza. La Virgen del Carmen está más guapa y enramada que nunca y me es imposible no pensar en todos ellos. En todos aquellos pescadores, quienes han formado parte de mi familia y quienes no. Ellos, los que piden a la Virgen no llegar con las manos vacías cada noche que salen del puerto.
