'; ; El Barroco en Canarias ✅ La Escultura de la Escuela de Garachico
El barroco en Canarias

El Barroco en Canarias: la escultura de la Escuela de Garachico

Antes de adentrarnos en una parte del Barroco en Canarias, debemos reseñar que este artículo no pretende ser un instrumento del catolicismo, sino más bien desligarse de esta visión. Con la presente publicación esperamos que el lector se acerque a la obra religiosa que vamos a reseñar de la misma forma que se acercan a las esculturas –también religiosas– de Miguel Ángel o a las obras plásticas de la Antigüedad, que en su momento formaban parte de unas determinadas creencias que hoy designamos como “mitología”. Por lo tanto, este artículo pretende analizar estas obras meramente desde su sentido artístico e histórico, como objetos que debemos valorar y conservar como una parte más de nuestra cultura, resaltando así la importancia de las iglesias canarias en el estricto sentido de que son, probablemente, nuestros mejores museos.

El Barroco, la “perla irregular” del Arte

Probablemente alguna vez hayas visto una obra barroca y, seguramente, cuando se mencione dicho estilo artístico te vendrán a la cabeza innumerables autores como Borromini, Bernini, Velázquez, Rubens o Rembrandt, pero, ¿qué es el barroco? La respuesta puede ser muy compleja, aunque de momento vamos a centrar la mirada en su propia razón de ser.

La palabra “barroco” es una palabra portuguesa que surge en el siglo XIX para designar el periodo comprendido entre el Renacimiento y el Neoclasicismo. La traducción de la palabra al español es “perla irregular”, lo que nos sirve para entender su valor descalificativo y, al mismo tiempo, nos ayuda a comprender la transformación del equilibrio renacentista –pasando por el sinuoso manierismo– al estilo de la ruptura y el movimiento que es el Barroco. Es, por lo tanto, una palabra que nace con un carácter peyorativo para indicar la decadencia de los principios que regían el Renacimiento. Además, también se compone como “silogismo aristotélico del que se decía que acababa siempre en un absurdo” (Carrió-Invernizzi, 2014), remarcando más todavía su carácter de arte decadente: de la perla perfecta del Renacimiento a la perla irregular del Barroco.

El Barroco, por tanto, es un estilo artístico que comprende desde los inicios del siglo XVII hasta mediados del XVIII (en su contexto europeo) y cuyo objetivo era el de conmover a través de la imagen.

En cuanto a su contexto (bastante complejo como para adentrarnos al completo), debemos atender al fenómeno ocurrido durante el siglo XVI, cuando se produjo la llamada Reforma protestante impulsada por Martín Lutero, un fraile y teólogo que se atrevió a cuestionar los designios de la Iglesia, criticándola por sus excesivos lujos y la mala práctica de las enseñanzas de La Biblia. Esto hizo que el cristianismo se volviera a dividir (ya lo había hecho en el cisma de 1054 con la división en católicos y ortodoxos) y que surgiera el protestantismo. La Iglesia católica se vio tan amenazada por la nueva corriente reformista que pusieron en marcha la llamada Contrarreforma, que viene a ser el movimiento encargado de frenar la doctrina de Lutero.

En España el movimiento contrarreformista va a tener un peso enorme. Esto se debe principalmente a que era la Iglesia la que controlaba y regulaba la economía, algo que se ve reflejado en el arte, dando lugar a un plan iconográfico que tiene como objetivo adoctrinar al máximo de fieles posibles. Y a eso habría que sumarle la importancia de la aristocracia y la burguesía, que también encargaban obras enmarcadas en una temática cristiana.

Y si a todas estas te estás preguntando qué pinta el Barroco en todo este embrollo de la Contrarreforma, la respuesta es bien sencilla: el Barroco fue el arma cultural del catolicismo contrarreformista –surgido tras el Concilio de Trento (veinticinco sesiones desde 1545 a 1563)–, en cuyo seno nacerían algunas de las costumbres que seguimos conservando hasta nuestros días –como las procesiones– y un estilo al que le seguimos debiendo nuestra actual concepción del arte y la doctrina católica.

El Barroco, por tanto, es un estilo artístico que comprende desde los inicios del siglo XVII hasta mediados del XVIII (en su contexto europeo) y cuyo objetivo era el de conmover a través de la imagen, amparándose en una gran teatralidad explícita que evitaba la necesidad de interpretación por parte del creyente y su posterior reflexión intelectual (Larousse, 2003). Era el elemento “publicitario” del catolicismo para la captación de fieles y para evitar la expansión del protestantismo; y lo hace, paradójicamente, reafirmando todo aquello que Lutero había criticado del catolicismo.

El denominado periodo tardofranquista trajo no solo lo que se conoce como el “milagro económico español”, sino también un movimiento cultural, o más bien subcultural, que trasladó el centro del arte a las calles o a movimientos underground y amateur

El Barroco en Canarias

Escuela de Garachico barroco canario
Firmas de los artistas de la Escuela de Garachico. Extraído de Martínez de la Peña (1967)

Explicado el contexto general del Barroco debemos realizar varias apreciaciones de este estilo en las Islas. La primera de ellas es que, si ya el movimiento entró con cierto retraso a España, a Canarias llegaría algo más tarde, teniendo su desarrollo desde mediados del siglo XVII y hasta finales del siglo XVIII, época en la que ya el neoclasicismo estaba más que asentado como fenómeno ilustrado y surgía, incluso, una respuesta a ello con el romanticismo. Un caso curioso de la situación en Canarias es la obra del arquitecto y escultor Luján Pérez, que desarrolló una escultura eminentemente barroca (anacrónica para su época) y, por el contrario, una arquitectura neoclásica.

El desarrollo tardío del Barroco en Canarias se puede deber al factor geográfico que provocaba que la difusión de ideas fuera más paulatina, pero también debemos mirar al bajo desarrollo social y cultural del archipiélago, siendo las Islas un territorio carente de artistas. En este sentido, en los siglos XVII y XVIII van a aparecer los primeros autores plásticos canarios (influenciados por la llegada de foráneos), hecho que es propiciado por un contexto favorable: el declive de la caña de azúcar y la interrupción de llegada de arte flamenco a las Islas. La nueva economía (el vino) y sus rutas comerciales también provocaron la llegada de obras (principalmente de Andalucía, América y Génova), pero estas no cubrían toda la demanda, favoreciendo así al establecimiento de un arte local.

El desarrollo tardío del Barroco en Canarias se puede deber al factor geográfico que provocaba que la difusión de ideas fuera más paulatina, pero también debemos mirar al bajo desarrollo social y cultural del archipiélago, siendo las Islas un territorio carente de artistas.

El Barroco en Canarias albergó una interesante producción que configuró, entre otras cosas, el modelo de arquitectura tradicional canaria, tanto en su tipología civil como religiosa, valiéndose de una carpintería que proclamaba su origen mudéjar con otras soluciones arquitectónicas que provenían de Portugal. Cabría reseñar que la arquitectura barroca, en cuanto a la configuración de sus elementos europeos, apenas se desarrolló en Canarias, teniendo muy pocos edificios en los que se exprese este estilo. En cuanto a la pintura, se siguió notando la influencia del arte flamenco al mismo tiempo que la inspiración en los grandes pintores españoles como Zurbarán.

Por último y en lo que refiere a la escultura, destacan los artistas de la llamada Escuela de Garachico, así como el güimarero Lázaro González de Ocampo y el guiense Luján Pérez. A esto habría que sumarle, como ya hemos recalcado, la llegada de esculturas procedentes de Andalucía, Génova y América, con atribuciones a autores tan reputados como Pedro Roldán o Martínez Montañés. Y, por si no fuera poco, también se asentarían en Canarias algunos artistas como Antonio de Orbarán, Juan González de Puga o, el más importante para nuestros intereses, Martín de Andújar Cantos (Almadén c.1602 – Guatemala 1680).

La Escuela de Garachico

arte religioso en canarias
Cristo Crucificado (Garachico) – Martín de Andújar. Extraída de Calero Ruíz (2017)

Garachico durante el Siglo XVII era el principal puerto de Tenerife, lo que la convertía en un lugar próspero y rico por donde pasaba toda la mercancía que iba hacia América o España. A esto se le sumaba que tenía cinco conventos, dos iglesias, un hospital, un castillo, algunas ermitas y varias casonas (Turismo Garachico, n.d.), por lo que era un lugar propicio para que cualquier artista se instalase y recibiese encargos. Así lo hizo Juan González de Puga, primer escultor en llegar a Garachico, del que sabemos que realizó los tres retablos trillizos que se encontraban en la Iglesia de Santa Ana, siendo la principal influencia retablística que va a tener Garachico durante esta época (Rodríguez Morales, 2003).

La llamada Escuela de Garachico merece también una breve aclaración. Las historiadoras del arte Carmen Fraga González y Clementina Calero Ruíz proclamaron hace varias décadas –y con motivos más que suficientes– la concepción de una escuela en torno al taller de Martín de Andújar. Para otros especialistas no existe dicha Escuela, ya que lo que se da en el pueblo tinerfeño lo consideran una ramificación de la Escuela sevillana. El debate puede deberse más al estilo que a la definición estricta de “escuela”, ya que si atendemos a esto y las repercusiones posteriores, debemos considerar que realmente sí hay una escuela.

El nacimiento de lo que es la Escuela de Garachico viene propiciada por la llegada desde Sevilla del escultor Martín de Andújar, que previamente había residido durante poco tiempo en la ciudad de Las Palmas (a la que llega en 1634); en la isla de La Palma, donde colaboró con el escultor Antonio de Orbarán; y en La Laguna. El traslado de Andalucía a Canarias se debe principalmente a la alta competencia que existía en el sur de España. Sin embargo, Canarias tampoco era la solución que el imaginero tenía en mente, ya que contemplaba las Islas como un lugar de tránsito hacia América, concretamente a Antigua Guatemala.

Las historiadoras del arte Carmen Fraga González y Clementina Calero Ruíz proclamaron hace varias décadas la concepción de una escuela en torno al taller de Martín de Andújar. Para otros especialistas no existe dicha Escuela.

El Nuevo Mundo compartía con Canarias algunos rasgos similares que se relacionan con el proceso colonial. Y es que, en ambos territorios, se da tras la conquista una clara ausencia de oficios especializados y necesarios para la metrópoli. Por lo tanto, estos oficios van a ser ocupados por los artesanos, artistas, funcionarios y demás personal que provenía de España y otros territorios europeos, ya que no podían (por ausencia, precisamente, de escuelas y otros lugares de formación) ser completados con la población nativa. Así podemos entender la fuerte carga del Barroco hispano en América, transformándose levemente y adquiriendo sus particulares; pero también podemos comprender la presencia de elementos andaluces, moriscos y portugueses en la cultura de Canarias, especialmente en el arte barroco.

El establecimiento definitivo de Andújar en Garachico en el año 1637 (lugar en el que ve un enorme potencial para la creación de un taller por las condiciones ya comentadas) va a permitir la configuración de una escultura realizada en Canarias, con sus particularidades, pero con reminiscencias de otras culturas, principalmente de la que trae consigo el tallista. Las influencias que trae el maestro de Almadén son pervivencia de su trabajo en Sevilla, donde se le considera discípulo de Martínez Montañés, inspirándose también en la obra del cordobés Juan de Mesa y en la del granadino Alonso Cano. Además, la historiadora del arte Clementina Calero Ruíz (2017) reseña el peso que tuvieron las obras llegadas a Canarias como el Cristo de la Misericordia (Los Silos) en la obra del imaginero.

escultura barroca en las islas canarias
San Pedro Apostol (Catedral de Canarias) – Martín de Andújar. Extraído de la Cofradía del Nazareno

Así pues, Martín de Andújar va a ser uno de los primeros artistas foráneos asentados en Canarias. Al poco de abrir el taller en Garachico lo encontramos con sus dos discípulos: el huérfano Francisco Alonso de la Raya (La Gomera, c.1619 – Garachico, 1690) y Blas García Ravelo (Garachico, c.1618 – ¿?). Constituyéndose así, dos de los primeros escultores canarios.

Ambos permanecieron en el taller los cuatro años que estuvo Andújar en Garachico, haciéndose cargo, tras su marcha a América, Alonso de la Raya con la ayuda de García Ravelo. Este último contraería matrimonio con una mujer de La Orotava, donde abriría su propio taller, expandiendo así los límites de la Escuela de Garachico que hasta entonces se había centrado en producir para los pueblos de la Isla Baja (Buenavista, Los Silos, El Tanque y Garachico) e Icod. Posteriormente, vendría una última generación de la escuela, ya que el escultor gomero tendría como aprendices a sus hijos Juan Lorenzo, Juan Díaz de Ferrera y José y Salvador Alonso de Figueroa (Calero Ruíz, 2017), aunque según Martínez de la Peña (1967) solo el tercero sería su hijo.

Por último, y no menos importante, debemos reseñar que hay obras de Martín de Andújar en Gran Canaria (estudiadas por Margarita Pérez Rodríguez) como el San Pedro Apóstol de la Catedral de Canarias y el San Sebastián Mártir de la iglesia de Agüimes. En el caso de la escultura de San Sebastián se trata de una obra realizada desde su taller en Sevilla y, por lo tanto, no estaría dentro de lo que consideramos la Escuela de Garachico. La isla de La Palma también cuenta con obras de la gubia de Andújar, ya que se le llegó a encargar para la Iglesia del Salvador las imágenes de Cristo Salvador, San Pedro Apóstol y San Pablo, hecho que “responde a la teología del Catolicismo reafirmada tras la escisión protestante, que ponía en tela de juicio la infalibilidad papal” (Nivariense Digital, n.d.) y de las cuales solo se conserva la última mencionada.

Al mismo tiempo, su discípulo Francisco Alonso de la Raya también tiene obra en Gran Canaria, y se ha documentado el paso de Blas García Ravelo por la isla en el año 1652 (Hernández Socorro, 1994), lo que nos permite afirmar que la Escuela de Garachico no solo tuvo su trascendencia en Tenerife.

Particularidades de la Escuela de Garachico

Llegados a este punto, debemos contemplar aquellos rasgos que hacen única a la Escuela, pero también debemos mirar hacia España para entender las influencias que trae consigo el propio Andújar y que posteriormente trasladará a sus discípulos isleños.

En primer lugar, si alguien se ha quedado con la suficiente curiosidad como para indagar más en el tema, es bastante probable que al buscar le salgan referencias sobre el manierismo, como así refleja Rodríguez Morales (2003). Esto se debe a la herencia de Martínez Montañés en la obra de Andújar, que tenía un estilo más clásico y pausado con poca predilección por el movimiento exaltado, las posturas forzadas y el “patetismo” que caracteriza el Barroco. De igual forma, Montañés sigue siendo un autor barroco, vinculado más al naturalismo, por lo que Andújar también formaría parte de este período, tanto por estilo como por cronología.

Además, debemos tener en cuenta otras grandes influencias como Alonso Cano, que es un autor que se desvirtúa más de los patrones clasistas que había heredado Montañés, mostrando un arte más violento y dinámico; y Juan de Mesa, que sí rozaba cierto barroquismo y patetismo, configurando Andújar su obra muy alrededor del estilo de este, hasta el punto de que algunos lo han considerado como su discípulo.

Por lo tanto, lo que trae Andújar es una mescolanza que se va a seguir enriqueciendo con las obras que ya se encuentran en Canarias, como es el caso del Cristo de la Misericordia (Los Silos). La doctora Calero Ruíz (2017) habla de Andújar como un autor que “supo fundir las antiguas formas realistas con las nuevas soluciones plásticas más atemperadas”, recalcando, además, que tendía al naturalismo. Traza también sus características como escultor, reseñando su impronta a través de varios elementos como los “grandes ojos, bocas entreabiertas y labios gruesos” con “barbas rizadas partidas” o cabellos “a base de suaves y sinuosas ondas”.

Sus discípulos continuarán el clasismo de Montañés, pero adentrándose un poco más en el Barroco como es el caso de Francisco Alonso de la Raya, del cual dice Martínez de la Peña (1967) sobre la herencia de las formas clásicas de la escuela “que apenas las abandona, evolucionando poco hacia otras novedades de más acentuado barroquismo”. Aunque también destaca que su arte adquiere “un sentimiento religioso más profundo”, posiblemente debido a las penurias que pasó en su vida, siendo huérfano, pobre durante gran parte de su vida y viudo, plasmando ese dolor en su obra plástica.

En el caso de Blas García Ravelo, desarrollará una estética similar, pero su destreza es menor que la de su maestro y compañero de taller. El traslado a La Orotava hace que entre en contacto con otras obras, estableciendo relación con otros autores como Lázaro González de Ocampo (Pedro Tarquis, 1975).

El detalle que diferencia a los dos discípulos –más allá del control de la gubia de cada uno– se da en la forma de hacer las barbas de sus Cristos: “Alonso las parte por la mitad con las puntas hacia dentro, mientras que García Ravelo, si bien las bifurca no llega a dividirlas por el centro” (Calero Ruíz, 2017).

Estamos hablando, pues, de una producción artística que puede llevar a la confusión en cuanto a su autoría, existiendo alguna probabilidad al error. A eso habría que sumarle también la obra plástica de los discípulos de Francisco Alonso de la Raya, de los que apenas sabemos nada. Uno de los pocos datos que se tienen es la atribución a Salvador Alonso de Figueroa del Cristo de la Salud en Alajeró, que presenta unas formas mucho más toscas que su maestro. De igual forma, este problema es común a la Historia del Arte, pues la firma es una práctica poco extendida entre la escultura.

Obras representativas de estos escultores:

Martín de Andújar: Retablo del Rosario (Iglesia de Santa Ana), Cristo Crucificado de Garachico, San Pedro Mártir (Catedral de Canarias), Nazareno (Icod y Los Realejos), San Pablo (San Andrés y Sauces).

Blas García Ravelo: Señor Preso (La Orotava), Cristo Predicador (La Orotava), Cristo de la Humildad y la Paciencia (La Orotava).

Francisco Alonso de la Raya: Cristo Predicador (Garachico), Grupo escultórico de la Santa Cena (en Garachico e Icod), Cristo de las Dos Aguas (Icod), Cristo del Calvario (La Laguna), Apostolados (Garachico).

Conclusión

Finalmente, haciendo balance de lo que hemos visto, debemos volver a resaltar las cualidades de la Escuela de Garachico como un fenómeno novedoso en Canarias y único en la Isla Baja. La llegada de Martín de Andújar buscando prosperidad facilitó el establecimiento de una producción artística de la que carecía un puerto de la importancia de Garachico, otorgando así mayores posibilidades de abastecimiento para las instituciones asociadas a la Iglesia, la gran –y casi única– mecenas de la época.

La importancia de la obra de Andújar y su discípulo Ravelo se ve plasmada en la realidad del pueblo de Garachico (de la Raya es recordado en La Gomera), donde se les ha otorgado el nombre de una calle a cada uno e, incluso, un colegio en el caso del primero. Estamos hablando de un período que supuso una floreciente actividad (de la que nunca se recuperarían tras la erupción del Trevejo en 1706) y de un artista –Andújar– cuya importancia en Canarias podemos situar a la altura de Luján Pérez y Fernando Estévez, dos ilustres escultores religiosos que todavía hoy son recordados por el pueblo canario.

Por lo tanto, al igual que no podemos trazar una Historia del Arte en las Islas sin autores como César Manrique o Óscar Domínguez, tampoco lo podemos hacer sin la Escuela de Garachico, pues su importancia es capital para entender el desarrollo del Barroco en Canarias.

Recursos bibliográficos

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